Campaña de las Personas Sin Hogar 2024: «Sueño con dejar de ser la nada» - Alfa y Omega

Campaña de las Personas Sin Hogar 2024: «Sueño con dejar de ser la nada»

El centro Concepción Jerónima, de Cáritas Diocesana de Madrid, ha acogido la presentación de la campaña, que lleva por lema Caminemos juntos

Begoña Aragoneses
Un momento de la presentación de la campaña
Foto: Begoña Aragoneses.

A Joysse se le cae el alma a los pies cada vez que sus niñas, desde Perú, le preguntan cuándo las va a traer con ella a España. No saben —¿cómo lo van a saber?— que su madre no tiene un hogar para ellas. Que ha tenido que dormir en la calle. «Bueno, no se duerme; eso es mucho decir». Quizás no soportarían saber que su madre se envolvía «como una astronauta, parecía loquita», para soportar el frío, especialmente agudo porque ella llegó a España un mes de diciembre de 2022. O que había noches que, para que se le hiciera todo más llevadero, se las pasaba en los búhos nocturnos, recorridos de principio a fin y de fin a principio. O que tenía que preguntarse cada día «»¿dónde me baño?»; porque una tiene sus costumbres». Tampoco podrían asumir que, hasta hace poco, su peor pesadilla es que «volvía a mi país, despeinada, cochina, sin plata…».

Un momento de la presentación de la campaña
Foto: Begoña Aragoneses.

Lo bueno es que las pesadillas han desaparecido. Porque ella, plenamente convencida de que «cada persona que te encuentras es un ángel que Dios te manda» y que siempre confió en Él —«Diosito, algo me tendrás para mí»—, acabó en CEDIA, recurso de Cáritas para personas sin hogar. Gracias a eso ha podido encontrar un trabajo, en la limpieza, y se ha animado a estudiar tanatopraxia para aprender a maquillar a los muertos, «un empleo en el que no hay mucha demanda» y así se asegura el futuro.

Joysse ha contado su experiencia este jueves, 24 de octubre, durante la presentación de la Campaña de las Personas Sin Hogar 2024, llevada a cabo en el centro Concepción Jerónima de Cáritas Diocesana de Madrid. Con el lema Caminemos juntos, las entidades que acompañan a las personas en situación de calle, coordinadas por la red FACIAM, se refieren al recorrido vitar de aquellos que han perdido su hogar. Desde con qué habilidades o recursos cuentan (botas), qué cargas emocionales llevan a cuestas (mochila), los obstáculos que encuentran en el camino, como el rechazo, la invisibilidad o las trabas administrativas (piedras) y los apoyos que cuentan para seguir adelante (bastones).

A esto último se ha aferrado Luis, que desde hace cinco meses reside en el Hogar Isaías de Cáritas. Comparte el peso de su mochila, llena de fracasos laborales, sentimentales, noches de calle durante casi cinco años y drogas, que fueron el origen de todo, con las personas de la entidad diocesana. «Son ellos los que me ayudan». Pero también es él, que puso de su parte. «Gracias a Dios he podido conseguir cambiar mi vida porque me he dejado ayudar».

En su vocabulario destaca una palabra, escuchar, ligada a otra, soledad. La que te da la calle, junto al miedo y la «desconfianza 100 por 100 de la gente». Decidió dejar las drogas y para ello se alejó de su círculo. Igual que se limpió de sustancias, «tuve que limpiar todo mi entorno de la calle». Ahora tiene un nuevo grupo, su batón para el camino, «gente buena que te escucha, que te ayuda». Por primera vez, se ha vuelto a ver tratado como persona, después de mucho tiempo.

Cada vez más menores de 30 años

Luisiana encajaría por poco en uno de los grupos de edad cada vez más engrosados por personas sin hogar. Según los últimos datos del INE, alrededor del 30 % de ellos son menores de 30 años. Luisiana tiene 34 años y hace diez meses llegó a España huyendo de la situación en su Venezuela natal. «Sin papeles, sin permiso de trabajo y con un colchón de dinero muy chico», pronto se quedó sin recursos. Sus impresiones de cuando estuvo en la calle caen a plomo en la sala principal del Concepción Jerónima según las va enumerando: frío, hambre, miedo, duelo migratorio, desconsuelo, tristeza, vergüenza. Terror a «que te pueda pasar algo; te ven y eres una presa fácil, porque además eres mujer y estás sola».

También a ella la salvó CEDIA, después de pasar por el Samur Social. Allí empezó a hacer su «pequeña familia», porque son gente que «pasa por la misma situación». «Y pasas a convertirte en bastón de otros». Tiene Luisiana, como en el Camino de Santiago, también su flecha amarilla: «Sueño con una vida normal y tranquila; dejar de ser la nada». Va dando pasos, porque acaban de reconocerla oficialmente como solicitante de asilo político.

Un momento de la presentación de la campaña
Foto: Begoña Aragoneses.

Como en el Camino, Luis, Joysse, Luisiana, y las otras más de 40.000 personas sin hogar atendidas por Cáritas en el último año, han encontrado, junto a los momentos de dureza, otros de esperanza. «Personas con las que compartir sus penas y alegrías», ha señalado Susana Hernández, presidenta de FACIAM, durante la presentación de la campaña. Lo que Luisiana traduce como «atención integral», que no solo ayudan a dar un techo, sino que se interesan por cómo está uno. «Que la sociedad se comporte de verdad como una comunidad y que la Administración haga que todas las personas tengan una vida buena», ha pedido Hernández.