Cobo advierte frente a «las distorsiones fundamentalistas o sectarias del Evangelio»
En la clausura del Congreso Católicos y Vida Pública, el arzobispo de Madrid afirmó que «los partidismos desgajados del bien común no deben encerrar la Iglesia en etiquetas o imágenes escoradas y mundanizadas»
Sin los valores del Evangelio, «la vida pública puede convertirse en un mercadeo de intereses». Lo afirmó el pasado domingo el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, durante la Misa de clausura del 25 Congreso Católicos y Vida Pública. La cita, que se celebró en la Universidad CEU San Pablo del 17 al 19 de noviembre, tenía como lema ;Vivir, compartir, anunciar. Evangelizar; una síntesis que el cardenal alabó.
Poniéndola en práctica, afirmó, «podremos anunciar con amabilidad la Buena Nueva en todos los ambientes y transformar desde dentro a una sociedad que no podemos dejar parasitada por el desánimo, la crispación, la cultura del enemigo o el desplazamiento de culpas con el “y tú más”».
En efecto, reconoció Cobo, «vivimos tiempos recios» para vivir la fe en la vida pública; «tanto por los embates del laicismo como por las apropiaciones indebidas y las distorsiones fundamentalistas o sectarias del Evangelio». Por ello, advirtió de que «los emocionalismos descontrolados, los intereses externos que quieren teledirigirnos, o los partidismos desgajados del bien común no deben encerrar la Iglesia en etiquetas o imágenes escoradas y mundanizadas».
Una voz «significativa pero amable»
«Ante quien busca lo que divide en primer lugar, ante quien utiliza las leyes para intereses de parte, habrá que responder ofreciendo juntos los talentos recibidos del mismo Dios», subrayó el cardenal. «Es urgente aprender a compartir con humildad esa visión que brota del Evangelio, admitiendo que son muchas y variadas sus realizaciones, siempre que sus principios broten de la fe discernida y compartida».
«Nuestra misión», afirmó el arzobispo, «es proponer nuestra voz de forma significativa pero amable en el debate público, de manera que ayude a convivir, a reconocer el bien común, a proyectar los valores morales del Evangelio, acogiendo siempre la dignidad humana y la cultura de la vida».
En esta misión, el arzobispo de Madrid invitó a mirar, los primero de todo, a la propia Iglesia. «Estamos siempre “en construcción”», pero también «asentados siempre en la única e inamovible piedra angular que es el Señor Jesús». Exhortó a «convertir nuestra vida y nuestro corazón y descubrirnos hermanos los unos de los otros; primero, dentro de la Iglesia, para poder extenderlo después fuera», unidos en la misión.
Esta es la visión de «una Iglesia sinodal», que «da cuenta juntos de los valores recibidos. La sinodalidad es la forma en que la Iglesia realiza y expresa cómo somos comunión y cómo expresamos nuestra participación como asamblea —también sacramental— que hace corresponsables a todos los bautizados de su misión evangelizadora».