Carmelita youtuber y semiabstemio digital: «Solo me conecto una hora al día»
El carmelita Abel de Jesús ha ganado el III Premio de Ensayo Teológico Joven PPC por su obra Internet y vida contemplativa. «El punto para discernir un buen uso de las tecnologías es ser honesto con los perjuicios que puede tener y humilde para saber aprovechar todos sus beneficios», afirma
A sus 27 años, el carmelita descalzo tinerfeño Abel de Jesús ha obtenido el galardón con el que la editorial PPC busca valores emergentes en el campo de la investigación espiritual, intelectual y existencial del Evangelio. En su obra, plantea cómo hacer que la espiritualidad sobreviva en la era digital y da unas claves para que internet no interfiera en la vida cotidiana de las comunidades contemplativas.
Abel, dedicas tu ensayo a Internet y vida contemplativa. ¿Son dos realidades antagónicas?
En apariencia sí, y a veces también en la realidad. Para hablar desde mi propio recorrido personal, yo entré en los carmelitas descalzos por un deseo de vida contemplativa, y me di cuenta en determinado momento de que mi ideal contemplativo se veía impedido no por Internet en sí, sino por lo que hacía en mí, por el uso que hacía.
¿A qué te refieres?
La propia naturaleza de internet lo hace cada vez más atrayente, estamos en una cultura de la atención que tiene detrás intereses económicos. Internet en realidad no es un medio, es un continente en el que hay de todo y que busca la captación de tu atención, sobre todo a través de la frecuencia con la que entramos y el tiempo que pasamos dentro. A internet le interesa aumentar estos valores con mecanismos que a mí me captaban de manera eficaz, la verdad. Experimenté una sobrecarga de estímulos que hacía que mi vida espiritual desmejorara.
Eso le puede pasar a cualquiera…
Depende de la configuración psicológica de cada uno, pero es una tendencia bastante generalizada. Solo hay que ver los índices de adicción, no solo a Internet en sí, sino a todo lo que hay dentro: adicción a las compras, al entretenimiento, a la hipercomunicación, a la información, a la pornografía, incluso al deporte a través de las pulseras de actividad. Otro elemento cada vez más extendido es la nomofobia (no móvil fobia), que es el miedo a olvidarse el móvil en casa o a quedarse sin batería. El punto de todo esto es que estas cosas afectan de manera profunda pero muchas veces de modo desconocido. No somos conscientes de todo lo que puede repercutir en la vida contemplativa de un consagrado o de un seglar.
¿Qué hay de lo positivo?
Hay tres formas de evitar el discernimiento en este campo. Decir que internet es un invento del demonio es una de ellas. Otra es restarle importancia pensando que somos adultos y libres y que cada uno haga lo que quiera. Y la tercera es defender que internet es la panacea y la salvación para todo. Nada de eso. El punto para discernir un buen uso de internet es ser honesto con los perjuicios que puede tener y humilde para saber aprovechar todos sus beneficios, que incluso pueden jugar a favor de la vida consagrada y de cualquiera. Se trata de saber discernir bien. Internet es tanto un riesgo como una posibilidad.
¿En qué aspectos es un buen recurso para la vida consagrada?
Para algunas comunidades juega a favor porque es un modo de difundir sus productos. Otra ventaja está en el terreno de la formación, por ejemplo. Pero también valoro que haya comunidades que den el testimonio de vivir en la abstinencia digital, de vivir sin Internet. Es una necesidad que también surge en el mundo secular no religioso, hay movimientos que hablan de eso, de desconectar, personas que se han dado cuenta de que la vida es mejor sin lo que internet hacía en ellos.
¿Cuál es tu relación personal con el continente digital?
Yo me considero semiabstemio, porque quiero evangelizar en internet pero mi espiritualidad está en la vida contemplativa. Yo estoy conectado a internet solo una hora al día, el resto estoy desconectado, aunque trabaje con el ordenador.
¿Tienes Whatsapp?
No. Yo no uso un smartphone por principio. Me di cuenta de que a mí no me aportaba nada. Ojo, yo no propongo eso para todos, pero sí es una posibilidad legítima sobre todo cuando sentimos que nos afecta a la vida espiritual. Como dice el Señor: «Si tu mano te hace pecar, córtatela».
Sospecho es que a mucha gente le afecta internet aunque no se dé cuenta.
En las 24 horas que tiene el día, muchas personas no se separan de su móvil ni a un metro de distancia, ni siquiera en los dos momentos más íntimos que tenemos: la cama y retrete. El rato del retrete se ha convertido en un momento de hipercomunicación.
Yo personalmente no puedo descansar bien si el teléfono está en la mesita de noche. Y en mi celda no uso internet, siempre tengo un lugar aparte para ello. Esa es una de las propuestas que hago: tener una arquitectura de comportamiento espiritual, un diseño físico de nuestra vida y de nuestros espacios que favorezca un comportamiento libre: el que queramos nosotros, no el que nos imponga la tecnología. Esto implica momentos de abstinencia y lejanía.
Eso me llama la atención, porque tú estás muy metido en YouTube. ¿Cómo llegaste ahí?
A regañadientes [risas]. Yo era enemigo de la tecnología y criticaba a los curas y monjas que estaban en internet, pero hubo un momento durante mi profesión simple que sentí –de manera contradictoria y paradójica, pero también clara– que el Señor me estaba llamando a evangelizar en YouTube. Luego siguió mucha reticencia, pero después de un discernimiento con mi director espiritual y mis superiores, acordamos que era voluntad de Dios. Y así me metí en esta aventura. Para explicarlo de algún modo, tuve como referencia la figura de Jonás, el profeta apasionado pero reticente.
¿Qué balance haces después de un año largo haciendo videos?
Estoy contentísimo porque recibo muchísima comunión, de verdad siento la comunión de los santos en internet. Pero también he visto muchísima polarización, simplificación de las posturas y enfrentamientos. Aproximadamente, el 99 % de los insultos que recibo vienen de parte de personas que se dicen católicas.
Una pregunta-ficción: ¿crees que santa Teresa de Ávila o san Juan de la Cruz, carmelitas como tú, estarían hoy en internet?
Yo creo que se valdrían de internet para todo aquello que hiciera prosperar la dimensión contemplativa de sus vidas. Yo no dudo de que santa Teresa se pondría en contacto con monjas y seglares para el bien de sus fundaciones y para llevar adelante el plan de Dios, pero no se dejaría atrapar por los lazos de internet ni dejaría que lo hicieran sus monjas. En eso sería muy despierta y radical.