Cerca de mil millones de personas pasan hambre en el mundo. Todos, cómplices
Más de 850 millones de personas pasan hambre en el mundo. Manos Unidas y otras organizaciones católicas luchan por erradicar esta lacra. Piden medidas a los Gobiernos y un cambio de actitudes a los ciudadanos. El consumismo desaforado en los países ricos tiene efectos devastadores en el resto del planeta
«Es un escándalo que todavía haya hambre en el mundo». Ésta era la denuncia que hacía el Papa en su mensaje al director general de la FAO con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación. Un día después, el jueves 17, el Día para la Erradicación de la Pobreza, Cáritas, Manos Unidas, CONFER y otras organizaciones católicas unían sus voces a las de miles de personas para denunciar, en 40 ciudades españolas, que cerca de mil millones de personas sufren hambre en el mundo.
Manos Unidas ha participado, además, en la 40 reunión del Comité de Seguridad Alimentaria de la FAO celebrada en Roma. Es en un momento decisivo. 2015, el horizonte señalado en los Objetivos del Milenio, está a la vuelta de la esquina. Las Naciones Unidas preparan la nueva agenda de desarrollo que regirá a partir de esa fecha. Según Marco Gordillo, coordinador de Campañas de Manos Unidas, es el momento de redoblar la presión para que el hambre ésta sea realmente una prioridad internacional en las próximas décadas.
Soluciones hay. Son de sobra conocidas. Gordillo ha vuelto a constatarlo, tras participar en el encuentro de la FAO, junto a la coordinadora de Trabajo en Red de Manos Unidas, Livia Álvarez. Los expertos y representantes de los Gobiernos han vuelto a ofrecer un certero diagnóstico del problema, «pero la FAO tiene el hándicap de que su voz no es suficientemente escuchada», lamenta Gordillo.
Hace falta un claro compromiso internacional para erradicar el hambre. Unos 870 millones de personas padecen esta lacra, esto es, una de cada 8 personas en el mundo. Desde que hay mediciones, en la década de los 70, «nunca hemos conseguido bajar de los 850 millones, a pesar de que hoy somos capaces de producir un 17 % más de calorías por persona que hace 30 años», explica este responsable de la asociación de la Iglesia para la ayuda al Tercer Mundo.
Es necesario incidir en varios frentes. En los últimos años, la entrada de capital especulativo ha disparado el precio de los alimentos básicos, y dado que, en los países en desarrollo, el 70 % del gasto familiar se destina a alimentación (frente al 10-20 % de los países ricos), la volatilidad en los precios tiene consecuencias dramáticas. Urge tomar medidas para garantizar la seguridad alimentaria. En esa línea, se insiste en la importancia de reforzar las capacidades locales de producción de alimentos, y en la eliminación del proteccionismo agrario en Europa y Estados Unidos, que distorsiona gravemente los mercados mundiales.
Otro gran frente abierto es la revalorización de la pequeña agricultura familiar ecológicamente sostenible. Marco Gordillo reconoce que, a día de hoy, no es posible prescindir del modelo de producción industrial, pero advierte de que, por esta vía, la producción se consigue «a costa de agotar los recursos naturales y de fuertes impactos medioambientales a la larga insostenibles». Apostar por el pequeño agricultor supone también defender un reparto más equitativo de la tierra, y es una eficaz estrategia contra el cambio climático, una urgencia improrrogable. En el Sahel, zona próxima a España, el desierto del Sáhara avanza cada año en 1,5 millones de hectáreas.
Todos estos problemas exigen una implicación decidida de los Gobiernos. Para ello –advierte Manos Unidas–, es importante la presión de la sociedad civil. Pero además, añade Gordillo, «debemos entender que todos somos cómplices. El problema del hambre tiene que ver con nuestros propios patrones de producción y de consumo». El derroche de energía o el exceso de consumo de carnes y productos industriales no sólo genera problemas de obesidad en los países ricos, sino que priva a los habitantes de otras latitudes de recursos básicos. Además, «el 30% de los alimentos acaba en la basura, y eso incide tanto en el cambio climático como en el precio de los alimentos. España es uno de los países europeos que tira más alimentos a la basura. No estamos hablando tanto de la hostelería, como de nuestras propias familias».
Para más información, puede consultarse el informe El desafío del hambre. La seguridad alimentaria en nuestro mundo globalizado, disponible en la página web: www.manosunidas.org.