Coexistencia y entendimiento: elementos claves para la paz - Alfa y Omega

El deseado objetivo de lograr la paz en el mundo requiere de un enorme esfuerzo, que implica poner en marcha iniciativas de envergadura, además de una noble valentía y una elevada sabiduría. También se precisa una cooperación constructiva entre los países y los pueblos, puesto que la opción de la guerra, el enfrentamiento, la disensión y el fanatismo derivan siempre en derramamientos de sangre, diferencias notables y enconos perpetuos. Así nos lo demuestra la historia. ¡Cuántas guerras se han desencadenado dejando tras de sí huellas que hasta hoy son visibles, y, en particular, imprimiendo en las almas de las gentes lacras tales como el desprecio, el racismo y el odio!

No se logra la paz mediante el conflicto o la guerra, tampoco por medio del odio y la ira, sino por el diálogo, el consenso, el respeto y la convivencia pacífica, en un proceso de aceptación del otro y de recepción de otras culturas, confesiones y civilizaciones.

Lograr la paz es un propósito al que aspiran todas las religiones, pues persiguen las virtudes morales más nobles. Una de las vías para lograr esa paz es el consenso y la aceptación del otro, la libertad religiosa y, a partir de ello, los pactos y acuerdos que protegen el honor y el patrimonio, y que preservan las religiones, de forma que la vida pueda proseguir sin miedo.

Nuestras legítimas aspiraciones a un futuro cultural no pueden lograrse sin la contribución de la paz, el amor, la tolerancia y los principios más nobles. Esa paz que protege a las personas es, precisamente, la que brinda la posibilidad de la cohesión y la convivencia, teniendo en cuenta que surge de la conciliación posterior a la guerra, y que supone un salto adelante en dirección a la civilización y a la prosperidad.

Lograr la convivencia y la paz a nivel mundial es el principal objetivo de la Fundación FICRT, que está comprometida con su papel como institución cultural, en línea con el contenido del Documento sobre la fraternidad humana que firmaron en febrero de 2019 el Papa Francisco y el gran imán de Al Azhar, Ahmed al Tayeb. Un histórico encuentro que se recuerda cada año, ya que la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió conmemorar este evento instituyendo el día 4 de febrero como el Día Internacional de la Fraternidad Humana.

En este contexto, el concepto de familia abrahámica pasa al primer plano. El sacrificio de Abraham es un acto singular que, como Reinhard Lauth decía, tiene una relevancia universal. El sacrificio es el punto en el que convergen unas religiones que, a lo largo de la historia, se han hecho extrañas las unas a las otras. En el sacrificio se manifiesta la compasión con los demás.

Alberto Ciria, profesor de la Universidad de Múnich, es un gran conocedor de Reinhard Lauth y tradujo al español su obra Abraham y sus hijos. El problema del islam. Ciria, comentando a Lauth, observa que Isaac e Ismael, en su infancia, jugaban juntos (Génesis 21, 9), lo que demuestra que, en su momento, existió una unidad elemental. Esta unidad se rompió a causa de una acción ajena; por tanto, se puede entender que la discordia es un factor externo. También es cierto que hay sentimientos naturales de rivalidad, como nos recuerda Jean-Louis Déclais cuando habla del desafío de la fraternidad a propósito de los hijos de Abraham: «Los sentimientos de rivalidad son innatos, pero nunca deben desplazar a los de la fraternidad».

La unidad natural de la familia abrahámica es innegable y el coloquio que hemos celebrado recientemente en Córdoba, 48 años después de los primeros congresos islamo-cristianos, constituye una invitación a trabajar por la estabilidad y la paz, por el progreso compartido y el diálogo entre pueblos, culturas y religiones. El objetivo es ayudar a comprender las causas que llevaron a la separación y trabajar hacia la recuperación de aquella unidad que requiere de la diversidad.