Carlos Pérez Laporta: «No somos problemas que hay que resolver» - Alfa y Omega

Carlos Pérez Laporta: «No somos problemas que hay que resolver»

Cristina Sánchez Aguilar
Carlos Pérez Laporta
Foto cedida por Carlos Pérez Laporta.

Colaborador asiduo de Alfa y Omega y profesor universitario, se estrena como autor con este primer libro, Nacidos para Vivir, publicado recientemente por Palabra. En él hace un repaso por los grandes temas que salpican la vida desde una perspectiva antropológica y filosófica, entrelazada con sus vivencias personales y con la mirada de literatos y notables personajes de la historia. Un libro para entender quiénes somos ahora y quiénes queremos ser desde hoy.

Nacidos para vivir nace después de un año de reflexión personal. ¿Recuerda un momento concreto en el que dijo «este libro tiene que existir» y con qué motivo?
—El libro desde el inicio fue un encargo de la editorial, que había leído mis artículos. Era algo que venía de fuera, que me hacía mucha ilusión, pero el tema tenía que buscarlo yo. Sin embargo, como me dejaron escoger de manera libre, fue precisamente al hablar con amigos y gente de mi alrededor cuando descubrí que no había nadie que me hubiera dado la respuesta sobre qué hacer con la propia vida.  

—Dice que ni es un libro autobiográfico ni es un libro de autoayuda. Siento discrepar, pero hay un poco de ambos. Siempre que algo nos incita a mirarnos, nos ayuda.
—Pretende ayudar, pero no es un libro típico de autoayuda en el sentido de que no doy recetas; lo que ofrece es mi vida. También hay un poco de autobiografía, pero está muy diseminada, muy enhebrada con filósofos, con literatos, con poesía, con ideas y con encuentros con personas. Tengo una incapacidad muy grande de hablar de cualquier cosa si no pertenece a mi experiencia, pero no es una autobiografía al uso. No huyo de ninguna de las dos categorías del todo, pero tampoco me quedo en ellas. Es un libro en el que trato de ofrecerme a mí mismo como ayuda a los demás, pero sin máximas.

—Va dirigido a jóvenes y adultos que busquen reflexionar sobre su vida, pero yo diría que es un libro fundamental para los jóvenes que se plantean cómo afrontar su presente y su futuro. Habla de propósitos, familia, amores, contradicciones…
—Desde un inicio estaba muy enfocado a la gente joven, pero el otro día un amigo me llamaba la atención sobre la necesidad de ofrecerlo a todo el mundo, porque estar vivo significa estar justamente en ese punto en el que las cosas te las planteas de raíz. En ese sentido sí, el público originario eran los jóvenes, pero cada vez estoy más convencido de que quizá pueda servir a todo el mundo, porque tenemos esas contradicciones, esos problemas, esas alegrías, esos caminos en los que nos movemos y en los que tenemos que discernir y descubrir cosas. Lo que cuento de los abuelos, de los amigos… son temas perennes en la vida, que no se agotan y que además tienen que estar constantemente siendo renovados.

—¿Qué fue lo más desafiante de escribir sobre temas tan universales sin que sonara abstracto?
—Ha sido poner ejemplos, no dejar que mis intereses literarios o filosóficos me llevaran a lo abstracto. He tratado de recorrer el camino con el lector: las grandes ideas, que son grandes porque recorren la vida de la gente, he tratado de bajarlas al barro. He intentado que las personas que no tienen esos intereses o ese tiempo para leer a grandes personajes, leyendo un libro más sencillo puedan hacer esa experiencia que yo he hecho de una manera lo más cotidiana posible.

—¿Qué autores, amigos, conversaciones o experiencias le han influido más?
—Quien más me ha marcado, quizá no tanto por sus textos sino por lo que refleja de su vida, es Lorca. Por eso hago tanta alusión a la poesía. Este poeta se ha convertido en los últimos años en un gran compañero de viaje por su sufrimiento, y al mismo tiempo por su alegría y esperanza, que riman con ese sufrimiento sin darle la última palabra. Luego amigos y, sobre todo, un profesor que tuve en el colegio, de Filosofía, que conectaba en clase las grandes cosas con las pequeñas.

—¿Qué ha descubierto de sí mismo durante el proceso de escritura?
—Me comprendo mejor a mí mismo narrando. Y, sobre todo, haciéndolo para los demás. Porque cuando escribo para mí mismo me puede una cierta vanidad estúpida, pero si escribo como servicio a los demás, eso me permite entender más. En ese sentido, he descubierto en cierta manera mi vocación; lo que más da sentido a mi vida es escribir. Para los demás, para mí mismo, para comprenderme. Disfruto juntando palabras, buscando el adjetivo o el término que atine con lo que estoy experimentando para que otra persona pueda llegar a pensar que estoy hablando de ella, que ese es el milagro de la literatura.

—¿Qué le gustaría que cambiara en la vida del lector después de terminar el libro?
—Que pudiera renovar la mirada sobre sí mismo y descubrirse como misterio en todas las facetas de su vida. Eso ennoblece la propia existencia: experimentar el misterio único que es uno, pese a las contradicciones, los problemas y los defectos. Somos infinitamente más de lo que somos capaces de hacer mal. 

—¿Cuál ha sido la reacción más sorprendente o significativa que ha recibido de quienes ya lo han leído?
—Me ha sorprendido que haya gustado, es algo en lo que he puesto tanto cariño personal que pienso que igual no gusta a los demás, pero hay gente que me ha escrito por redes y me impresiona que sean capaces de identificarse con mis historias sin conocernos. Es el milagro de lo universal en lo concreto de la poesía y la literatura.

—Si solo pudiera transmitir una idea esencial de Nacidos para vivir, ¿cuál sería?
—Que las situaciones de la vida de cada uno no son problemas que resolver, sino misterios con los que hay que vivir. Ojalá pudiera la gente descubrirlo con la humildad y el orgullo con el que yo lo descubro no solo de mí, sino de mis amigos y de mi familia.