Cardenal Omella: «Solo hay auténtica democracia con una recta concepción de la persona»
«No hay democracia que dure sin buena política», sin justicia social o sin una economía al servicio de las personas, ha afirmado el presidente de la CEE al inaugurar el congreso Iglesia y sociedad democrática
El cardenal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española, ha invitado a los participantes en la segunda edición del congreso Iglesia y sociedad democrática, organizado por la Fundación Pablo VI, a elaborar un Libro Blanco que recoja sus conclusiones sobre El mundo que viene. Al inaugurarlo, ha pedido que durante los debates que tendrán lugar este miércoles y jueves se ofrezcan «propuestas concretas, para evitar quedarnos simplemente en la divagación espiritual». Estas podrían, además, presentarse al Gobierno y a la sociedad civil como base de «un trabajo conjunto».
Después de un homenaje a las víctimas de la pandemia de COVID-19 leído por el religioso camilo José Carlos Bermejo, Omella ha pronunciado el discurso inaugural. «Nos hace mucho bien sentarnos en la misma mesa» personas de distintas instituciones «que trabajamos para edificar una sociedad más humana, más justa y más fraterna», ha afirmado. Más aún en un momento de cambio de época. Ante el «choque cultural, social y político» que configurará un nuevo mundo desconocido, «es muy importante que todos los sectores de la sociedad tengamos una participación activa». Y que trabajen «siempre buscando el bien común», no sus propios intereses o ideologías.
En este proceso, la Iglesia puede y quiere compartir su experiencia, pues «no es la primera vez que vive un cambio de época». Además, está presente en todo el mundo «y en todas las esferas de la sociedad», y no está ligada a ninguna forma de civilización ni sistema político, ni tiene intereses particulares. Es capaz de «ofrecer una plataforma de diálogo y conocimiento mutuo que haga posible el respeto y la amistad social que aseguran la paz y la concordia». Y por eso es «un interlocutor a tener en cuenta». Excluirla, y con ella al 17,7 % de la población mundial, sería «una injusticia» y «un grave error y una gran pérdida».
«Una gran desconocida»
Sin embargo, ha afirmado Omella, hoy en día resulta «una gran desconocida para muchos». También por las continuas críticas que recibe y por los errores de una «muy pequeña minoría» de sus miembros. Pero, «a pesar de nuestra fragilidad y pecado, no podemos dejar de anunciar» el mensaje del Evangelio «y ofrecer su salvación, ya que es un bien para la humanidad» y una exigencia recibida de Cristo.
Este mensaje es «profundamente actual», pues «los pilares de Occidente y de los derechos humanos son profundamente cristianos». En realidad, la fricción con las ideologías actuales solo se produce en cuatro puntos: «La visión católica del ser humano, la moral sexual, la identidad y la misión de la mujer en la sociedad, y la defensa de la familia formada por el matrimonio entre un hombre y una mujer». El presidente de la CEE ha lamentado que en estos temas no se tolera la visión de la Iglesia. «Podemos pensar diferente sin tener que ser atacados», ha subrayado.
Prioridad a la familia
En la relación de la Iglesia con la sociedad, el también arzobispo de Barcelona ha recordado que el ser humano «necesita de la sociedad para alcanzar su plenitud». Y que, a la inversa, la sociedad en todas sus formas y niveles «encuentra su fundamento y su razón de ser en la promoción del bien y la dignidad» humanos.
Dentro de estos niveles, la familia tiene «prioridad» como «primera forma» social. «No está en función» de la sociedad ni del Estado, sino que ambos «están al servicio de la familia» y de su «misión propia de educar a los hijos», que no son del Estado.
En definitiva, «todo modelo social que busque el bien del ser humano no puede prescindir de la centralidad de la persona y de la responsabilidad social de la familia como primera sociedad natural que educa al ser humano para llegar a ser persona autónoma, relacional y capaz de amar y ser amada». Por ello, «atacar o desatender a las familias» es «un ataque a la futura sociedad».
Independiente y universal
En cuanto al sistema político, el cardenal Omella ha explicado que históricamente los poderes públicos se han movido entre «ver a la Iglesia como un enemigo» o «tratar de apoderarse y servirse de ella». Pero esta, desde el Concilio Vaticano II, «tiene muy clara su independencia y su dimensión universal».
Citando la constitución Gaudium et spes, Omella ha subrayado que aunque «la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas», ambas «están al servicio de la vocación personal y social del hombre». Y, por ello, este servicio será más eficaz «cuanto más sana y mejor sea la cooperación» entre ambas.
La Iglesia «aprecia» la democracia, ha asegurado el arzobispo de Barcelona. Aunque también ha matizado que esta solo es «auténtica» en un Estado de derecho «y sobre la base de una recta concepción de la persona humana». Además, ha recordado, la democracia es «un instrumento, y no un fin».
Esto no implica que a la Iglesia no le preocupe la salud democrática del mundo. En su viaje a Grecia en diciembre, el Papa Francisco alertó del «retroceso de la democracia». Diagnóstico que coincide con que en 2020 solo 23 países de 167 analizados por The Economist se clasificaran como «democracias plenas». La guerra en Ucrania, ha añadido Omella, nos ha hecho tomar conciencia de la necesidad de «cuidar y mantener una sana democracia frente al riesgo de los sistemas autoritarios y populistas».
1.- «No hay democracia que dure sin una buena política y buenos políticos. La democracia no es eterna, si se corrompe se destruye».
2.- «No hay democracia que perviva si no hay justicia social. Es indispensable atacar la creciente pobreza y desigualdad económica».
3.- «La democracia muere cuando deja de promover una economía al servicio de las personas».
4.- «La democracia es compleja», requiere la implicación, esfuerzo y paciencia de todos.
5.- «Los medios de comunicación son vitales en una democracia» y hay que acabar con la práctica del control gubernamental.
6.- «Una sana democracia no enfrenta el sector público al sector privado, sino que promueve su cooperación».
7.- «Una sana democracia que quiera perdurar debe poner todos los medios» para que los ciudadanos no se vean «como enemigos» sino «como hermanos».
8.- «Necesitamos una democracia que descubra el diálogo auténtico», la escucha y la «reflexión profunda y sosegada».
9.- «Una democracia que no se preocupa por sus jóvenes y por sus ancianos, es una sociedad que agoniza».
10.- «Una auténtica democracia respeta los derechos fundamentales, entre los cuales se encuentra la libertad religiosa».
También el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, ha aludido en su intervención a la «terrible y cruel invasión de Ucrania por Rusia». «Un sueño más, hecho añicos por la ambición humana», ha lamentado. Con todo, ha compartido también su oración para que «esta tragedia acabe enseguida y sea una prometedora antesala del parto de un mundo nuevo, en el que, por fin, palabras benditas como libertad, justicia, fraternidad y paz puedan pronunciarse simultánea y armónicamente en toda la tierra».
En este contexto, «las experiencias concretas de solidaridad nos alientan y nos invitan, a pesar de todo, a seguir confiando en las personas», ha afirmado el también vicepresidente de la CEE. Es precisamente «el pacífico combate contra toda forma de sufrimiento y de injusticia lo que alinea en el mismo bando a la Iglesia y a la sociedad democrática». Por ello, «el encuentro mutuamente fecundante entre la sociedad y la Iglesia es siempre un regalo prometedor».