¿Cómo debe votar un católico el 4M? - Alfa y Omega

¿Cómo debe votar un católico el 4M?

Los obispos invitan a «saberse protagonistas en la configuración de una sociedad más justa y fraterna» y a sopesar el voto

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Igual que en su momento ocurrió con los espacios televisivos del corazón o los deportivos –en los que se empezó a premiar la presencia de personajes histriónicos convirtiéndolos en protagonistas–, la política ha vivido una especie de tertulianización en los últimos años. En un tiempo en el que han surgido nuevas formaciones y canales de comunicación, lejos de buscarse una sana confrontación de ideas para construir consensos y resolver los verdaderos problemas de los españoles, se persigue más que nunca el zasca, han aumentado las descalificaciones y el trazo grueso, y se producen nuevas amenazas. Así ha vuelto a quedar demostrado en la campaña para las inminentes elecciones de la Comunidad Madrid, que se leen en clave nacional.

En este contexto resulta muy iluminadora la nota de los obispos de la provincia eclesiástica de Madrid. En vez de infantilizar a los católicos y proponer opciones concretas, como querrían algunos, los prelados de Madrid, Alcalá y Getafe animan a «ejercer el voto responsablemente». Frente a «formas mezquinas e inmediatistas de política», defienden que esta ha de estar al servicio del «bien común», e invitan a los votantes a «saberse protagonistas activos, y no meros espectadores pasivos, en la configuración de una sociedad más justa y fraterna».

En línea con los principios no negociables formulados por Benedicto XVI, detallan que los creyentes deben sopesar su voto conscientes de que «hay bienes que son indisponibles e innegociables». Citan el «derecho inviolable a la vida humana desde su concepción a su muerte natural»; el apoyo a la «familia fundada en el matrimonio natural»; el «derecho de los padres a educar a sus hijos»; la libertad religiosa sin coacciones ni ofensas, y la «ayuda a los sectores más débiles de la sociedad»… Es evidente que todo ello no cabe en una papeleta, pero también lo es que el creyente ni puede ni debe rehuir su compromiso con el bien común.