«¿Cómo no celebrar la Resurrección en tiempo de guerra?» - Alfa y Omega

«¿Cómo no celebrar la Resurrección en tiempo de guerra?»

La Pascua católica y la ortodoxa se celebran este año con una semana de distancia, en medio de las crecientes divisiones entre los refugiados ucranianos, pero «Dios está ahí para todos»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Elena y Lucy, junto al mural de la Resurrección en la catedral ortodoxa de Santa María Magdalena, en Madrid. Foto: Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo.

A Elena y a Lucy, madre e hija, no les tiembla el pulso a la hora de subir el andamio del templo ortodoxo ruso de Madrid para hacerse una foto junto al icono de la Resurrección. Sorprende comprobarlo, sobre todo sabiendo lo que han pasado en las últimas semanas. Lucy –su nombre en ucraniano es Ludmila Diachenko– llegó el 23 de enero a España procedente de Járkov para pintar el interior de la iglesia de Santa María Magdalena, la parroquia de la Iglesia ortodoxa rusa en Madrid.

Ya en Navidad la acumulación de tropas rusas en la frontera no se podía disimular, por lo que ellas se prepararon para la guerra. En enero, a Lucy le salió una oferta de trabajo en Madrid para pintar el templo, y dejó a su familia allí. «Nadie se podía creer que en pleno siglo XXI pudiéramos vivir una guerra, pero así ha sido», lamenta.

En cuanto comenzó la invasión de su país, su madre y su hermana tuvieron que refugiarse en el sótano de su edificio. «No se puede contar todo lo que vivieron allí durante diez días. No hay ninguna casa de viviendas de mi barrio que no haya sido afectada por las bombas. Un día un misil cayó delante de ellas, en la calle, pero milagrosamente no explotó», relata.

Al cabo de ese tiempo logró sacarlas de allí, después de 24 horas en tren hasta la frontera que se hicieron interminables, sobre todo sabiendo que un convoy anterior había sido bombardeado por los rusos. «Antes de la guerra les preguntaba simplemente: “¿Cómo estáis?”, pero esa noche solo decía: “¿Estáis vivas?”», confiesa.

Todavía se marea cuando cuenta todas estas cosas, pero «he notado la presencia de Dios a través de esto, sobre todo cuando comprobé cómo se fueron arreglando las cosas poco a poco, hasta que mi familia se reunió conmigo en Madrid. Veo en todo esto la Providencia de Dios, y le estoy absolutamente agradecida porque estamos vivas en Madrid».

Divisiones ante la Pascua

A su lado, Andréy Kórdochkin, sacerdote de la catedral de Santa María Magdalena, en Madrid, confiesa que desde el 24 de febrero «no puedo pensar en otra cosa que no sea la guerra en Ucrania, aunque yo sea ruso». Kórdochkin es uno de los firmantes de la carta que rubricaron 300 líderes ortodoxos rusos contra la guerra. «Yo no sirvo a ningún gobierno ni a ninguna autoridad civil», atestigua, pero su postura ha sido cuestionada desde todos los frentes, algo que afectará a la próxima celebración de la Pascua ortodoxa, este domingo, 24 de abril. «Hemos perdido fieles de ambos lados –explica este sacerdote, nacido en San Petersburgo–. Para algunos ucranianos no somos suficientemente buenos por pertenecer al Patriarcado de Moscú, y algunos rusos dicen que multiplicamos el odio hacia mi país».

Sin embargo, estas pérdidas se han visto acompañadas de un aspecto más positivo: «En cada oficio que celebro veo caras nuevas, refugiados que han venido a Madrid, o también a pueblos de los alrededores. Tienen muchas ganas de participar, lo necesitan después de todo lo que han pasado. Para todos la Pascua es muy importante: celebran la Resurrección de Cristo y también su propia vida, que han visto amenazada por la guerra».

La situación entre los refugiados es también complicada, hasta el punto de que algún sacerdote ucraniano del Patriarcado de Moscú ha sido rechazado por grupos de refugiados, a pesar de ser compatriotas. «Este tema es muy delicado y va a resultar doloroso después de la guerra», lamenta Kórdochkin.

Lo confirma Vasyl Boyko, capellán de la comunidad de ucranianos católicos de la archidiócesis de Valencia: «Hemos tenido varios fieles ortodoxos del Patriarcado de Moscú que han querido celebrar la Pascua con nosotros, los católicos, en lugar de con su Iglesia, como han hecho toda la vida». Lo hacen como consecuencia de algunas declaraciones del patriarca Cirilo, en Moscú.

Pero tampoco entre los católicos ucranianos las cosas están siendo fáciles: «Hay muchos que están muy disgustados con el gesto del Vaticano del pasado vía crucis en el Coliseo de Roma, poniendo a dos personas de Ucrania y Rusia portando la cruz. Me han dicho que eso es como poner a Jesús y a Pilato juntos llevando la cruz. Se sienten avergonzados», afirma Boyko.

Desde Madrid, Lucy entiende que haya «algunos ucranianos con sentimientos negativos hacia los rusos, pero la Pascua, en primer lugar, es un encuentro con Dios». «Los cristianos no venimos al templo para encontrarnos con un sacerdote del Patriarcado de Moscú ni con un sacerdote ucraniano o bielorruso. Venimos a la oración. Debemos ser cristianos por encima de todo, amar a cada hombre, incluso a nuestros enemigos. No se puede juzgar ni culpar a alguien que está equivocado, porque ese hombre necesita piedad, es imagen de Dios. Concentrarnos en la fiesta de la Luz, del Bien y de la Vida nos ayuda a verlo así».

En cifras

80 mil refugiados ucranianos han llegado a España por la guerra

40 % de ellos son niños menores de 18 años

9,5 % de los extranjeros en España antes de la guerra se definía como cristiano ortodoxo

Todo esto lo dice no sin esfuerzo, sabiendo que «Dios nos ha dado a los hombres la libertad para actuar bien o mal, para afligir al prójimo o para tenderle una mano. La guerra está pasando por la voluntad del hombre».

Sin embargo, para la pintora ucraniana «la Providencia está ahí para todos, incluso para los que por desgracia pierden la vida». «Yo no sé por qué pasa todo esto, pero creo que en cualquier caso Él trata de salvar a los hombres de sus terribles decisiones». Por ello, «¿cómo no vamos a celebrar la fiesta de la Vida y de la Resurrección en tiempo de guerra, aun cuando las personas mueren?», exclama Lucy ante la celebración de la Pascua ortodoxa este domingo.

De hecho, junto a su madre ya está preparando los tradicionales panes dulces de la Pascua y espera que su abuela, todavía en Járkov, encuentre la manera de poder hacer lo mismo y vivir esta fiesta juntas de esta manera, aun a 4.000 kilómetros de distancia. «Esta fiesta tenemos que celebrarla, porque nos da vida, y eso nos falta mucho en estos días».

Para los ucranianos católicos de Valencia, y también para los refugiados que van llegando –unos 20 a la semana– todos estos meses han servido «para que aumente nuestra fe». «En nuestra escuela algunas madres dicen que confían más en Dios, cuando antes no oías la palabra “Dios”, ni en las conversaciones aparecía la palabra “rezar”… La gente es más abierta, más sincera. Ha hecho falta una guerra para que se hable más de Dios y con Dios», dice Vasyl Boyko, testigo de que este interés por lo religioso «también está creciendo entre los españoles. Mis amigos curas católicos dicen que en el último Domingo de Ramos nunca vieron tanta gente. Sin duda, la guerra está influyendo en la gente para que rece más».

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