Cardenal Vinko Puljić: «Salía de Sarajevo en secreto para animar a la gente»
Tres Papas han mantenido a Vinko Puljić al frente de la archidiócesis de Vrhbosna (Sarajevo). La tomó como pastor al caer el comunismo y la dejó en enero, meses antes de que Bosnia se convirtiera en candidato a la UE. Un servicio muy marcado por la guerra, que redujo sus feligreses a un tercio.
A usted y su extensa familia le marcó mucho una abadía trapense. ¿También en su vocación?
Como duodécimo hijo de mis padres, crecí en un ambiente cristiano. La familia fue mi primera escuela de fe. Nuestra vida estaba estrechamente relacionada con la abadía Marija Zvijezda, aunque no fuese nuestra parroquia. La sede de la parroquia estaba más alejada. El padre Anto Artner era un noble monje particularmente querido en ese monasterio. Fue el que más me apoyó en mi educación en la fe. Al mismo tiempo, fue un ejemplo para mi vocación sacerdotal. Él me apoyó en este camino y puedo llamarlo mi segundo padre, porque se preocupó de manera paternal, y también fue un modelo de celo espiritual.
¿Cómo era la vida de la Iglesia en la antigua Yugoslavia?
Durante el comunismo éramos hostigados. Una vez, desde el colegio se nos prohibió ir a la Misa del Gallo. Fuimos de todos modos. Cuando llegamos a clase, el director de la escuela nos pidió que nos levantáramos los que habíamos ido a la Misa de Gallo. En la clase estábamos juntos católicos, musulmanes y ortodoxos. Cuando yo y algunos otros católicos nos pusimos de pie, casi todos los demás también se levantaron por solidaridad. Entonces el director renunció a futuros castigos. Cuando entré al seminario, perdí mi derecho a la atención sanitaria y mi tarjeta de estudiante.
¿Por qué su diócesis mantiene el nombre de Vrhbosna en vez de Sarajevo?
Antes del Imperio otomano, no existía Sarajevo sino Vrhbosna, donde se encontraba la sede de la diócesis. Con la llegada de los turcos todo fue demolido, y de aquella primera catedral, que fue consagrada en 1244, solo quedó la piedra del altar, que ahora se conserva en el Museo Nacional. Durante el Imperio otomano, no había una jerarquía eclesiástica regular. Cuando llegó el Imperio austrohúngaro, se restauró la jerarquía eclesiástica regular y el Papa dejó el título de archidiócesis de Vrhbosna o Sarajevo para recordar esa realidad histórica.
Fue nombrado su obispo en 1990 y ordenado en 1991, justo después de la caída del telón de acero. Lo ordenó además el mismo san Juan Pablo II. ¿Qué visión tenían por aquel entonces de los retos y las prioridades de la Iglesia en la región?
San Juan Pablo II tenía un espíritu visionario y casi me obligó a aceptar el nombramiento por obediencia. Me dijo que la Iglesia local necesitaba una «cabeza» porque estaba pasando por momentos difíciles. Me ordenó como obispo y me animó a caminar valientemente en esta nueva misión. Cuando llegó el momento de la democratización, hice numerosos planes para la vida y obra de esta Iglesia local después del comunismo. Era necesario formar todas las estructuras necesarias para la vida de la Iglesia, que no teníamos. Lamentablemente, todos mis planes cayeron en saco roto porque llegó la desgraciada guerra.
¿Fue algo inesperado?
Aunque estaba claro que la guerra se estaba gestando, ingenuamente yo esperaba que no hubiera. No quiero entrar en detalles sobre cómo comenzó la guerra, simplemente debería decirse que la guerra no comenzó en Bosnia y Herzegovina, sino que fue una guerra política, con grandes poderes usando nuestras diferencias.
Este año se cumplen 30 años de su inicio. ¿Cómo vivió usted aquellos años?
No es fácil describir todos esos años de guerra. Muy pronto me sentí como Job al recibir tristes noticias sobre el sufrimiento en las calles y la desaparición de las parroquias que me habían sido confiadas. En seguida nos bloquearon en la ciudad de Sarajevo, y ese bloqueo duró casi cuatro años. Vivíamos sin luz, agua, calefacción ni comida, pero lo más difícil era la inseguridad constante. Traté de animar a los sacerdotes, religiosos y religiosas a testimoniar y proclamar la esperanza y la confianza en Dios, para no dejarse envenenar por el odio a pesar de la situación tan difícil. A pesar del peligro mortal, me movía con mi secretario y salía secretamente de Sarajevo para animar al clero y a la gente sobre el terreno. Es difícil describirlo en pocas palabras porque las heridas están frescas, a pesar de que han pasado tantos años.
De hecho pasó momentos de peligro real.
Hay muchos, pero mencionaré solo algunos. En mayo de 1992, en la noche del 12 al 13, caían bombas y había explosiones a cada segundo. Mis compañeros de casa y yo estábamos en el sótano. El techo de la residencia quedó destruido. Cayeron bastantes bombas en el patio. Estuve peligrosamente cerca de romperme psicológicamente. No teníamos electricidad. Logré encontrar una vela, la encendimos, traje una imagen de Nuestra Señora y comenzamos a rezar el rosario. Esa oración nos salvó a mí y a mis compañeros de rompernos psicológicamente. Estoy agradecido a Nuestra Señora por esta gracia.
¿Qué impacto tuvo la guerra en la Iglesia católica en Bosnia en concreto?
Es difícil expresar todo lo vivido por los fieles. La archidiócesis tenía 520.000 católicos en 150 parroquias. Hoy somos unos 150.000 católicos. Durante la guerra a muchos los expulsaron, una parte fue asesinada. Se demolieron cerca de 1.000 edificios eclesiásticos: parroquias, iglesias, casas y salones parroquiales, monasterios, etc. Los edificios se restaurarán fácilmente, pero las heridas del alma son difíciles de curar, sobre todo por la estrategia política que impidió el regreso de los exiliados.
¿Cuál fue el peor momento que recuerda?
Con la fuerza de la fe, soporté todas estas pruebas y alimenté mi fe con la oración. Mientras estaba en la sede de la archidiócesis, tenía un grupo de unos 30 jóvenes que se reunían regularmente en la capilla de mi casa para la oración conjunta, y los sacerdotes también nos reuníamos más a menudo con gran riesgo para nuestras vidas.
En 2012, en el 20 aniversario del estallido del conflicto, usted protagonizó un célebre abrazo fraterno con el patriarca Irinej en su primera visita a Sarajevo. Al día siguiente, hubo un encuentro de líderes religiosos. ¿Ha continuado el camino de reconciliación en estos últimos diez años?
La forma de construir la paz es a través del diálogo, a través de la verdad, la justicia, la reconciliación y el restablecimiento de la confianza. Debe quedar claro que para establecer un diálogo se necesitan dos lados. Hubo momentos de muy buena voluntad en el camino, y luego hubo tensión porque la política nos quería manipular. No es solo la política local, sino también la internacional. Cuando no nos necesitan, entonces nos acusan de meternos en política, y cuando algo se traba, nos llaman para que nos metamos. Es un tema muy extenso del que se puede hablar mucho…
¿Qué supuso en este proceso la visita del Papa Francisco en 2015?
La visita del Papa Francisco fue su señal paterna de apoyo a la construcción de la paz y de apoyo a los marginados de la sociedad. Ese día fue tan hermoso que un musulmán me dijo que nunca había tenido un día más bonito en su vida. Es difícil hablar de los frutos porque el espíritu de laicismo es tan fuerte en la opinión pública que se quiere minimizar todo lo que huele a religión.
Poco antes de recibir al Santo Padre, usted afirmó que seguía existiendo discriminación contra los católicos en Bosnia. ¿Sigue siendo así? ¿Qué papel juegan los líderes musulmanes locales?
Los poderosos de la política abusaron de los sentimientos religiosos para lograr sus objetivos. Por eso surgió una extraña radicalización, a la que ayudaron numerosos medios. Estamos en la encrucijada de las influencias mundiales, por lo que nos sentimos como «calderilla” en manos de los poderosos. Entonces comenzaron a influir corrientes de los países del Este. Nuestros musulmanes son locales, pero bajo la influencia de los petrodólares muchos se han radicalizado. En un momento, se las arreglaron bien con esta influencia, pero últimamente una parte ha sucumbido a estas influencias. No es por causa de la religión, sino la politización.
¿Cómo es la relación con los ortodoxos?
Es difícil de definir, porque primero son serbios y luego ortodoxos. Y su iglesia se llama la Iglesia ortodoxa serbia. Tienen un gran apoyo de Belgrado y Rusia.
¿Qué papel juega en esta reconciliación el Consejo Interreligioso de Religiones por la Paz, que usted mismo ayudó a fundar?
Es un intento genuino de construir un camino de diálogo en nuestra diversidad y cooperación mutua. Fue un verdadero mensaje para buscar el camino de la paz a través del diálogo, el aprecio y respeto mutuos. Hemos conseguido muchos logros positivos, pero no tenemos el poder para hacer lo que debería hacer la política local e internacional.
No es habitual que un obispo pase todo su episcopado en una sola diócesis. ¿A qué cree que se debió en su caso?
La mentalidad de nuestro tiempo es diferente. La Santa Sede rara vez cambia, especialmente en momentos difíciles de crisis. Por eso me dejó al frente de esta Iglesia local durante tantos años, porque mantuvo un ojo vigilante sobre lo que estaba haciendo como pastor local.
En este último año se ha dado la voz de alarma sobre el regreso de las tensiones nacionales en los Balcanes. ¿Qué está ocurriendo?
El Acuerdo de Dayton detuvo la guerra, pero no estableció una paz justa. No hay paz estable sin igualdad de derechos, sin la verdad sobre la realidad y sin la creación de un Gobierno en el que todas las personas se sientan seguras. La culpa no es solo de la población local sino también de quienes gobernaron este país de manera equivocada.
¿Puede ayudar la designación de Bosnia como candidato a la UE?
La UE debe entrar e involucrarse más en este país para que podamos formar parte de esa gran familia.
Usted ha participado en la comisión sobre el santuario de Medjugorje presidida por el cardenal Ruini. ¿Ha visto alguna evolución de la cuestión en los últimos años?
Nuestra comisión terminó su trabajo y entregó todo al Papa. Él tomó la decisión de nombrar un visitador especial para Medjugorje. Esto está funcionando muy bien ahora porque la gente normalmente viene, reza, se confiesa, hace penitencia y experimenta numerosas gracias. La Iglesia todavía no juzga las apariciones y los mensajes, sino solo el ambiente de oración.
¿Cómo celebran los católicos bosnios la Navidad? Más allá de lo común, ¿qué tradiciones hay en el país?
Como vivimos en un entorno en el que somos diferentes, se vive de manera distinta. Donde somos mayoría como comunidad se celebra públicamente, si somos minoría es sobre todo una celebración familiar y parroquial. Para la Navidad, muchos de los exiliados acuden a sus hogares a visitar a sus familiares que quedaron en estas zonas, por lo que la Navidad es una doble alegría: una experiencia del nacimiento de Jesús y un encuentro con sus seres queridos.
En su día, usted fue el cardenal más joven, con solo 49 años. ¿Por qué cree que san Juan Pablo II se fijó en usted?
Cuando San Juan Pablo II no pudo venir a Sarajevo en 1994, decidió nombrarme cardenal para que luchara en su nombre y en nombre de la Iglesia aún con más fuerza por los hombres, los derechos y la paz en este país. El servicio y la nueva evangelización están en cuestión aquí. Nos gustaría que esos valores cristianos con los que nos educaron en nuestras familias siguieran siendo la fuerza de la fe de nuestro pueblo, ya sea el presente en Bosnia y Herzegovina o el que se ha asentado en otras zonas.
Usted participó en el cónclave que eligió al Papa Francisco. ¿Qué puede contarnos de ese momento?
Tuve la gracia especial de vivir y trabajar durante la época del carismático Papa San Juan Pablo II. También es una gracia para mí el haber participado dos veces en los cónclaves, donde discutimos el estado de la Iglesia y lo que esperamos del nuevo Papa. Cada uno de ellos da un sello fuerte al liderazgo de la Iglesia, pero es importante que la base también viva, testimonie y anuncie a Cristo Resucitado.
¿Qué buscaría para un nuevo Papa si siguiera siendo cardenal elector en el próximo cónclave?
No tengo nada que buscar, porque la Iglesia es obra del Espíritu Santo. Mi parte es rezar al Espíritu Santo y ser obediente a la Palabra de Dios y actuar en ese espíritu.