¿Cómo conseguir fondos adicionales para la parroquia?
Bettina Alonso, que dirigió la Oficina de Desarrollo de la archidiócesis de Nueva York, es partidaria de implicar a los párrocos en la tarea y escuchar a los feligreses
Bettina Alonso lleva casi 20 años dedicada a la captación de fondos para entidades sin ánimo de lucro en Estados Unidos. Trabajó primero para Oceana, una organización medioambiental, y los últimos ocho años para la archidiócesis de Nueva York. Desde hace pocos meses está embarcada en un nuevo proyecto, en el Hospital Maimonides de Brooklyn. Su trabajo consiste en liderar la Oficina de Desarrollo. En la diócesis norteamericana se dedicó, según explica en conversación con Alfa y Omega, a «conseguir fondos adicionales, fuera de las formas tradicionales [alquileres, propiedades, cepillo…]» para que la Iglesia pueda seguir desarrollando su labor. El resultado habla por sí solo: consiguió montar un equipo de 40 personas y recaudar más de 100 millones de dólares anuales de 60.000 donantes.
¿Y cómo se hace esto? Pues este fue tema de la intervención de esta experta española en las jornadas de trabajo sobre sostenimiento de la Iglesia, organizadas la semana pasada por la Conferencia Episcopal Española.
Lo primero que hizo Bettina Alonso en la diócesis de Nueva York fue contactar con los párrocos, hablar con ellos y plantearles la necesidad de que se implicasen en la captación de fondos, en ayudarles con estrategias para que en la relación con sus feligreses pudieran plantear las necesidades económicas, y en hacer seguimiento a los compromisos de los fieles. El cara a cara, el teléfono o el correo electrónico son algunos de los instrumentos. El objetivo es que el núcleo más fiel que va a la Iglesia «sienta que tiene opinión y voz y sean escuchados». «Por ejemplo, una o dos veces al mes nos encontrábamos con el sacerdote para realizar llamadas a los feligreses. Les decíamos quiénes éramos y que el párroco quería hablar con él o ella para saber cómo estaba. Y en esa conversación, si el interlocutor planteaba en qué podía ayudar, teníamos preparada una respuesta», explica. Para los que no querían hablar por teléfono preparaban cartas personalizadas, felicitaciones o correos electrónicos. Antes de todo esto, realizaron un ingente trabajo de segmentación de futuros donantes en función de la cantidad anual que creían que podían entregar.
A pesar de los buenos resultados, Alonso encontró resistencias, pero está convencida de que todas las diócesis «deberían contar con una Oficina de Desarrollo». «Hay que ser valientes y pedir», explica.
De su experiencia extrae tres tipos de respuesta ante una solicitud: los que agradecen la propuesta y colaboran, los que quieren colaborar pero con poca cantidad, y los que no pueden por alguna circunstancia personal, por ejemplo, porque tienen que cubrir los cuidados de sus padres. «Algunos sacerdotes me han dado las gracias porque, al pedir, se han enterado de la situación en la que está uno de sus feligreses. Esta tarea también es espiritual y evangelizadora», añade.
Bettina Alonso sueña con un modelo como el de la diócesis de Wichita, tan antiguo como innovador. Allí, los católicos que se registran como tal se comprometen a entregar el diezmo, el 10 % de sus ingresos. «Y gracias a eso, todos los colegios católicos son gratuitos y están a rebosar, y es la diócesis con más vocaciones», concluye.