Vivimos momentos ciertamente difíciles. La grave crisis económica que padecemos en nuestro país deja al descubierto un panorama tremendo. Según los datos de la EPA, dos millones de hogares tiene a todos sus miembro en el paro. A la grave crisis económica, se le une una profunda crisis de la persona y de sus valores fundamentales, de su propia dignidad, de la vida, de la familia y de todo aquello que da sentido a su existencia.
Por eso hoy, más que nunca, es necesario que la Iglesia pueda llegar a todo hombre, ofreciendo luz y esperanza, especialmente al más desfavorecido. A este hombre, la Iglesia le ofrece, en primer lugar, el Evangelio mismo, la buena noticia: Dios existe y te quiere inmensamente, en tu pobreza; quiere tu felicidad, ahora y por la eternidad. No tiene en cuenta tus miserias, sino que, como al hijo pródigo, te está esperando para colmarte de gracia y bendición. El hombre, que cada día se encuentra más solo, necesita esta palabra que cambia su vida y le ofrece otra vida en plenitud. Junto con este anuncio, la Iglesia ofrece un acompañamiento permanente, la posibilidad de vivir la fe y de crecer juntos en el conocimiento de Dios. Asimismo, esta fe lleva a descubrir en el rostro de cada persona, en especial del más pobre, a Cristo mismo, surgiendo la necesidad de darse a los demás. Es el origen de toda la labor asistencial que realizan las instituciones de la Iglesia, como, por ejemplo, las miles de Cáritas parroquiales.
Todo esta labor reclama nuestra colaboración personal y material. Dar gratis lo que hemos recibido gratis. En estos días, la Conferencia Episcopal se esfuerza en recordarnos la necesidad de marcar la casilla de la Iglesia católica en la Declaración de la Renta. Es un gesto sencillo, que no nos supone pagar más ni que nos devuelvan menos, y que tiene una gran trascendencia social. Primero, porque recuerda el importante respaldo que la labor de la Iglesia tiene en nuestra sociedad (más de 9 millones de declarantes marcan la casilla). En segundo lugar, porque, gracias a ella, junto con el resto de colaboraciones, la Iglesia puede continuar su labor en la sociedad. Los datos de los últimos años son elocuentes. En los últimos 5 años, se han incrementado en más de 1 millón los declarantes que marcan la casilla de la Iglesia. A pesar de ello, la cantidad asignada ha disminuido los últimos tres años debido a la crisis económica. Una crisis que la economía de la Iglesia la sufre con especial intensidad, ya que, con menos dinero, tiene que hacer mucho más.
Por eso resulta importantísimo la presencia de la Iglesia y de cada católico en la sociedad. Es nuestra obligación colaborar con la importante misión que tiene la Iglesia hoy. En primer lugar, con el anuncio valiente, a través del testimonio personal e incluyendo el anuncio explicito de la presencia de Cristo resucitado en el mundo que salva a cada hombre. En segundo, siendo conscientes de que tenemos la obligación de dar lo que hemos recibido, incluyendo la comunión de todos nuestros bienes, espirituales y materiales.
Es necesario, asimismo, ofrecer a la sociedad una respuesta permanente a los grandes interrogantes que asaltan al hombre, una respuesta a la luz de la fe. Por eso, es imprescindible la presencia del cristiano en la vida pública, en la educación, en la cultura, en la política, en las organizaciones sociales, en los medios de comunicación…
La fe no puede quedar relegada al ámbito privado o interno, a un rito puntual un domingo. La fe afecta a toda nuestra existencia, a las relaciones con los vecinos, la familia, nuestra economía, a nuestro comportamiento ético en el trabajo, en los negocios, en nuestros hábitos de consumo, en nuestra diversión… Es cierto que vivimos en un ambiente social en el que se nos quiere hacer creer que Dios no interviene, pero no podemos dejarnos arrastrar por el mismo. Por esto, resulta imprescindible la presencia de medios de comunicación que se hagan eco de que existe una forma distinta de vivir; medios que nos planteen en la vida cotidiana aquellos valores que construyen y no destruyen, compatibles con la moral cristiana, con la defensa de la dignidad de la vida y de toda persona humana, medios que nos ayuden a discernir y avanzar en un verdadero desarrollo humano, en los términos propuestos por Benedicto XVI en Caritas in veritate. Unido a esto, necesitamos también medios que ofrezcan alternativas de ocio y diversión para todos, especialmente para nuestros jóvenes, que se ven continuamente bombardeados por propuestas poco convenientes.
Mayo es un mes decisivo en la campaña con la que la Conferencia Episcopal recuerda la importancia de marcar la X en la casilla de la Iglesia de la Declaración de la Renta. «En medio de la crisis económica que nos asola, la Iglesia católica se ha volcado» en la atención a los más necesitados, resalta el artículo que abre el último número del periódico Xtantos. Se incluye una entrevista a monseñor Antonio Algora, obispo de Ciudad Real y responsable del Secretariado para el Sostenimiento económico de la Iglesia. «La clave» del éxito de las campañas Xtantos –afirma– «ha sido reflejar la verdad de lo que realmente es la Iglesia. Es decir, el conjunto de todos los católicos, bien organizados, que con sus obispos, sacerdotes, vida religiosa, seglares, hacen cosas por la sociedad». De ello escribe Jesús de las Heras, director de Ecclesia, que presenta la labor de Manos Unidas, Obras Misionales o Cáritas. «No tratamos de sacar pecho», escribe; «todo esto es un gozo, pero es, ante todo y sobre todo, un deber: el deber de la caridad y de la misión».