«Brittany, yo también estoy muriendo»: la carta a una enferma que planea su suicidio
Brittany Maynard tiene 29 años. Si su plan sigue adelante, el próximo 1 de noviembre se tomará una pastilla que acabará con su vida. Le han diagnosticado cáncer terminal y quiere -así lo expresa ella- morir con dignidad. Kara Tippetts trata de hacerle cambiar de opinión con una carta repleta de amor y empatía. La que sólo alguien pasando por lo mismo que ella puede tener
Kara Tippetts tiene 38 años y es madre de cuatro hijos. Hace dos años le diagnosticaron cáncer de mama y se enfrenta ahora a la fase terminal de la enfermedad. A través de una amiga, conoció la historia de Brittany Maynard -que planea su suicidio asistido-, y ha enviado una carta a la joven de Oregon para que cambie de opinión y, sobre todo, para que sepa que le han contado una gran mentira.
«Querida Brittany Maynard,
esta mañana mi mejor amiga y yo hemos leído tu historia. Mi corazón sufre por ti, por el tumor cerebral que te han diagnosticado y los menos de seis meses de vida que te han dado, a tus 29 años.
Con el ánimo hundido, he salido de casa y me he dirigido a la consulta de mi oncólogo. Yo también me estoy muriendo, Brittany.
Mi oncólogo y yo nos hemos sentado mucho tiempo pensando en tu historia, y hemos debatido sobre el duro camino que se te ha puesto delante. Después, he llegado a casa y me he sentado en la cama de mi hija de cinco años a rezar por ti. Recé para que escuches las palabras que te digo desde el lugar más profundo y tierno del corazón.
Recé para que te llegaran estas palabras que salen del amor y de la experiencia. La experiencia de saber qué significa que el horizonte de tus días, que parecía infinito, se oscurezca. Estas palabras te llegan -escúchalas así- de un corazón repleto de amor hacia ti.
Brittany, tu vida importa, tu historia y tu sufrimiento importan. Gracias por salir de contarla. Te vemos, vemos tu vida, y somos muchos los que rezamos para que cambies de opinión.
Brittany, te quiero, y siento que estés muriendo. Siento que las dos estemos llamadas a cruzar un camino que, sencillamente, parece imposible de cruzar. Quiero que sepas que contar tu historia es importante. Es bueno para nuestra sociedad que se sepa lo que ocurre en Oregon [el suicidio asistido es legal]. Creo que es un debate que debe salir a la sociedad, a la luz y, al compartir tu historia, lo has conseguido. Es importante, muy importante. Gracias.
Pero, mi queridísima Brittany, no estamos de acuerdo. El sufrimiento no es la ausencia de bien ni de belleza, sino quizá el lugar donde se descubre la verdadera belleza.
Al programar tu propia muerte, estás privando a aquellos que te quieren de toda la ternura y de la oportunidad de acompañarte hasta el final y de darte su amor hasta tu último aliento.
Mientras estaba en la cama de mi hija pequeña rezando por ti, me preguntaba sobre lo difícil que resulta entender que la vida de mi pequeña será buena, porque me ha visto morir. Ese último beso, la última caricia, el último aliento importan, pero no nos corresponde decidir cuándo se dan.
Conocer a Jesús, saber que Él comprende mi sufrimiento por el adiós, que camina conmigo en mi muerte… me gustaría que descubrieras al Cristo que murió, porque, con su muerte, protegió mi vida, mi vida más allá de este mundo. Brittany, cuando vemos en Jesús a nuestro protector, nuestro redentor, la muerte no es morir. Deseo de corazón que conozcas este amor, esta vida para siempre, esta verdad.
A ti te han mentido. Te han mentido terriblemente. Te han dicho que tu muerte será indigna y que acarreará demasiado sufrimiento. Hoy hablé con mi oncólogo de tu muerte y de la mía, y hablé de la preciosa relación que he establecido con los médicos que me llevan con enorme cariño hacia el final de la vida. Desde hace dos mil años los médicos han vivido con el precioso compromiso de proteger la vida y acompañar a los hombres para que mueran de forma confortable.
El médico que te ha dado la píldora que llevas en tu bolso y que te llevará hasta tu último aliento ha abandonado el juramento hipocrático que un día hizo: evitaré todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos. Ha abandonado el juramento que durante siglos ha protegido la vida y también la muerte.
También ha habido gente criticándote, hablando mal de ti. Gente que hace que los que creemos en Dios parezcamos insensibles, insensatos y crueles. Te pido perdón por quienes han parecido gritarte desde un corazón que no habla desde el amor.
Pero yo te ruego, desde mi más profundo amor, desde lo más hondo del corazón, que no tomes esa pastilla. Sí, tu muerte será dura, pero no será indigna. Será dura, pero no estará exenta de belleza. Por favor, confía en mí. Te digo la verdad.
Por favor, escucha a mi corazón hablar al tuyo y recordarte que Dios te ama. Te ama. Te ama. Sufrió el martirio en la cruz para que supieras que Él nunca se separaría de ti, tampoco en tu muerte. Murió. Es un hecho, no es una leyenda.
Murió, y venció a la muerte. Y, al vencer a la muerte venció tu muerte. Él quiere ser tu amigo, ser tu pastor en el camino que atraviesas, y darte la vida en abundancia, la vida eterna.
Todos los hombres debemos afrontar el hecho de que un día moriremos. Y, sobre todo, preguntarnos quién es Cristo y qué tiene que ver con nuestra propia muerte. Por favor, no tomes esa píldora sin haberte hecho esta pregunta.
He escrito un libro, The Hardest Peace, y un blog (mundanefaithfulness.com) sobre mi viaje hacia el último aliento. No es un libro sobre morir de cáncer, sino un libro sobre seguir respirando. Un libro para todos aquellos que seguimos respirando, que todavía podemos abrazar la vida, un libro sobre morir con esperanza. Vivir con el Amor y afrontar el final con amor. Pero, mucho mejor que darte mi libro, yo cogería ahora mismo un avión para estar contigo y compartir mi historia y conocer la tuya si aceptaras verme.
Rezo para que mis palabras te lleguen. Rezo para que lleguen a todos los que conocen tu decisión y se han creído la mentira de que el sufrimiento es un error, que morir de manera natural no es ser valiente y que elegir la propia muerte es un acto heroico.
Adelantar nuestra muerte no forma parte de los planes de Dios. Pero, en nuestra muerte, viene a buscarnos con toda su Gracia.
He tenido que hablar con mi médico de mi propia muerte. Sé que estará conmigo y que será un camino doloroso y a la vez bello para todos nosotros. Pero, créeme, no es un error. La belleza nos espera en ese último aliento».