Católicos y judíos, juntos para que «no se opaque la imagen de Dios» en el hombre
«La memoria no puede y no debe dejar lugar al olvido», ha pedido el Papa en su encuentro con la comunidad judía en la plaza Rybné, de Bratislava
Católicos y judíos deben colaborar para que no se use el nombre de Dios en vano. «La peor blasfemia» es «usarlo para los propios fines, más que para respetar y amar a los demás». Pero también se profana «cuando se viola la dignidad única e irrepetible del hombre, creado a su imagen». Lo ha afirmado el Papa Francisco durante el encuentro con representantes judíos en la plaza Rybné, de Bratislava.
Durante la tarde de su segundo día en Eslovaquia, el Santo Padre se ha mostrado conmovido, confesando el deseo de descalzarse para pisar «un lugar bendecido por la fraternidad de los hombres en el nombre del Altísimo». En este lugar del antiguo barrio judío una sinagoga convivía con la catedral de la Coronación. «Posteriormente, el nombre de Dios fue deshonrado» por «la locura del odio», ha recordado con dolor.
Eslovaquia fue uno de los países donde la persecución contra los judíos fue más dura. Y no solo por parte de los nazis, sino de su propio Gobierno. En 1938, cuando declaró unilateralmente su independencia, se culpó a los judíos de la importante pérdida de territorio a favor de Hungría. En 1941 se promulgó la ley antijudía más estricta de Europa; y se negoció con Alemania la deportación de 58.000 personas a Auschwitz. En 1944, tras la invasión alemana, los trenes de la muerte se llevaron a otros 13.500. Miles más fueron asesinados en los bosques.
Contra toda forma de antisemitismo
Memoria viva de esta historia es el profesor Lang, huérfano del Holocausto. Su padre fue deportado en 1942, cuando él solo tenía dos meses. «Solo después de 50 años descubrí en los archivos que murió en Ucrania. El destino no me ha dado ocasión de recitar la oración del kaddish por los difuntos en su tumba», ha compartido con el Santo Padre.
En 1944, también se llevaron a su madre. «Murió durante la marcha de la muerte en algún lugar de Alemania». Él, ingresado a causa de una enfermedad, salvó la vida dos veces: de los nazis, gracias a las enfermeras que ponían carteles de enfermedades infecciosas en las puertas de los niños judíos; y tras un bombardeo. Casado desde hace 55 años, gracias a ello han visto la luz dos hijos y seis nietos.
Uno de los momentos más conmovedores del viaje del Papa Francisco a Eslovaquia ha tenido lugar a puerta cerrada: su vista de este martes al Centro Belén, en el que las Misioneras de la Caridad acogen a personas sin hogar. El Santo Padre ha querido estar a solas con estas personas, «algunas muy enfermas», como apunta Eva Fernández, corresponsal de COPE y colaboradora de Alfa y Omega.
Ha rezado con ellas, les ha regalado una imagen de la Virgen con el Niño y ha firmado en el libro de visitas: «Gracias por vuestro testimonio, gracias a los voluntarios. Rezo por vosotros. Por favor, háganlo por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os custodie». Conscientes de esta petición constante del Pontífice, las religiosas de Madre Teresa de Calcuta habían decorado su fachada con la frase: «No nos olvidamos de rezar por ti». Al terminar la visita, el Papa ha salido al patio, donde ha cantado un coro de niños, y ha dirigido a todos unas palabras antes de dirigirse a la plaza Rybné.
«Estamos unidos en la condena de toda violencia, de toda forma de antisemitismo», ha respondido el Pontífice, que ha confesado su vergüenza por todos los opresores que «han declarado: “Dios está con nosotros”». Y ha animado a seguir recordando estos hechos. «La memoria no puede y no debe dejar lugar al olvido», pues no habrá fraternidad «si antes no se han compartido y disipado las oscuridades de la noche».
Signos de esperanza
Ambas religiones, ha insistido, deben ayudarse para que no se siga «opacando la imagen de Dios» en el hombre mediante «ídolos vanos y falsos que deshonran el nombre del Altísimo»: el poder, el dinero, la indiferencia, la manipulación de la religión (ya sea para buscar la supremacía o reducirla a la irrelevancia), el olvido del pasado, la ignorancia que justifica, la rabia y el odio.
Sin embargo, la plaza Rybné es también un lugar de esperanza, ha continuado Francisco. Allí la comunidad hebrea enciende la primera luz de Janucá y «en la oscuridad surge el mensaje de que la destrucción y la muerte no tienen la última palabra, sino la renovación y la vida». No ha faltado en el encuentro, por ello, un recuerdo también para aquellos que se arriesgaron por salvar a los judíos. Por ejemplo, el encargado de negocios de la Nunciatura, Giuseppe Burzio, que incansablemente combatió el antisemitismo del Gobierno cuando ningún político lo hacía. También escondió a algunos judíos, como ha recordado la ursulina sor Samuela, dentro de un breve relato con testimonios de cómo su congregación intentó proteger a niñas judías.
Ya en el presente, ha celebrado el Santo Padre, la comunidad judía de Bratislava «está viva y abierta al diálogo». Y, gracias a ello, en el momento actual «nuestras historias se encuentran de nuevo». Para concluir, ha animado a seguir «en la verdad y con sinceridad, en el camino fraterno de purificación de la memoria para sanar las heridas pasadas, así como en el recuerdo del bien recibido y ofrecido».