Bloqueadores de pubertad en menores: «Estamos mutilando a nuestros hijos» - Alfa y Omega

Bloqueadores de pubertad en menores: «Estamos mutilando a nuestros hijos»

Reino Unido veta el uso de bloqueadores de pubertad en menores tras la publicación de un informe que constata que su uso es un experimento social

Victoria Isabel Cardiel C.
La clínica Tavistock ignoró pruebas de que el 97,5 % de los niños que pedían cambiar de sexo tenían autismo, depresión u otros problemas
La clínica Tavistock ignoró pruebas de que el 97,5 % de los niños que pedían cambiar de sexo tenían autismo, depresión u otros problemas. Foto: AFP / Henry Nicholls.

Ahí estaba ella, 12 años, con su cuerpecito incipiente de mujer delante de su madre. «Soy un chico», le soltó a bocajarro. Se había acostumbrado a paliar el desamparo del confinamiento con logorreicos influencers de YouTube, TikTok e Instagram que le hacían compañía en la soledad de su adolescencia recién estrenada. Solo que ella no quería crecer. «No quería tener pechos. No quería que le bajase la regla. Empezó a tener conductas obsesivas, estaba muy triste, tenía ataques de ira…», recuerda esta mujer valiente que prefiere mantener el anonimato. A petición de la muchacha, empezaron a tratarla en masculino, perdidos como estaban en este nuevo mundo de conceptos fluidos y tóxicos. Pero poco después se encendió la luz roja: su hija intentó suicidarse. La pediatra la derivó con urgencia a la unidad de psiquiatría. La médico, con su flamante título colgado de la pared, le recetó bloqueadores para la pubertad. «Nos dijo que había que intentar estabilizarla y controlar la ansiedad y la depresión», asegura. Se fiaron, pero empezaron a investigar por su cuenta. Fueron a seminarios científicos. Estudiaron toda la literatura de otros países europeos que habían dado marcha atrás. Y se toparon con Amanda, una asociación nacida en España que une a familias con la misma experiencia. «Estos fármacos se usan para patologías graves, como la endometriosis o para algún cáncer, pero solo por un tiempo limitado. Mi hija estaba frenando la producción de calcio para sus huesos. Podía tener osteoporosis, diabetes, anorgasmias y hasta quedarse infértil». 

Tres meses después, con el susto en el cuerpo, dejaron el tratamiento. No fue fácil. Durante semanas su hija los acusó de querer truncar un futuro idílico en el que ella se convertía en él. Un tiempo de mucha tensión, pero también de diálogo: «Le dijimos claramente que no íbamos a poner en riesgo su salud. Aunque eso chocara con su voluntad». Al final se resignó. Pero entonces pidió un binder. «Es una prenda que sirve para comprimir el tejido mamario del pecho. Ha ocasionado roturas de costillas a niñas que lo han utilizado. También hipoxia porque no deja expandirse al pulmón», constata. Vuelta a la bronca. Lo siguiente fue pedir hormonación cruzada: recibir hormonas del sexo contrario, en este caso testosterona. «Agrava la voz, fomenta el vello facial, la musculatura… pero es gravísimo también», explica. 

Su madre está convencida de que todas estas ocurrencias las sacó de las redes sociales. Prueba de su sospecha es que el 40 % de las niñas que dicen ser niños, se hacen llamar Axel. «Son mensajes que les llegan a pesar del control parental. Estamos viviendo un fenómeno de contagio social, alentado por una ideología determinada. Las familias nos sentimos abandonadas», denuncia. Ahora esta niña tiene 15 años y su madre mira con recelo cuando cumpla 16 y, sin autorización de nadie pueda, según la legislación española, someterse a estos tratamientos. «Nos llevamos las manos a la cabeza por la mutilación genital en algunos países en África y también nosotros estamos mutilando a nuestros hijos».

La facilidad para hacerlo en España contrasta con aquellas naciones que han dejado de recetar bloqueadores de pubertad en niños. Por ejemplo, en Finlandia y en Noruega están prohibidos hasta los 25 años por considerar que hay una falta patente de madurez cognitiva. En Reino Unido, donde los menores derivados para el cambio de género han aumentado de 250 a más de 5.000 en la última década, el Servicio Nacional de Salud también ha optado por echar el freno. Una decisión basada en la sesuda investigación de la doctora Hilary Cass, que arrancó en 2019 y que ha concluido en un informe de 400 páginas que no hay pruebas sobre los resultados a largo plazo de las intervenciones para gestionar la ansiedad relacionada con la identidad de género. «Desde todos los frentes se tergiversan los resultados para respaldar sus puntos de vista», advirtió la pediatra en declaraciones a The Guardian, alarmada ante la polarización del debate. «Los niños están siendo utilizados como un balón de fútbol», aseguró tras recomendar una aproximación holística en las consultas pediátricas que aborde el factor mental, más allá de la cuestión física. «Estamos ante un experimento social, y no sabemos el impacto que puede tener en las próximas generaciones», lamentó Cass. 

La publicación de su estudio ha llevado también al cierre del centro pediátrico de Tavistock, uno de los más importantes del mundo en este campo, que durante años usó estos tratamientos en niños y adolescentes con disforia de género sin ninguna prueba científica. Muchas de las familias afectadas han interpuesto una demanda contra la clínica tras salir a la luz datos escabrosos, como que el 35 % de los casos derivados presentaban un diagnóstico previo de trastorno del espectro autista o que el
42 % de los menores que pedían cambiar de sexo habían perdido a uno de sus padres por fallecimiento o separación.

Unos países van… y otros vuelven

España: Bloqueadores de la pubertad a partir de los 12 años en función del desarrollo de cada menor. Tratamiento hormonal cruzado en menores de 16 años bajo criterio médico.

Finlandia: Los menores de 25 años no pueden dar consentimiento informado para los tratamientos hormonales por falta de madurez cognitiva.

Suecia: El Parlamento sueco ha rebajado la edad mínima para el cambio de género de los 18 a los 16 años, pero exige aprobación de un tutor legal y de un médico.

Dinamarca: Evaluación psicológica y psiquiátrica previa exhaustiva. El tratamiento farmacológico se inicia en casos muy específicos y supervisado por un comité externo.

Noruega: Solo con 25 años se puede dar el consentimiento a operaciones de cambio de sexo. Los tratamientos hormonales en menores se consideran tratamientos experimentales.

Alemania: La nueva norma que entra en vigor en noviembre aprueba la autodeterminación de género en el Registro Civil sin necesidad de presentar informes médicos o una sentencia judicial. Hasta ahora se requerían dos informes psiquiátricos.

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