Hace unos años La 2 de TVE popularizó un eslogan que, con el tiempo, se ha ido convirtiendo en su implícita imagen de marca. Para una inmensa minoría es un verso paradójico de Juan Ramón Jiménez que da en el clavo de la letra y del espíritu de la que antes conocíamos como la segunda cadena. Aquí rondar el 4 % de share (que de cada 100 personas que estén viendo la tele en ese momento, te vean cuatro) es todo un éxito. No suelen aparecer en la clasificación oficial, pero a la cabeza de esas minorías inmensas se sitúan desde hace más de tres décadas los programas religiosos, que van en bloque los domingos por la mañana y, particularmente, los católicos Últimas preguntas, Testimonio, El Día del Señor y Pueblo de Dios.
En otros horarios, y con mejores posiciones en la parrilla, son cabeza de ratón programas relativamente jóvenes como Órbita Laika o El condensador de fluzo, o más veteranos como Saber y Ganar, Días de cine clásico o Cachitos.
Cachitos (con apellidos diversos) se ha consolidado como un auténtico programa de culto. Los que más ruido hacen son los especiales de Nochevieja, pero los tenemos durante todo el año, los martes a las diez de la noche, en la versión Cachitos de hierro y cromo. Los programas, presentados por Virginia Díaz, son una delicia estética ya desde la cabecera. Son piezas en las que no se da puntada sin hilo, de casi una hora de duración y que encuentran su atractivo en el baúl de los recuerdos, en este caso musical, para tejer un programa muy divertido, en torno a asuntos tan dispares como cantantes españoles que destrozaron la lengua de Shakespeare, o las inefables melodías que pueden agruparse bajo el concepto verbena. Pueden verlos, además, a demanda en rtve.es/play.
Lástima que, a menudo, la ironía y el sarcasmo vayan siempre en la misma dirección y, especialmente, en fin de año se conviertan en polémico trending topic. No lo necesitan, porque hay mucho talento y los cachitos se agrandan cuanto más se despegan de las miserias ideológicas que nos circundan.