Cáritas y las parroquias salen al rescate de los niños con campamentos de verano
Cáritas Madrid y varias parroquias de la archidiócesis ofrecen un ocio alternativo a los niños de las familias —especialmente monomarentales— con trabajos precarios y sin más cuidadores
Apenas tiene 7 años, pero eso no le impide soltarse con desparpajo ante los mayores. Como hay mucho ruido de fondo de otros niños como él en la colonia urbana de Pico de los Artilleros —en el barrio madrileño de Moratalaz—, nos habla a gritos. «¡Hola, soy Lucas! ¡Me encanta mucho este campamento!». Ilusionado por hablar con un periodista, nos cuenta «que ayer estuvimos comiendo». «Y no solo eso, ¡estamos jugando muchísimo!». Él es uno de los 1.100 niños a los que Cáritas Diocesana de Madrid proporciona una alternativa este verano a través de 17 colonias urbanas en distritos de la capital y otros doce campamentos con pernocta en otras provincias. Él se ha quedado en la capital, pero otros están veraneando ahora mismo en León, Tarragona, Pontevedra o en la casa que la entidad tiene en Cercedilla. En total, las convivencias organizadas este año son casi el doble que en 2024.
Noe, la monitora de Lucas, nos explica que «tenemos preparadas tres semanas con temáticas superchulas». La pasada giró en torno a piratas y bucaneros. Vienen muy al hilo de sus visitas casi diarias a la piscina que, en el barrio de Moratalaz, está encuadrada precisamente en un gran polideportivo. Algo que, según nos chivan otros chavales, les permite pasar el resto del día jugando al fútbol y al balón prisionero.
- 1.100 niños se beneficiarán de las actividades de Cáritas este verano.
- 17 colonias urbanas en distritos de Madrid les darán una alternativa.
- Doce campamentos con pernocta fuera de la ciudad les permitirán conocer el mundo rural.
- 50 niños hay en promedio en cada una de las colonias urbanas de Cáritas.
- 7-12 años tienen los niños del campamento de Felipe y Santiago el Menor.
- 40 chavales de la parroquia veranean desde el lunes en Casasbuenas, en Toledo.
Junto a otros jóvenes con el título de monitor de tiempo libre —es necesario un profesional cualificado por cada diez niños— y algunos voluntarios más de Cáritas, Noe coordina en total a unos 50 chavales «que se están portando muy bien y participan en todas las actividades estupendamente». Y nos confía un secreto que los más pequeños aún no saben, pero los que rozan la adolescencia ya sospechan: «Para el último día tenemos una pedazo de excursión, iremos al Aquopolis», un famoso parque acuático en el noroeste de la región. «Es sorpresa, pero algunos ya se lo huelen y están muy nerviosos», añade.
José Antonio Martín Vázquez, responsable del Programa de Infancia y Adolescencia de Cáritas Diocesana de Madrid, explica que con estas actividades la entidad busca «dar respuesta las necesidades de las familias». «Tienen trabajos precarios que les hacen vivir muy al día y reciben alguna ayuda, pero no pueden disfrutar de ningún ocio que no sea gratuito».
Están dirigidas a los niños de las familias que Cáritas acompaña en cualquiera de sus proyectos, como los de empleo o asesoría jurídica; «pero la mayor parte de las veces vienen acompañados desde la acogida parroquial». Según detalla Martín, «por su situación, se ha visto que es bueno que acudan a un proyecto que funciona todo el año para ayudarlos con los deberes y a formarse como personas», así que muchos ya son conocidos por la entidad. Estas colonias suponen el broche de oro a un curso entero siguiendo su evolución.

Del tedio al estirón
«Llegado este momento del verano, para cualquier familia en Madrid siempre es una locura plantearse qué hacemos con los niños; no tenemos dónde meterlos», reconoce Martín. Pero, aunque haya dificultades para todo tipo de niveles adquisitivos, recalca que especialmente «esas familias con un trabajo precario y que sobreviven de mala manera necesitan tener controlados a los niños en un sitio para que pasen la mañana». Durante los meses de verano, en los que se guardan muchos recuerdos imborrables para el futuro, «se los hace crecer más como personas en esos momentos de ocio de lo que se puede hacer durante el curso en el refuerzo escolar».
«La diferencia es muy grande», reivindica Martín. Consiste en, o estar «en casa sin control viendo la tele, o estar con un equipo de coordinadores y monitores con un programa aplicado para tenerlos entretenidos y ayudarlos a formarse como personas y relacionarse con otros», desgrana el responsable del Programa de Infancia y Adolescencia de Cáritas Madrid. Hablando coloquialmente, no es que hayan pasado el día «aparcados», sino que los propios padres ven cómo sus hijos «salen encantados contando miles de anécdotas».
Y campamentos parroquiales
Beatriz Oltra es miembro del equipo organizador de los campamentos de la parroquia de los Santos Apóstoles Felipe y Santiago el Menor, un humilde templo en el barrio madrileño de La Elipa. Desde el 23 de junio, primer día laboral tras el final del colegio, ha estado coordinando un campamento urbano de lunes a viernes de 9:00 a 17:00 horas para unos 40 niños en esta iglesia con las puertas abiertas pues, aunque muchos son feligreses regulares de los alrededores, «algunos vienen de más lejos».
«Incluso tenemos algunos chavales que son cristianos pero no católicos, como dos hermanitas ucranianas y otra niña medio ucraniana y medio polaca». Aunque sus familias son ortodoxas, les gusta pasar el tiempo con sus nuevos vecinos católicos y «participan en todas las oraciones y Misas» con absoluta normalidad. También en el ángelus cada mediodía o en la bendición de la mesa antes de cada comida.
Durante estos días en el campamento urbano «les hemos dado formación, hemos jugado y hecho actividades culturales». Por ejemplo, aprovechando las muchas fichas que han leído sobre El Quijote, han visitado la casa de un escritor contemporáneo a Miguel de Cervantes, la de Lope de Vega.

Reclamo para la comunidad
Pero lo mejor viene ahora, pues el lunes pasaron del campamento urbano al rural alojándose en un albergue en Casasbuenas, un pequeño pueblo de Toledo. «Es la primera vez que vamos», confiesa Oltra. «Tendremos juegos, yincanas, manualidades, teatrillos para que se inventen sus historias. Conviviremos todo el día y añadiremos la piscina, que siempre viene muy bien», adelantaba la monitora unos días antes. También organizarán un día una caminata de media distancia aprovechando el entorno.
No todos los niños que participan en esta actividad presentan perfiles tan vulnerables como las familias acompañadas por Cáritas; hay más variedad en sus condiciones de vida. No obstante, «muchos vienen becados» o están familiarizados con el ente benéfico porque «estamos en un barrio modesto» y muchos hogares «tienen recursos limitados». Pero se les sufraga lo que haga falta porque «es una necesidad para las familias que trabajan» y, renunciando a cualquier lujo, la colonia es lo más práctica y austera posible. «Los monitores somos todos voluntarios porque es una forma de ahorrar», detalla Oltra.
La esperanza de esta coordinadora es que, más allá de proponer un necesario alivio para las familias marcadas por la precariedad y la falta de cuidadores alternativos, el campamento sirva también para vincular a la parroquia a los chavales que el resto del año están desperdigados y sin referentes. «Este año vienen muchos chicos nuevos y algunos de los chavales que van ahora a Misa nos conocieron primero por el campamento», explica sin afán proselitista, pero sí con el convencimiento de que los niños merecen una alternativa al sofá y la tele.
José Antonio Martín Vázquez, responsable del Programa de Infancia y Adolescencia de Cáritas Madrid, explica que, entre los 1.100 niños que pasarán este verano en sus actividades, «estamos viendo una mayoría de familias monomarentales». Además, como un porcentaje importante de ellas son de origen migrante, «no pueden tener ese apoyo propio de una familia extensa» formada por tíos y abuelos, pues se encuentran al otro lado del mar o el océano.
Sin estos referentes, entidades como Cáritas juegan un rol imprescindible para vincular a los chavales con sus semejantes y darles una dirección. Y «aunque muchísimos acuden a un proyecto durante todo el curso, es en este contexto exclusivamente de ocio donde se hacen las amistades que duran más tiempo». Pero es que, además, esta es la cantera perfecta, pues muchos de los voluntarios de hoy fueron acompañados por la institución de niños. «El fin que tenemos en todas las actividades es romper la transmisión intergeneracional de la pobreza, que vean que por haber nacido en una familia no están marcados», explica Martín. Por tanto, «que de aquí salgan muchos monitores es un ejemplo buenísimo».