¿Cómo sigue habiendo hambre?
Es urgente adoptar medidas para que todos nuestros hermanos tengan una alimentación adecuada. Si no, se diluirán otros avances
En Fratelli tutti, el Papa Francisco lamenta que «todavía estamos lejos de una globalización de los derechos humanos más básicos». Mientras «nos enfrascamos en discusiones semánticas o ideológicas», prosigue, permitimos que haya «hermanas y hermanos que mueren de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de su salud» o que sufren ataques a su dignidad.
La denuncia resulta muy oportuna ahora que, con motivo del reciente Día Mundial de la Alimentación y del Nobel de la Paz al Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, se ha puesto sobre la mesa que hasta 270 millones de personas podrían verse abocadas al hambre tras la irrupción del coronavirus. Como advierte en Alfa y Omega el director de Innovación del PMA, Dominik Heinrich, lo más sangrante es que para conseguir el «hambre cero» harían falta 260.000 millones de euros, lo que supone apenas poco más de un tercio del desperdicio anual de alimentos en el mundo.
En España, en este tiempo de pandemia, Cáritas Española ha constatado un incremento de un 77 % en el número de demandas de emergencia y de un 57 % en el total de personas atendidas. Demasiadas familias, especialmente las vulnerables, se han visto obligadas a reducir sus gastos en alimentación y de ello pueden derivarse problemas muy graves, como un mal desarrollo físico y psicológico o diversas enfermedades.
Más allá de campañas puntuales y de las ayudas de comida, donde la propia Iglesia juega un papel fundamental, falta voluntad para atajar estos problemas. Tanto a nivel nacional como en materia de cooperación internacional es urgente adoptar medidas «estructurales, planificadas y con dotación económica adecuada», en palabras de Cáritas, a fin de lograr que todos y cada uno de nuestros hermanos tengan una alimentación adecuada. Si no somos capaces de garantizar ese derecho, se diluirán otros avances.