Hace unas semanas fallecía Matilde Vilariño, la voz inolvidable de aquellos seriales a lo Matilde, Perico y Periquín; la voz también de Marcelino (pan y vino) o de la animada abeja Maya. Con su generación centenaria se nos marchan los actores de los primeros cuadros de radioteatro en España, la España que se reunía en la casa del vecino con más posibles del pueblo, en torno a la radio de galena, para escuchar en comunidad la radionovela.
Nuestros tiempos transmedia han cambiado una barbaridad, pero no deja de ser curiosa la perenne moda revival (o vintage) que recuerda, volviendo a pasar por el corazón, las cosas de antaño. Ahí, a medio camino entre un pasado rico en matices sonoros y el presente abrumador de la sociedad de las pantallas, se sitúa Calls, una serie norteamericana, de Apple TV, que parece un pódcast, pero no lo es, porque mezcla un audio repleto de detalles sugerentes con una suerte de imágenes simbólicas, que a ratos parecen salvapantallas del ordenador, en una invitación a vivir una de esas experiencias inmersivas tan de moda.
Solo por estas innovadoras cuestiones formales merecería la pena que le echaran un vistazo (y un buen oído, en este caso), pero Calls es, además, una aterradora distopía apocalítica al uso, en la que en episodios de 15 minutos van a pasar miedo del bueno (del malo, ya me entienden). De momento se ha estrenado una sola temporada de nueve episodios.
Si son de los que les gusta la ciencia ficción y de los que son capaces todavía de escuchar, además de oír, denle una oportunidad. Y háganlo, preferiblemente, a oscuras y con auriculares, porque aquí se trata, por encima de todo, de eso que llaman crear atmósferas. ¿Es posible que, después de verla (y de escucharla), tarden un tiempo en contestar al teléfono?