En Carlos Osoro la pasión por la familia y por ayudar a construir matrimonios y familias cristianas siempre ha estado en el ADN de su vocación y de su misión.
Nosotros le conocimos siendo novios, como él también cuenta, porque siempre ha tenido claro que apoyar y acompañar a los novios en esos años en los que vas configurando un proyecto de vida en común, de matrimonio y de familia que quiere crecer despacio —como se construye una casa—, que sea espacio de afecto, de ayuda, de esperanza, de apoyo, de fe, con un amor en mayúsculas, es fundamental. Es como el amor que Dios nos tiene, que es estable y para siempre, donde radica, como le gusta decir a don Carlos, «la belleza del matrimonio y de la familia», que asegura una familia sólida, a pesar de las luces y las sombras de la vida, pero sabe que el Señor está con ellos.
El magisterio del Papa Francisco sobre la familia, recogido en la preciosa exhortación Amoris laetitia, ha marcado la pastoral familiar de estos años, poniendo a las familias como sujeto, invitándonos a cuidar la alegría del amor que se vive en ellas frente a las dificultades que plantea el ambiente actual. Don Carlos ha sido clave en el apoyo a la pastoral familiar en Madrid, espacio que tiene nuestra Iglesia para escuchar y atender las necesidades de las familias, para poder ofrecer la mejor guía y acompañamiento en su camino, porque el matrimonio y la familia son fundamentales para la sociedad y, por lo tanto, deben ser protegidos y promovidos.
Don Carlos, con su cercanía a todas las personas, conoce bien la actualidad y cómo las familias afrontan muchos desafíos y dificultades. Es por eso que siempre ha querido estar cerca de ellas, ofreciendo ayuda y orientación en momentos difíciles, ayudando a impulsar y a abrir espacios de acogida y acompañamiento para situaciones de fragilidad, vulnerabilidad, diversidad y pérdida de seres queridos. De este modo, ha hecho llegar a todos el mensaje de la Iglesia, que es madre y ofrece su misericordia a quien vive con angustia su propia situación de fragilidad, dolor y debilidad. Y nos invita a cada uno a entrar en nuestra vida para experimentar su ternura.
Gracias, don Carlos, porque le hemos sentido presente y cercano en todos los momentos en los que le hemos necesitado, siempre hemos tenido su cariño y su apoyo incondicional. Ha sido una gracia y un crecimiento trabajar con usted en esta misión compartida que es la pastoral familiar, estar en la misma barca de nuestra Iglesia diocesana.
Y sí… ¡el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres!, porque le hemos tenido durante estos años como padre y pastor. Con una grandeza de corazón, de misericordia con todo y con todos, hemos aprendido a su lado los sentimientos del mismo Jesús, que nos hace a todos hijos y hermanos.