Cambiaron la historia de su tiempo
Al repasar las biografías de los cinco santos –dos de ellos españoles– a los que Benedicto XVI canonizó este domingo, es fácil constatar que estos cuatro hombres y una mujer no sólo cambiaron la historia de la Iglesia de su tiempo, sino que han dado una aceleración inesperada a la historia de la Humanidad
Apóstol de los leprosos: es el sobrenombre de uno de los santos más conocidos, el padre Damián de Veuster (1840-1889), sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María, conocido en todo el mundo porque abandonó su Bélgica natal para convertirse en misionero en Molokai, la isla hawaiana reservada en el siglo XIX a los leprosos. En sus 16 años de ministerio sacerdotal hizo de todo, desde albañil para construir escuelas e iglesia, hasta director de coro. Su muerte tuvo un eco inmediato: dos meses después, se fundaba en Londres el Leprosy Fund, primera organización de la lucha contra la lepra, que permitiría los prometedores resultados hasta ahora alcanzados. «Con los leprosos se sintió como en su casa. El servidor de la Palabra se convirtió así en un servidor que sufrió, leproso con los leprosos, durante los últimos cuatro años de su vida», dijo el Papa en una basílica de San Pedro llena hasta los topes.
Santo de los jóvenes
También el burgalés Rafael Arnáiz Barón (1911-1938) cambiaría la historia de la Iglesia y del mundo, al demostrar con su joven vida que la comunión con Dios no está reñida con la sencillez y el buen humor. Descubrió el ora et labora de san Benito en el monasterio de San Isidro de Dueñas, en donde poco después fue aceptado, a los 23 años. En ese mismo monasterio falleció víctima de la diabetes, a los 27 años. «El Hermano Rafael, aún cercano a nosotros, nos sigue ofreciendo con su ejemplo y sus obras un recorrido atractivo, especialmente para los jóvenes que no se conforman con poco, sino que aspiran a la plena verdad, a la más indecible alegría, que se alcanzan por el amor de Dios», explicó el Santo Padre en la homilía de las canonizaciones.
También ha cambiado la Historia el otro canonizado español, Francisco Coll y Guitart (1812-1875), sacerdote de la Orden de Predicadores (dominicos), fundador de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Anunciata. «Su pasión fue predicar, en gran parte, de manera itinerante y siguiendo la forma de misiones populares, con el fin de anunciar y reavivar por pueblos y ciudades de Cataluña la Palabra de Dios», recordó el Papa, hablando en español.
Otro de los nuevos santos fue el arzobispo de Varsovia Zygmunt Szsczesny Felinski (1822-1895), quien fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Familia de María. El Papa le recordó con estas palabras: «Pasó veinte años de exilio en el Volga, sin poder regresar jamás a su diócesis. En cada situación conservó firmemente la confianza en la Divina Providencia».
La mujer que el Papa canonizó también ha cambiado la Historia, en particular, la de Europa, pues, tras su muerte, los pobres ya no son tan pobres. Se trata de la francesa Marie de la Croix (Jeanne) Jugan (1792-1879), fundadora de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres. Benedicto XVI la recordó así: «Su compasión hacia las personas ancianas, que nacía de su profunda comunión con Dios, la comunicaba mediante su servicio alegre y desinteresado».