Ha pasado ya la mayor parte de este mes de octubre y se confirma que estamos recorriendo el camino que venimos deseando desde el inicio del proceso. La metodología seguida es un instrumento sumamente válido para lo que se pretende hacer: discernir, que se va logrando con el silencio, la oración, la escucha activa o la resonancia desde el interior. Se trata de escucharnos unos a otros y, juntos, al Espíritu Santo.
El ritmo sigue siendo intenso, tanto en horario como en los contenidos temáticos y, a pesar de ello, el ambiente de relaciones crece en cordialidad y sencillez. Las mesas redondas favorecen la igualdad y la comunión en la diversidad de opciones vitales y eclesiales que se viven. El poder hablar todos, el sentirnos escucharnos, es un buen aprendizaje para seguir viviendo la sinodalidad en la Iglesia como un modo nuevo de ser y de actuar. La libertad de expresión, el respeto para escuchar todo tipo de opiniones en una gama multicolor por la inmensa diversidad de contextos de los que procedemos, es una inmensa riqueza que causa maravilloso asombro y nos compromete a seguir el proceso en este camino todos juntos.
Se va siguiendo el itinerario del instrumentum laboris según las fichas publicadas y se focaliza en la pregunta para el discernimiento; se cambian las personas de los grupos cada nuevo módulo; en cada mesa hay una persona que facilita el diálogo, un secretario o secretaria ya indicado por la Secretaría General del Sínodo y un relator o relatora que se elige en el grupo por votación, quien es el portavoz. Al inicio de la semana de trabajo celebramos la Eucaristía en la basílica de San Pedro y cada día en el aula se comienza también con salmos y cantos.
Seguimos adelante, aunque se va notando el cansancio, con el deseo de continuar aportando lo mejor de cada miembro sinodal para el bien de la Iglesia universal. Nos sabemos muy acompañados por oraciones y cercanía de tantas personas a lo largo y ancho del mundo. Seguimos caminando juntos.
Disponemos desde ahora nuestro corazón a vivir en clave sinodal este tiempo, donde quiera que nos encontremos, siendo y sintiéndonos miembros activos en la iglesia.