Cáritas en la frontera de Eslovaquia: «Ojalá el apoyo se prolongue unos meses»
Anton Fric, de Cáritas Diocesana de Spis, lleva desde el 24 de febrero atendiendo a parte de los 140.000 ucranianos que han llegado a su país
Al levantarse el 24 de febrero, Anton Fric supo que Rusia había iniciado la guerra en Ucrania. Es trabajador social en Cáritas Diocesana de Spis, en Eslovaquia, y nada más enterarse pidió permiso a su jefe para desplazarse a Ubla, el segundo puesto fronterizo más grande entre ambos países. «Cogí todo lo que teníamos en el almacén y pedí a nuestro sacerdote que se viniera».
Acostumbrado a trabajar con madres solteras y con la comunidad gitana, le impactó el panorama «nefasto» que se encontraron al llegar. «Nadie estaba preparado para tanta afluencia» de gente, y miles de personas esperaron durante 20 horas a 5º C bajo cero. Las dos primeras noches «nos permitieron cruzar al lado ucraniano de la frontera con la furgoneta, y comenzamos a repartir té y sopa calientes, unas 500 mantas y muchos caramelos y botellas de agua».
Hasta este martes, de los dos millones de ucranianos que han huido por el oeste del país, 140.000 han llegado a Eslovaquia. «Nadie sabe» cuántos más pueden llegar en las próximas semanas, pero temen que sean varios cientos de miles más. La mayoría se acercaron a la frontera en coche, autobús o tren, y luego hicieron el último trecho a pie. Aunque «algunas mujeres con niños caminaron cinco días».
Madres e hijos es el perfil del 95 % de los recién llegados. Ucrania prohíbe que los hombres en edad de tomar las armas salgan del país. Pero «permite irse a los padres de familias numerosas, de tres hijos o más», explica Fric.
La labor de las religiosas
La tarea principal del equipo que ha formado es dar información y algo de comida a la gente nada más cruzar la frontera. «Otras organizaciones organizan el transporte y el alojamiento». Pero a menudo hacen más. Un activo único que tienen son «cuatro religiosas que hablan ucraniano. Pueden comunicarse» con los refugiados «a un nivel que nadie más puede, porque confían mucho en ellas». Esto les está permitiendo hacer también «un gran trabajo» de escucha y acompañamiento, pues «no tenemos psicólogos que hablen» este idioma.
Al principio, la mayoría de los refugiados tenía donde ir, pues la primera oleada estaba formada por personas de zonas más cercanas a la frontera, con parientes en Eslovaquia, la República Checa o Alemania. Pero ahora llegan más desde Kiev y otros lugares, y crece el número de los que no tienen allegados en Europa. Fric se ha encontrado incluso con algunos argentinos, nigerianos o peruanos, «sobre todo estudiantes de las universidades de Kiev y Járkov», y ha tenido que ayudarles a contactar con sus embajadas.
Para todos los que no tengan destino fijo, «podemos ayudarles a encontrar alojamiento en Eslovaquia o donde necesiten o quieran», ofrece. Muchos confían en poder volver a casa dentro de un mes o algo más. «Esperamos que puedan». En caso de no ser así, «dentro de tres meses tendrán estatus de refugiados y podrán trabajar» legalmente. «Nos hacen falta trabajadores, y como los idiomas son bastante similares la transición es fácil».
Quizá crezcan las necesidades
Todavía están sorprendidos por el apoyo entusiasta de los eslovacos y los checos a la acogida. «Hay decenas de miles de voluntarios», apunta Fric. Esa primera noche, puso en marcha una página web para que la gente pudiera ofrecer cualquier tipo de ayuda: alojamiento, trabajo voluntario, dinero, asistencia médica o cualquier otra cosa. «Según las necesidades de la gente, vamos contactando con ellos» si alguien necesita un lugar donde quedarse o que le lleven a algún sitio.
Con experiencia en las crisis de refugiados anteriores, este trabajador de Cáritas solo espera que «este abrumador apoyo dure al menos dos o tres meses más. Tal vez las necesidades sean incluso mayores más adelante».
En medio de tantas necesidades, este trabajador de Cáritas insiste en que lo que más necesitan es dinero. «Gastamos mucho en gasolina, comprando suministros como calefactores, bombonas, linternas, baterías; o pagando el alojamiento de los voluntarios y autobuses que lleven a la gente a distintos destinos en Eslovaquia y la República Checa». También han empezado a comprar y enviar a localidades dentro de Ucrania «los productos para sus necesidades específicas». En solo una semana, todo esto les supuso 100.000 euros de gastos.
Lo siguiente, detrás del dinero, es la necesidad de «grandes cantidades de linternas frontales, cargadores portátiles, ropa interior térmica de cuerpo entero, kits médicos, guantes o gorros. Si pudieran enviar un camión con esas cosas, podemos enviarlo directamente a Ucrania».