Blue lights. Una de polis novatos en Belfast

En la estela de las mejores series policíacas de los últimos años, Blue Lights retrata, en tan solo seis episodios, a tres agentes de Policía que viven su particular período de prueba en el alambre. Grace, una extrabajadora social; Tommy, un novato y tímido joven que tiene que lidiar primero consigo mismo antes de hacerse valer ante los demás, y Annie, la típica joven rebelde que entiende que las normas están para saltárselas, se nos van a hacer como de la familia y nos van a meter de lleno en las cuitas de la profesión policial. Con factura de la BBC, la podemos disfrutar en Movistar +. La crítica de los profesionales y la aceptación por parte de la audiencia han sido tales que ya se ha firmado el rodaje de la segunda temporada.

En Blue Lights está repartido, de forma muy equilibrada, lo mejor del género y, además, nos pasea a ritmo trepidante por las calles de Belfast, en Irlanda del Norte. La complejidad (en el buen sentido) de los personajes ayuda mucho, porque, lejos de planteamientos maniqueos que suelen inclinarse por el poli algo malo y el ladrón más bien bueno, aquí hay personajes que rebosan humanidad y con los que, como se dice ahora, es fácil empatizar.

En el punto de mira está una familia que trafica con drogas y armas, en un tapiz urbano que aún deja ver alguna que otra huella sin restañar del conflicto del norte de Irlanda. Belfast es, en efecto, un personaje más de la serie, que ayuda a contextualizar pero que, sobre todo, late al ritmo de unas vidas heridas, al uno y al otro lado de la ley.  Los que disfrutamos de Starsky y Hutch o los que, salvando las distancias, lo hemos vuelto a hacer recientemente con esa obra maestra que es Line of Duty, estamos de enhorabuena. Aquí hay un botón policial más que le hace justicia a la mejor de las muestras. Creada por Declan Lawn y Adam Patterson, Blue Lights está muy bien hecha, tiene unos personajes estupendos, nos muestra las luces y las costuras de una ciudad tan interesante como Belfast y entretiene en la trepidante misión de atrapar a los malos. No se puede pedir mucho más.