Celestino Aós: «Es un respaldo a la Iglesia de Chile»
De origen navarro, llegó al Arzobispado de Santiago en plena crisis por los abusos. Asegura no tener «miedo a la verdad» y pide a la Iglesia «salir para amar y servir»
¿Cómo se entera uno de que le hacen cardenal?
A mí me enviaron un ángel del cielo, el arcángel san Gabriel, que vino aquí con las alas blancas… [Se ríe y comienza de nuevo] Era el día del plebiscito [constitucional] y estaba desayunando antes de ir a votar, cuando sonó el teléfono. Era mi hermana desde España. «Pero cómo no nos dices nada. Mira que tenernos que enterar por la prensa…», me soltó. «¿Pero enteraros de qué?». «De que vas a ser cardenal». «Pero qué dices, no te lo creas, que será una broma», respondí. Posteriormente, alguien me mandó el trocito de audio en el que el Papa decía mi nombre y, poco después, en la cola para votar, me llamó el nuncio. Ahí me lo terminé de creer.
¿Qué le dijo al Señor entonces?
Tras el desconcierto le pedí que me ayudara. Tengo claro que no soy un hombre que pueda presentar un palmarés repleto de méritos. Mi lema episcopal es Amar y servir, así que también le pedí que me ayudara a amar y servir a esta Iglesia concreta, que tiene sus sombras, que tiene sus pecados, que tiene sus heridas, pero a la que Él mismo me llamó.
¿Cree que su nombramiento encierra algún mensaje del Papa hacia la realidad de la Iglesia local y del país?
Si, creo que es un respaldo al camino que la Iglesia en Chile va recorriendo. Mi nombramiento también es un mensaje del Papa para que nos sigamos esforzando por llevar adelante la tarea que tenemos entre manos, que no es otra que poner a Jesucristo en el centro y corregir todas aquellas cosas que tenemos que corregir. Y por último, creo que manifiesta que Francisco está con nosotros y se preocupa por sus hijos de Chile. Precisamente, el otro día me llamó para saber cómo estábamos tras la quema de los dos templos. A veces, más que un mensaje, se necesita la cercanía y el amor, como en este caso.
¿Cómo vivió la quema de las iglesias?
Con un enorme dolor. Más allá de lo material, a uno le duele encontrarse con la comunidad parroquial abatida por ver arder el templo en el que han vivido la fe, donde han llevado sus muerto a enterrar, donde bautizaron a sus hijos, donde quizá se casaron… Lo sienten como un ataque directo a la religión y a su corazón, que es la fe.
¿Cuáles son los desafíos que tiene planteados la Iglesia chilena?
La Iglesia debe presentar a Jesucristo, que es luz y bien para el hombre. Si no estamos convencidos de que Jesucristo es un bien para el hombre, ahí andamos mal. Luego, además, creo que debemos desechar la idea de tratar de reconquistar nuestra posición en la sociedad. Como ha evidenciado la pandemia, y los últimos Papas han expresado reiteradamente, hay que olvidarse de esa Iglesia de multitudes o que tiene un brillo social. Eso ya pasó. Ahora hemos de encarnar esa Iglesia en salida y salir, pero para amar y servir.
Llegó a Santiago en un momento muy complicado. ¿En qué punto se encuentra el tema de los abusos sexuales y qué medidas se han tomado?
Es algo muy doloroso. Son acciones delictivas algunas de ellas, otras son ciertamente aberrantes. Quisiéramos que nunca hubieran ocurrido y que nunca vuelvan a ocurrir. Por eso, queremos saber realmente qué pasó y cómo fue posible que esto se diera dentro de una Iglesia. No tenemos miedo a la verdad. Y lo queremos saber para que no se vuelva a repetir. Para ello, hemos implementando muchas acciones, como reexaminar los currículos formativos en el seminario y, por supuesto, ver cómo podemos ayudar a las víctimas.