Con los amigos - Alfa y Omega

El 25 de marzo, en Ucrania renovamos la consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de la Virgen María. Yo la celebré en Vorzel, en la capilla del seminario católico de rito latino, con los formadores y estudiantes y con un grupo de católicos locales. Aprovechando la ocasión, coronamos una hermosa imagen de la Virgen de Fátima, en sustitución de la que fue destruida en marzo del año pasado por el fuego de artillería.

Durante la celebración, me llegó como una bonita sorpresa el espíritu de absoluta concentración de todos. No me refiero al recogimiento habitual que guardamos, o intentamos guardar, durante la liturgia. Quiero decir una forma muy particular de recogimiento, que depende de sentirnos profundamente amigos.

La razón es bastante obvia: todas y cada una de las personas que participaron sabían lo que significa Vorzel, que linda con otras ciudades mártires —Bucha, Irpin, Hostomel—. Es una especie de triángulo de la muerte, donde cada edificio y cada árbol habla del sufrimiento de hace un año. Algunos de los asistentes, incluyendo un sacerdote, pasaron varias semanas bajo un denso fuego de mortero y bajo la ocupación.

En un ambiente así, todos saben la importancia de la oración y de confiarnos al Señor misericordioso. No hay necesidad de palabras para compartir tales pensamientos. Fue una oración con los mejores amigos de mi vida, los que experimentaron prolongadas situaciones en las que la única ayuda posible venía de Dios. Y me sentí unido en la oración con los civiles que están cerca del frente, con los militares, y especialmente con los prisioneros. Fue la Misa más intensa e íntimamente hermosa de este año. Una experiencia tan bella demuestra también un contraste chocante: lo fácil que es hablar de corazón a corazón con los compañeros de sufrimiento y lo difícil que es con el resto del mundo, que tiene otras experiencias, preocupaciones y prioridades. Son como mundos distintos, alejados el uno del otro.

Y aquí se llega a otra sorprendente conclusión: con toda probabilidad, nuestro mundo es tan distinto del de Jesús que, incluso en las fiestas de Pascua, nos puede costar unirnos realmente a Él. Jesús piensa en nuestra salvación eterna. ¿Y nosotros?

Señor Jesús, ven a nosotros, tráenos tu Resurrección, ayúdanos a entrar en tu mundo y en tu salvación, renovando profundamente nuestros corazones.