Cayó en tierra buena y dio fruto - Alfa y Omega

Cayó en tierra buena y dio fruto

Miércoles de la 16ª semana de tiempo ordinario. Santos Joaquín y Ana / Mateo 13, 1-9

Carlos Pérez Laporta
Jesús predica en una barca James Tissot
Jesús predica en una barca. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Mateo 13, 1-9

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

Les habló mucho rato en parábolas:

«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.

Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.

Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron.

Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra sesenta; otra, treinta.

El que tenga oídos, que oiga».

Comentario

El mar, el gentío, las barcas. Este Evangelio, escuchado en esta época del año en España tiene un regusto veraniego: «Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla». Aunque no se nos dan indicaciones del momento del año, ese regusto estival puede resultarnos útil para escuchar más resonancias de la palabra, que alcanza todas las situaciones de la vida.

Porque si algo nos revela con claridad este Evangelio es que Jesús siempre nos está hablando, en cualquier momento de la vida. El Señor siembra su palabra sin cesar con independencia de la situación en la que estemos: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino […]. Otra parte cayó en terreno pedregoso […]. Otra cayó entre abrojos […]. Otra cayó en tierra buena». Jesús nos habla sin ponerse a calcular cuánto provecho sacaremos. Nos llama siempre, y busca de manera incesante nuestra salvación.

De nuestra parte estará estar disponibles para escucharle. Sea donde y cuando sea. «El que tenga oídos, que oiga». Está en nuestra mano permitir que la palabra de Dios pueda llegarnos hoy, dando el espacio, rechazando las distracciones, saboreándola y digiriéndola.