La debutante directora vasca Alauda Ruiz de Azúa ha entusiasmado a la crítica con su ópera prima, Cinco lobitos. Primero se dio a conocer la película en el Festival de Berlín, pero ha sido en el de Málaga donde, además de conquistar la Biznaga de Plata, se ha hecho con el Premio SIGNIS, que concede la Asociación Católica Mundial para la Comunicación. Se trata de un largometraje, aparentemente sencillo y costumbrista, sobre una familia cualquiera en un lugar cualquiera. Pero es solo apariencia. En realidad, es un honesto retrato de la condición del ser humano posmoderno, que trata de sobrevivir entre un sordo nihilismo y la tozudez de la realidad que grita por un sentido.
Amaia (Laia Costa) ha tenido su primer bebé. Le cuesta adaptarse a su nuevo rol de madre. Tiene depresión posparto, le duelen los puntos quirúrgicos, el niño llora, y a su pareja, Javi (Mikel Bustamante), le acaban de ofrecer un trabajo que le obliga a estar varias semanas de viaje. Así que lo más sensato es instalarse unos días en casa de los padres de Amaia, Begoña (Susana Sánchez) y Koldo (Ramón Barea), en la costa guipuzcoana. Begoña y Koldo se quieren, pero se llevan regular tras muchas décadas de rutina compartida. Koldo no siempre supo cuidar a su mujer, la cual no siempre supo ser fiel. Pero ambos acogen a Amaia con todo su amor y su buen hacer. Aunque Amaia lo que realmente desea es estar con Javi, quien parece dar más importancia a su trabajo que a su mujer y a su recién nacido bebé. Esa insatisfacción no declarada que viven todos en la casa familiar va tensando sordamente el ambiente, hasta que la realidad vuelve a reclamar su protagonismo con un nuevo imprevisto: la inesperada y grave enfermedad de Begoña. Así que Amaia ahora no solo debe gestionar su maternidad, sino que tiene que volver a asumir su papel de hija, pero no ya como niña, sino como adulta que también es madre.
Amaia no encuentra sentido al dolor de su madre ni a su relación con Javi. Esta situación le hace declarar que «a un día de mierda le sigue otro día de mierda, y así sucesivamente». Y como también dice Begoña en otro momento, cada uno hace lo que puede. Pero lo cierto es que, en medio de ese mar oscuro y nihilista, hay al menos dos realidades que siguen dando luz: la familia, que, con todas sus goteras, sigue siendo un lugar de perdón y acogida, y el bebé, que, ajeno a la vida decepcionada de los adultos, va día a día encontrando satisfecho su lugar en el mundo.
La película transpira autenticidad, es muy fácil reconocer la cotidianidad de esa familia que podría ser la de cualquiera, pero también es inevitable sorprender el retrato desnudo de muchas de las lacras de nuestro mundo, que apenas es capaz de reconocer alguna certeza que permita hacer el camino de la vida con esperanza. Se confirma que las nuevas directoras que están llegando al cine español están consolidando un cine humano, sin ideologías ni falsificaciones. Sean bienvenidas.
Alauda Ruiz de Azúa
España
2022
Drama
+12 años