Cardenal Chibly Langlois: «El peor trauma de Haití es la mala gestión de la solidaridad» - Alfa y Omega

Cardenal Chibly Langlois: «El peor trauma de Haití es la mala gestión de la solidaridad»

María Martínez López
El prelado inaugura la casa sacerdotal en la parroquia de Santa María de Pliché en febrero de 2022. Foto: Diócesis de Los Cayos.

Cuando el Papa Francisco lo eligió como el primer cardenal haitiano en 2014, el obispo de Los Cayos no era ninguno de los dos arzobispos ni el más veterano de los obispos del país. Pero había llamado la atención por su trabajo para responder al terrible terremoto de 2010 y como presidente del episcopado desde 2011.

¿Cómo era su familia y cómo influyó en su vocación?
Viví en una familia católica con cuatro hijos, dos niños y dos niñas. En mi vocación sacerdotal influyó mucho ser del valle de Jacmel, un entorno de tradición católica con dos escuelas, una de los Hermanos de la Instrucción Cristiana y la otra de las Hijas de María de Paridaens.

¿También haber conocido la pobreza de niño? ¿Era la misma pobreza que sufre el país ahora?
Desde los años 1958 los cambios son más que evidentes. Entonces muchas familias vivían en condiciones económicas difíciles. A veces nos faltaba lo mínimo, pero no conocíamos toda la miseria que se vive hoy. Esta situación miserable alcanza hoy todas las dimensiones de nuestro ser. Es una sociedad en decadencia donde la mayoría de sus miembros miran hacia el exterior. La crisis de las bandas y la corrupción nos han hundido totalmente en el abismo. Ha sido un cambio para peor.

El terremoto que han sufrido Turquía y Siria hace pensar en el terrible seísmo de 2010 en Puerto Príncipe, con 220.000 muertos. ¿Se ha recuperado el país?
No, hasta ahora se siguen sufriendo las consecuencias. Pero el trauma más terrible es la mala gestión de la generosidad espontánea de las personas y de la comunidad internacional, tanto por parte de algunos actores locales como de algunas organizaciones u ONG que han aprovechado para enriquecerse. Ciertamente hay pérdidas que nunca podremos reemplazar. Sin embargo, podíamos haber aprovechado para al menos reorganizar la capital, que fue severamente golpeada. Los detalles del fracaso de unos y otros llenan las redes sociales.

Se dice que después, usted trabajó incansablemente para ayudar a la gente. ¿En qué tipo de proyectos?
Mi compromiso estaba íntimamente relacionado con el testimonio evangélico que se debía dar en tales circunstancias. En ese momento yo era obispo de Fort Liberté. Las estructuras pastorales diocesanas sirvieron de referencia para algunas organizaciones que querían llegar a los más vulnerables y en particular a los que tuvieron que salir de la capital para volver a su lugar de origen.

Luego, desde 2011, di lo mejor de mí como presidente de la Conferencia de Obispos de Haití que di lo mejor de mí para caminar junto con PROCHE («cerca», siglas en francés de Proximidad Católica con Haití y su Iglesia), una organización creada en comunión con las iglesias hermanas para ayudar en la reconstrucción de edificios.

Mi compromiso respondía además a los deseos de la conferencia episcopal para acompañar al mundo de la política en un diálogo entre finales de 2013 y principios de 2014 para encontrar una solución coyuntural.

Como demuestra lo anterior, mi compromiso apuntaba directamente a los proyectos humanos, a las personas de la sociedad. Y después de todo, no hay nada de lo que enorgullecerse; seguí siendo un simple servidor al servicio de Cristo, de su Iglesia y de mi país.

Con todo, a usted le afectó especialmente el temblor de 2021, en el que resultó herido al derrumbarse la sede del Obispado. En 2010, el arzobispo de Puerto Príncipe falleció del mismo modo.
Todavía tengo las marcas, pues el terremoto afectó mucho a Los Cayos, mi diócesis. La pérdida de vidas humanas, los numerosos heridos y los daños materiales son recuerdos imborrables. Y no cabe duda de que nos hemos retrotraído al terremoto de 2010, cuyos recuerdos siguen intactos en nuestra memoria.

¿Cómo vivió el estar herido en ese momento de emergencia humanitaria?
En una situación así, uno se siente personalmente impotente. Pero la diócesis está organizada de tal manera que la responsabilidad es compartida. No todo se detuvo por mi lesión. Llegó ayuda de organizaciones, de amigos e instituciones de la Iglesia tanto dentro como fuera del país. Recibí visitas como la del cardenal Sean Patrick O’Malley, acompañado de otros obispos y amigos. En fin, fui objeto de tanta atención que no puedo sino dar gracias al Señor. Y pude comprender que era un momento de prueba para mi fe y mi confianza en el Señor, de quien depende mi vida. De hecho, si salí con vida del derrumbe fue gracias a Él. Que su nombre sea bendito en todo tiempo.

Tiempo después, alguien pidió ayuda porque «el obispo no tenía techo». ¿Cuánto tiempo tardó en poder regresar a su residencia?
Todavía no he podido construir una residencia episcopal. Hemos puesto en funcionamiento un espacio que estábamos preparando para sacerdotes jubilados, y aquí es donde resido con algunos sacerdotes. Tener esta residencia temporal un mes y medio después del terremoto fue posible gracias a la generosidad de un amigo que el Señor puso en mi camino. Todavía tenemos mucho que hacer. Con la ayuda recibida, tuve que priorizar a parroquias y a sacerdotes que lo habían perdido todo y estaban viviendo en tiendas de campaña.

Haití
Población:

11,3 millones
de habitantes

Religión:

Católicos, 55 %; protestantes, 29 %, y vudú, 2,1 %

Renta per cápita:

1.700 euros

Poco después, también sufrió un accidente de automóvil. ¿No le preguntó a Dios por qué tanta mala suerte?
El Señor me dio la gracia de no reprocharle ni presentarme como un desgraciado. Un accidente es un accidente y el Señor no me dejó solo. Me rescataron. Y experimenté que Él estaba vivo a mi lado para ayudarme a recuperarme.

¿Cuáles cree que son las causas profundas de la grave crisis que vive el país?
No dudamos en decir que las raíces se remontan a nuestra historia como pueblo que se originó en la esclavitud. Hoy estamos arrastrando todas las consecuencias de ese período esclavista. A eso luego se le suma el gran peso del mal gobierno y la corrupción.

¿Ha llegado la crisis hasta Los Cayos?
La crisis que atraviesa el país es multidimensional, incluida una faceta de inseguridad y otra de inflación. Puerto Príncipe está asfixiada, rodeada por todos lados por bandas armadas. No es el caso de Los Cayos. Sin embargo, la crisis de seguridad tiene graves consecuencias en el abastecimiento de toda la franja sur del país. Esto afecta a sectores vitales para la población, aunque no experimentemos toda la tensión en la que está sumergido a diario Puerto Príncipe.

En un conflicto entre dos partes se puede intentar la mediación, pero ¿qué papel puede jugar la Iglesia en medio de esta situación tan compleja?
La Iglesia de Haití siempre ha fomentado el diálogo entre las partes. A veces este aliento se hace mediante exhortaciones en mensajes de la Conferencia Episcopal de Haití. A veces se involucra activamente a través de sus delegados alrededor de una mesa, o discretamente con los actores para alentarlos a encontrar una solución a la crisis a través del diálogo. Con todo, últimamente la crisis ha alcanzado tal dimensión que los esfuerzos a nivel nacional por sí solos no son suficientes. Necesitaremos un apoyo efectivo, sincero y eficaz de la comunidad internacional para ayudar a Haití a salir de esta situación. Aprovecho esta oportunidad para lanzar un grito de alarma a los países amigos en favor de este pueblo magullado que está perdiendo el aliento: no tarden más. ¡Hay demasiado sufrimiento, demasiados secuestros, demasiadas muertes! Se está pisoteando la dignidad humana.

¿Qué significó para su país que el Papa Francisco lo eligiera como el primer cardenal haitiano?
Mi elección se produjo como respuesta a una sed expresada en la Iglesia y la sociedad locales. Se recibió como una atención muy paternal del Papa Francisco, que viene de América Latina y que elige estar muy cerca de los que sufren o viven en la necesidad. También se acogió como un acto de gran reconocimiento a la presencia activa de la Iglesia en Haití y en el Caribe.

En ese momento había otros obispos mayores y usted era obispo de una diócesis que no era la principal. ¿Por qué crees que se fijó en usted?
El Papa Francisco ha desarrollado en su pontificado criterios que contrastan con los de sus predecesores al optar por ir a las periferias de la Iglesia y de la sociedad. Es como decir que la Iglesia está presente en las periferias. En cuanto a la elección de mi persona, corresponde al Papa mismo decir por qué. No hay duda de que lo hizo después de escuchar a sus consejeros humanos y al Espíritu Santo.

Como cardenal, está llamado a asistir al Papa Francisco en el gobierno de la Iglesia universal desde las particularidades de Haití. ¿Cuál puede ser la contribución de su país?
La fe y la esperanza de los cristianos en Haití se ponen a prueba a diario. Sin embargo, en el corazón de su miseria, cantan, ríen y bailan. Para ellos, el buen Dios es tan bueno que uno nunca debe permitirse hundirse en la desesperación. Mañana, que depende de él, de su santa voluntad, será mejor que hoy.

Es bueno reconocer que acercarse a la realidad de un pueblo en lo que tiene de peor o de mejor, o ponerlo en el foco, puede ser fuente de enriquecimiento doctrinal para la Iglesia universal.

¿Qué buscará en un nuevo Papa cuando llegue el momento de elegirlo?
Al elegir un Papa, uno no puede sino preguntarse, entre otras cosas, de qué está hecho este momento en la Iglesia y en el mundo. Es bueno tener presente que el maestro que ayuda a encontrar lo que realmente hay que buscar es el Espíritu Santo, que a veces sabe cómo sorprendernos. Nosotros le debemos docilidad.