Cáceres nombra hijo adoptivo a un sacerdote italiano - Alfa y Omega

Cáceres nombra hijo adoptivo a un sacerdote italiano

Gianni Vettori lleva más de 40 años en la ciudad trabajando con presos, enfermos y personas sin hogar: «Soy el padre adoptivo de muchos que no tienen más casa que la calle»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El presbítero, en el centro, desayuna con algunos de sus amigos de la calle. Foto cedida por Gianni Vettori.

Llegó a Cáceres en el año 1979 y desde entonces no ha salido de la calle. El sacerdote italiano Gianni Vettori, de la Congregación Hijos de María Inmaculada, ha sido nombrado hijo adoptivo de Cáceres por su labor con los más desfavorecidos de la ciudad. «Me lo he tomado con sorpresa, no soy tan importante», afirma este sacerdote de Trento. «Hay mucha gente que hace el bien, sin bombo ni aplauso. Y tampoco quiero que la gente piense que lo importante es recibir una medalla. Lo importante es la solidaridad discreta, del día a día», explica.

En estas cuatro décadas, el religioso, que acaba de cumplir 80 años, ha trabajado como profesor de Religión, capellán de la cárcel y voluntario con enfermos terminales de VIH. «Me ha tocado ver mucho sufrimiento de cerca», reconoce, «pero sigo una religión en la que lo más grande que uno puede hacer es amar, especialmente a los que más lo necesitan».

Por eso, de todos los apostolados que ha desempeñado, destacaría «el que he podido hacer en la prisión y también en la calle. Ahí he compartido mucho, porque la alegría de esas personas es mi alegría, y su dolor ha sido y es mi dolor. A todos ellos he intentado llevarles la luz de Jesús».

En numerosas ocasiones, estar al lado de las personas sin hogar y de aquellos que han pasado por la cárcel le ha causado «incomprensiones y dificultades» en el entorno de la Iglesia, porque «tenemos mucho culto y mucho rito, que son necesarios, pero a veces no llega el amor. Faltan cercanía, tiempo para los otros, paciencia, reír y llorar con ellos…».

A estos sinsabores se le han unido también discusiones con personas de la calle, algunos bajo los efectos del alcohol, otros de pensamiento contrario a Dios y a la fe, «pero todo lo acepto con humor», afirma, consciente de que «hasta que no sufres no sabes si amas». «Eso nos hace madurar en una entrega que no sea superficial. El sufrimiento vivido así es muy bonito, y si luego llegan la reconciliación y las lágrimas compartidas, entonces se convierte en algo realmente precioso».

El nombramiento del padre Vettori fue propuesto por el Instituto de Enseñanza Secundaria Ágora, de la ciudad extremeña, donde fue profesor de Religión hace años. La iniciativa también ha sido apoyada por el administrador diocesano, Diego Zambrano, que ha remitido al ayuntamiento cacereño una carta en la que destaca la «gran labor» del religioso italiano «con los más desfavorecidos de la ciudad, con los jóvenes y con tantas otras personas».

La fuerza de la oración

¿Cómo es posible una relación tan sostenida en el tiempo con el lado más amargo de la vida? «La fuerza la saco cada mañana de mi rato de oración. Eso te hace tener una temperatura espiritual justa para encarar el día». Luego baja a la plaza, donde «me esperan en el frío algunos amigos que quizá han tenido que pasar la noche fuera, a la intemperie. Hay gente que lleva encima mucha soledad y mucha tristeza, además de estar sin trabajo y sin techo». Sin embargo, «ver cómo te dan los buenos días con una sonrisa te desarma. Es muy bello, como una adicción para mí. Estar con ellos y atenderlos lo mejor que puedo es una fatiga, pero una fatiga muy hermosa». De hecho, no hace mucho, uno de estos amigos de la calle le decía: «Gianni, yo no creo en Dios, pero si Dios es amor, para mí Dios eres tú. Aquí nadie me quiere, pero tú eres mi teléfono y mi contacto con Él».

El religioso italiano cuenta todo esto sin rubor, consciente de que «lo mejor que te puede pasar en la vida es dejar el mundo un poco mejor de cómo lo encontraste. Vivir no es sobrevivir. Vivir es acompañar a otros dándoles amor». Por eso, aunque le quieran hacer hijo adoptivo de la ciudad, él y muchos otros saben desde hace años que «soy el padre adoptivo de muchos que no tienen más casa que la calle».