Brigitte Bardot y su «relación directa con el cielo»
La actriz francesa recientemente fallecida fue muy devota de la Virgen María. «Ella me protege, sé que me protege», decía
«¿Quién soy, quién se espera que sea y quién quiero ser?». Con esta pregunta abría Brigitte Bardot su biografía Lágrimas de combate, en el que la actriz y activista recientemente fallecida se alejaba de su imagen como mito erótico para adentrarse en el territorio íntimo de la espiritualidad tal como la vivió.
A pesar de ser considerada durante décadas una de las mujeres más reconocidas del planeta, ella siempre puso en cuestión esa etiqueta. «Me consideraban una de las mayores estrellas del mundo, y sin embargo, no soy nada. Esta lucidez siempre me ha acompañado», escribía, tal como recoge un artículo de la edición francesa de Aleteia.

Incómoda con la religión
Educada en la Francia de los años 40 del siglo pasado, Bardot recibió una formación religiosa clásica tanto en su colegio como en su hogar. Sus padres eran católicos practicantes, pero con el tiempo ella se fue distanciando de la institución eclesial. «Nunca me he sentido cómoda con la idea de la religión —contaba en su autobiografía—. Prefiero una espiritualidad libre, una relación directa con el cielo», decía, reivindicando una fe sin intermediarios.
Sin embargo, su espiritualidad no fue abstracta. A pesar de su distancia con la Iglesia mantenía una relación cercana con la Virgen María. «Hablo con ella como en la vida real, en el contexto de un intercambio, más que de una petición o una súplica», confesaba.

Ese diálogo lo materializó en un lugar muy concreto: una pequeña capilla que mandó construir en una casa encaramada en una colina, rodeada de tomillos y pinos. «Me gusta ir allí porque puedo hablar con franqueza con la Virgen. Ella me protege, sé que me protege», explicaba asimismo Brigitte Bardot.
La figura de María ocupaba así un lugar central en su imaginario interior: «Es una presencia íntima y benévola. Me sostiene la idea de dulzura, pureza y luminosidad que inspira, así como su generosidad incondicional y protección maternal». Tenía también presente el dolor humano de la Virgen: «Ella también sufrió en la tierra. El único dolor que experimentó realmente fue la pérdida y crucifixión de su hijo; es enorme, me conmueve profundamente».