Creo que se atribuye a santa Francisca Javiera Cabrini, esa gran misionera italiana, la frase: «Hay que caminar sobre espinas sin que se note». Eso en parte es la vida del misionero en todas partes —y, en realidad, parte de la vida cristiana—. Por eso tiene que tratar de estar siempre muy unido a Dios, fuente de todo consuelo, de toda luz, de toda sabiduría para, como dice san Pablo, consolar a los otros con el mismo consuelo con que somos consolados por el mismo Dios.
Estos días en Gaza son muy, muy difíciles. Estoy en la parroquia después de varios meses en los que no había podido volver. Hay peleas en todos lados porque el calor arrecia y no hay suficientes fuentes de energía para ventiladores, sin mencionar el aire acondicionado. Se come lo que haya cuando haya y del modo que haya. En estos días no se puede salir mucho del recinto de la parroquia porque a 150 metros hay muchos combates y se escuchan explosiones y bombardeos. Aquí mismo están cayendo muchas esquirlas.
No es lindo estar sobre el Calvario. Es un lugar de muerte. No es agradable sentir que allí ajusticiaban a otras personas: el olor a sangre putrefacta, clavos, martillos, tenazas como instrumentos para coser a seres humanos a un pedazo de leño para que murieran… Es desolador. Pero aquel bendito Viernes Santo es saludable ya que su Calvario da luz a todos los calvarios del mundo. También al mío como misionero. Por eso, así como decimos «salve, cruz, única esperanza», tendríamos que decir «salve, monte Calvario». Es el lugar de mi redención; es ahí donde el amor del Padre se manifiesta en Jesucristo con su misericordia hacia mí y hacia todos aquellos a los que tengo que servir.
El calvario de Gaza tiene muy cerca una tumba vacía, una esperanza cierta en la Resurrección. No sabemos cuánto va a durar esta terrible guerra. Pero nos toca seguir trabajando, seguir rezando mucho y haciendo rezar, y seguir consolando a las personas.
Gracias a Dios estamos muy bien. Seguimos rezando, haciendo la adoración. Dentro de este recinto que se ha convertido en la casa de mucha gente tratamos de mantener el espíritu alto porque es el Calvario, pero hay que estar en él caminando sobre espinas sin que se note. Hay gente que ha sufrido mucho más y, sobre todo, Jesús. Pero siempre, cerca de todo calvario, hay una tumba vacía. Que la Virgen Santa, Nuestra Señora de la Paz, nos conceda el cese del fuego como primer paso hacia la paz entre Palestina e Israel.