La familia cristiana tiene también hoy grandes posibilidades de evangelización. Puede evangelizar en la propia casa con el amor recíproco, la oración, la escucha de la palabra de Dios, la catequesis familiar, la edificación mutua. Puede evangelizar en su ambiente, mediante las relaciones con los vecinos, parientes, amigos, colegas de trabajo, escuela, compañeros de deporte y diversión. Puede evangelizar en la parroquia mediante la fiel participación en la Misa del domingo, la colaboración en la catequesis de los hijos, en encuentros de familias, movimientos y asociaciones, la cercanía a familias en dificultad, la animación de itinerarios de preparación al matrimonio. Puede evangelizar en la sociedad civil dándole nuevos ciudadanos, incrementando las virtudes sociales, ayudando a los necesitados, adhiriéndose a asociaciones familiares.
Para evangelizar no es suficiente estar bautizados ni ser practicantes el domingo. Se necesita una robusta espiritualidad, una relación encendida con Cristo vivo y presente, cultivada con la escucha de la Palabra, la participación en la Eucaristía y el sacramento de la Penitencia.
Para tener familias de sólida espiritualidad, evangelizadas y evangelizadoras, se precisa una seria preparación al matrimonio, pero no es suficiente. Juan Pablo II recomendaba el acompañamiento también después del matrimonio. Esta indicación debe entrar cada vez más en la pastoral ordinaria de la comunidad eclesial, mediante encuentros entre familias para construir una red de amistad humana y espiritual; pequeñas comunidades familiares de evangelización; implicación de las familias en la iniciación cristiana de los hijos; promoción de asociaciones, movimientos y nuevas comunidades eclesiales, realidades preciosas para la formación y el apostolado; y el apoyo a las asociaciones familiares de compromiso civil.
+ Cardenal Ennio Antonelli
Presidente del Consejo Pontificio para la Familia