César Izquierdo Urbina: «Es incomprensible que en Europa se impulsen políticas antinatalistas»

El Comité Pontificio de Ciencias Históricas es poco conocido en el mundo historiográfico. ¿De qué se ocupa?
Hay diversos frentes. Uno de ellos es el cuidado del patrimonio archivístico eclesiástico y, particularmente, de los archivos vaticanos. Promueve además la dimensión histórica de los saberes teológicos. Es uno de los tres organismos oficiales –los nombramientos los hace el Papa– de consulta y asesoramiento de la Santa Sede, junto con la Pontificia Comisión Bíblica y la Comisión Teológica Internacional. Hay muchas cuestiones históricas que tienen una profunda relación con la fe católica y con la acción de la Iglesia a lo largo de los siglos.

Vivimos en una sociedad altamente secularizada, que vive como si Dios no existiera. No es el mejor contexto para transmitir la fe, ¿no?
Es cierto que la sociedad está, en general, bastante secularizada, y sería interesante conocer cómo hemos llegado a esta situación. Pero, a la vez, quizás esta situación ofrece posibilidades que hasta ahora nos resultaban desconocidas. En el régimen de cristiandad en el que, en España concretamente, hemos vivido durante años, la Iglesia no necesitaba músculo evangelizador, sino que solo se trataba de mantener lo que socialmente tenía reconocimiento. Eso se acabó y ahora no cabe una labor superficial de evangelización.

¿Cuáles diría que son los desafíos que plantea transmitir la fe en la cultura contemporánea?
El primero es la credibilidad de los propios cristianos. Además, la fe debe ir acompañada de la apertura a todo lo que manifiesta la dignidad y la riqueza del ser humano, y promociona la justicia y la dignidad. Acepta ser signo de contradicción porque no se pliega a los poderes mundanos que querrían asimilarla. Y se hace cultura; es amiga y genera belleza, armonía, justicia, paz y fraternidad.

¿Se puede hacer teología solo encerrado desde un despacho, o es necesario estar en contacto con la vida de la gente?
La teología nace en cada cristiano que piensa su fe. Cualquier cristiano que se pregunta con hondura por las razones de creer está ya haciendo teología, está siendo teólogo para sí mismo, porque busca entender lo que cree. Los teólogos no son seres de otro mundo, sino que participan de los anhelos de su tiempo y de las circunstancias de la vida de la gente.

El informe estadístico de la Agencia Fides detalla que el número de personas que se profesan católicas sigue bajando en Europa, con 292.000 fieles menos en 2019 respecto a las cifras del año anterior.
Esos datos muestran que Europa tiene serios problemas de futuro, y no solo porque los católicos sean menos numerosos. La pregunta que cabe hacerse es si dentro de 60 años, por ejemplo, quedarán muchos europeos de tradición europea. Me resulta incomprensible que, con la tasa de natalidad negativa que tienen buena parte de los países europeos y por la que no está garantizado el relevo generacional, se impulsen políticas antinatalistas como son el aborto, la mentalidad anticonceptiva y la difusión de un hedonismo que incluye el miedo a los hijos: no nos damos cuenta de que, sencillamente, no tenemos futuro como europeos. Al paso que vamos, la Europa del futuro no será católica ni otras muchas cosas que hoy caracterizan a la orgullosa cultura europea actual; será multirracial, multirreligiosa, multilingüe, multicultural… pero no será la Europa que conocemos. Y seguramente será mucho menos católica, pero no menos religiosa.

También se evidencia que las cifras totales de católicos suben en el mundo. ¿Cómo podemos interpretar estas cifras desde el punto de vista teológico?
Son menos religiosos algunos países ricos, desde luego, pero en general, la gente es cada vez más religiosa, en las diversas formas de religiosidad. La relación entre desarrollo económico y debilitamiento de la religiosidad admite varias interpretaciones. Una de ellas nos la da la sabiduría cristiana que viene del Evangelio: los ricos tienen más difícil entrar en el Reino de los cielos cuando la riqueza les engaña y les hace creer que ellos mismos son dioses y no necesitan nada ni a nadie. Es un engaño muy frecuente y letal para las personas.