Comienza el 74 Año Santo Lebaniego: «Hagamos una Iglesia de puertas abiertas»
«Salgamos de la comunidad y atrevámonos a llevar el nombre de Jesús a todas las periferias para regalar allí su luz y su vida», pidió el obispo de Santander durante la ceremonia de apertura de la puerta santa
A las 12:10 horas del pasado domingo, 16 de abril, las campanas del monasterio de Santo Toribio de Liébana comenzaron a voltear, acompañadas en la distancia por las de la catedral de Santander y de otros templos de la diócesis, marcando así el inicio de la procesión hacia la Puerta del Perdón del santuario cántabro, donde se conserva el trozo más grande del Lignum Crucis. Con su apertura, seguida por más de 2.000 peregrinos, ha dado comienzo el 74 Año Santo Lebaniego.
«¡Peregrinos! ¡La Puerta del Perdón se nos abre, caminemos a contemplar el amor de Dios, expresado en el santo leño de la cruz de Cristo! ¡Que, marcados por la cruz del Señor, construyamos un mundo de amor y justicia, mientras peregrinamos a la casa del Padre!», pidió el obispo de Santander, Manuel Sánchez Monge, tras golpear tres veces la puerta, como marca la tradición, y empujarla para su apertura. Acto seguido, se arrodilló unos instantes para rezar y la cruzó.
Posteriormente, comenzó la Eucaristía con presencia de numerosas autoridades eclesiásticas, militares y civiles, como el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz; el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla; o el vicepresidente regional, Pablo Zuloaga, así como representantes de distintas instituciones cántabras y una multitud de fieles.
A todos ellos, Sánchez Monge les recordó que el Año Santo Lebaniego es «un acontecimiento de gracia» en el que «vamos a considerar la belleza y los compromisos que conlleva haber sido marcados por la cruz del Señor». En este sentido, el obispo subrayó que «llevar la cruz en nuestro pecho no es un signo baladí», sino «el compromiso de llevar la vida que Jesús llevó, acercándonos a todos, incluso a los pecadores, dando nuevas oportunidades y llegando a humillarnos hasta la muerte, si preciso fuera, como nuestro maestro y Señor».
El prelado concluyó su homilía instando a «entrar por la puerta que es Jesús». «Invitemos a entrar a todos los hombres. No nos comportemos como los discípulos primeros, que tenían cerradas las puertas por temor a los judíos. Hagamos una Iglesia de puertas abiertas. Salgamos de la comunidad y atrevámonos a llevar el nombre de Jesús a todas las periferias y regalar allí su luz y su vida». La adoración del Lignum Crucis marcó el final de la celebración.