Cardenal Berhaneyesus Souraphiel: «Me pidió perdón y le dije: “Te perdoné hace mucho”» - Alfa y Omega

Cardenal Berhaneyesus Souraphiel: «Me pidió perdón y le dije: “Te perdoné hace mucho”»

María Martínez López
El primado etiópico, en el centro, durante una reciente visita al sur del país, golpeado por la sequía. Foto: Conferencia Episcopal de Etiopía.

El primado de la Iglesia católica etiópica sufrió, siendo un joven sacerdote vicenciano, la persecución comunista. Del 2 al 6 de marzo su archidiócesis, Adís Abeba (Etiopía), acogió la asamblea continental africana del Sínodo.

Entró en la Congregación de la Misión con solo 15 años. ¿De dónde nació su vocación?
Yo estudiaba en un colegio de La Salle en Harar, al este del país. Al terminar 8º, un sacerdote vicenciano vino a hablarnos de la vocación. Yo había pensado en ser sacerdote porque donde vivía había misioneros católicos y sacerdotes diocesanos, y quería ser como ellos. Este sacerdote habló conmigo, me contó el trabajo que hacían y decidí ir a estudiar Secundaria en su seminario menor en Adís Abeba.

La Iglesia católica etíope celebra según el rito etíope. ¿Era así también en su congregación?
En el seminario menor usábamos más el rito latino, pero también celebrábamos en el oriental. Los vicencianos eran birrituales. Cuando me ordené y empecé a trabajar en las misiones vicencianas, en algunos sitios usábamos el latino en lengua vernácula, y donde era necesario, el etíope [en lengua ge’ez, ya en desuso, N. d. R.], según a lo que estuviera acostumbrada la gente.

¿Qué riquezas propias pueden descubrir los católicos latinos en un rito como el etíope?
La Iglesia católica es rica en ritos. Incluso en Europa occidental hay ahora católicos con otros ritos, y es una ventaja para los católicos de rito romano conocer la riqueza espiritual y teológica de los ritos orientales. Somos los mismos en la fe y tenemos un único pastor; únicamente somos diferentes en la espiritualidad. En el rito etíope, tenemos más días de ayuno. Por ejemplo, empezamos la Cuaresma una semana antes, con lo que junto con la semana de la Pasión suma 54 días, una preparación muy larga para la Pascua. El domingo pasado, por ejemplo, marcó la mitad de la Cuaresma. En ese momento se hacen retiros para animar a la gente a continuar en este camino.

Durante el régimen comunista del Derg (1974-1987) usted sufrió en su propia carne la persecución.
La Iglesia sufrió como todas las demás religiones, porque los marxistas pensaban que la religión era el opio del pueblo y querían eliminarla. En Keffa y Jimma, donde estaba trabajando, expulsaron a todos los misioneros y se quedaron con nuestras cuentas bancarias y casas. Dormía en la sacristía. Luego me dijeron que abandonara mi labor y me hiciera marxista, pero me negué.

¿Qué ocurrió?
Me llevaron a la fuerza y pasé siete meses en prisión; el primero en aislamiento. El primer mes estuve en aislamiento, solo salía de mi celda para ir al baño por la mañana y por la tarde. Luego me enteré de que en mi celda de dos por dos metros habían estado 14 estudiantes a los que mataron. Fue un tiempo muy duro, los marxistas mataron a mucha gente. Se los llevaban de la cárcel por la noche y nunca volvían. Pasé miedo, especialmente durante el mes de aislamiento estaba aterrado. Recé mucho. Cuando me llevaron con el resto de presos, había ortodoxos, católicos, musulmanes y protestantes. No nos dejaban rezar, pero lo hacíamos durante la noche.

¿Le marcó ese tiempo espiritualmente?
Fue una gran oportunidad para mí, porque en esa situación estás desnudo ante Dios. No te puede ayudar nadie, estáis solos tú y Él. Ese período me dio la fe para confiar en Dios en cualquier circunstancia, porque pase lo que pase, si crees en Él, Él vencerá cualquier mal.

En 2015 se reencontró con quien le había detenido, Tessema Belay. ¿Cómo fue?
Ya había ido a verle a la cárcel al volver del exilio. Me pidió perdón y le dije: «Te perdoné hace mucho». Lo aprendí de san Juan Pablo II y de cómo perdonó a Ali Agca. Me pidió que los líderes religiosos los ayudáramos a salir de la cárcel. Todas las autoridades marxistas estaban condenadas a muerte y propusimos al Gobierno que se les conmutara por cadena perpetua. Luego pedimos que los perdonaran. Un tiempo después vino con su familia a la catedral a darme las gracias.

Estuvo al frente de la Comisión Etíope de Paz y Reconciliación. Con todas las tensiones étnicas que sufre su país, ¿se puede alcanzar la reconciliación?
Después de los marxistas vino un Gobierno que al principio fue bueno. Luego creó un Gobierno federal, lo cual está bien, pero se basaba en la etnia y la lengua, y eso comenzó a crear tensiones entre la gente. Los etíopes somos un único pueblo, tenemos la misma historia, esta unidad no se debía destruir. El federalismo étnico generó muchas guerras civiles dentro del país, y también con nuestros vecinos eritreos. Los miembros de la Comisión de Paz y Reconciliación intentamos escuchar a la gente y pedir a los que sufren y a los agresores que se reúnan, que dialoguen y se entiendan unos a otros. No es fácil porque se usan las tensiones para dividir. Pero en el fondo la gente quiere reconciliarse y vivir en paz.

¿Han intervenido de alguna forma en la resolución del conflicto en Tigray?
Los líderes religiosos intentamos muchas veces suplicar a la gente que hiciera la paz y no la guerra. Luego viajamos a Tigray con la Comisión para pedir reconciliación, y tampoco nos escucharon. Ahora hay paz, lograda por la Unión Africana. Es bueno que se hayan juntado para hablar. Pero ahora ya ha muerto mucha gente por su etnia. ¿Por qué no se sentaron a la mesa de negociación antes? Es muy triste. Espero que entren en razón y admitan que la guerra destruye vidas. Los intereses políticos no deberían ser los primeros, sino los intereses de la gente.

Aunque haya sido tarde, parece que el acuerdo de paz se está implementando de forma muy satisfactoria.
Ahora mismo la paz está en el aire y damos gracias a Dios de que las armas callen. Pero la paz también debe llegar al suelo, a la gente normal, y eso no ha ocurrido aún; de momento es solo entre los líderes políticos. Ahora mismo estamos centrados en la asistencia humanitaria. Gracias a Caritas Internationalis y a otras Cáritas hemos logrado enviar mucha. Más tarde esperamos llegar a la reconciliación y a la construcción de la paz.

Etiopía
Población:

116,5 millones

Religión:

Ortodoxos, 43,8 %; musulmanes, 31,3 %; protestantes, 22,8 %, y católicos, 1 %

Renta per cápita:

860 euros

Como presidente de los obispos del país, ha estado también al frente del episcopado de la vecina Eritrea.
Fue así hasta 2015. Después de la guerra entre ambos países, nosotros no podíamos viajar allí para reunirnos, ni ellos venir aquí. Nos reuníamos en Roma pero era muy complicado, y la Santa Sede decidió crear la Iglesia católica eritrea y que tuvieran su propia conferencia episcopal.

En 2020, el Gobierno eritreo le prohibió a usted y a varios obispos entrar en el país. ¿No tiene visos de mejora la libertad religiosa en el país?
La Iglesia en Eritrea sufre mucho porque su Gobierno es anticatólico. Hay un nuncio para el país, pero vive en Jartum (Sudán). A veces consigue un visado para entrar en el país, pero para otros religiosos es siempre difícil. En 2020, el arzobispo de Asmara, la capital de Eritrea, me invitó con motivo del 50 aniversario de su catedral. Conmigo venía el secretario general de la Conferencia Episcopal Etíope. Pero en el aeropuerto nos negaron la entrada al país a pesar de tener visado. Fuera nos estaban esperando muchos católicos. Había venido gente de todo el país para mostrar la unidad de la Iglesia dentro de Eritrea y también con Etiopía. Pero las autoridades tenían miedo de nuestra influencia y no querían que hubiera una gran celebración. Quieren demostrar que no apoyan a ninguna organización católica. Los católicos celebraron el aniversario de todas formas, pero fue una pena que no pudiéramos estar con ellos.

Hace pocas semanas fue el anfitrión de la asamblea continental africana del Sínodo. ¿Cuál es el mensaje de la Iglesia en África para este proceso?
Fue un gran encuentro. Hubo más de 200 participantes, entre ellos nueve cardenales, 29 obispos, además de sacerdotes, religiosos y laicos (incluidos muchos jóvenes), seminaristas, novicios… e incluso un musulmán de Túnez. África mira a la Iglesia como una familia, la familia de Dios. Los africanos damos mucho valor a la vida familiar: padres, hijos y familia extensa. Hemos dicho que es un aspecto muy importante para la Iglesia en el mundo subrayar los valores tradicionales de la familia; y también la fe, la esperanza y la caridad al servicio del bien común. Pensamos que África puede compartir este valor de la familia y también el de la unidad. Aquí hay muchas fronteras artificiales, a ambos lados de las cuales la gente es la misma. Y por último está el respeto a la naturaleza, esperamos que sea otra de nuestras contribuciones al Sínodo universal en Roma.

¿Cómo se ven desde allí las peticiones que salen de otros encuentros sinodales sobre el sacerdocio femenino o las uniones homosexuales?
La Iglesia en Europa tiene su propio contexto. Pero en África vemos las cosas de forma diferente. Somos ricos en recursos pero nos enfrentamos al gran desafío de la pobreza y también de los conflictos. Por eso el Papa pidió que se «quiten las manos de África». Hay gente que gana mucho dinero vendiendo armas. Los jóvenes no tienen empleo, ven en la televisión lo bonita que parece Europa. Intentan llegar allí y mueren en el mar o van a los países árabes y sufren graves abusos. Arabia Saudí deporta cada año a 100.000 etíopes después de utilizarlos. Por eso nuestra prioridad es la supervivencia y el respeto a la vida humana: cómo podemos alimentar a nuestra gente y dar esperanza a nuestros jóvenes y formarlos para que puedan ganarse la vida aquí en vez de morir en otros países.

¿Qué puede aprender toda la Iglesia de cómo se vive la sinodalidad en la Iglesia católica etiópica?
Cuando celebramos nuestros sínodos en las parroquias y en las diócesis siempre decimos que es el Espíritu Santo el que guía al Sínodo. También en la asamblea continental pedimos su guía, y rezamos para que en la asamblea universal siga guiando a la Iglesia y al Santo Padre. El lema es Comunión, participación y misión. La comunión es en torno a la fe, deberíamos tener el Evangelio como aspecto unificador de la Iglesia. Proclamamos el Evangelio del Señor Jesucristo; no hay otro. También pedimos la participación de todos: niños, jóvenes, mujeres, ancianos… todos son bautizados y miembros iguales. Para nosotros son muy importantes los catequistas. También los ancianos y su contribución. No deberían ser dejados en residencias y olvidados. En cuanto a la misión, en los días antiguos la misión fue de Europa a otras partes del mundo. Ahora también desde África salen misioneros hacia Europa, Asia y la propia África, como servidores.

¿Qué buscará cuando llegue el momento de elegir un nuevo Papa?
Será un gran honor para mí y para los demás cardenales rezar juntos y dar gracias a Dios por el servicio del Papa anterior. La elección de su sucesor será obra del Espíritu Santo. Creemos que en la Iglesia, incluso si tenemos un sistema de elección y consultas, el trabajo más importante lo hace Dios a través de su Espíritu Santo. Pediré a los fieles que recen.

Ahora el Papa es la voz moral a la que el mundo escucha. Lo vimos en su reciente viaje a África, cuando dijo que se apartaran las manos del continente. Y recordamos su beso en los pies a los líderes de Sudán del Sur. No vino aquí como un gran líder de un gran país, sino como el jefe del Estado de la Ciudad del Vaticano, que no tiene ni 1.000 habitantes, y en una silla de ruedas. La gente vio que es un ser humano, que también sufre. Quienes tienen discapacidad le aplaudieron mucho porque no tiene miedo de la fragilidad y la debilidad. Así que cuando haya que elegir al próximo Papa espero estar allí, rezar y pedir a Dios que nos dé un pastor que sea un servidor.