Metropolita de Constantinopla en España: «Para nuestros fieles Bartolomé es una figura heroica»
El patriarca de Constantinopla visita por primera vez España en un contexto marcado por Ucrania
Por primera vez un patriarca ecuménico de Constantinopla visita España, del 14 al 18 de octubre. El obispo Besarión Komziás, metropolita de España y Portugal, asegura que le dijo a Bartolomé que «había visitado desde el Amazonas hasta Groenlandia, pero nunca la península ibérica». La visita celebra el 50 aniversario de la consagración como iglesia de la catedral de los Santos Andrés y Demetrio de Madrid y los 20 años de la creación de la metrópolis del Patriarcado en España.
¿Cómo nace la comunidad ortodoxa en España y cómo llega a convertirse en una metrópolis [diócesis] en 2003?
Comienza a principios del siglo XX con unas pocas familias de Grecia y Asia Menor que vinieron como inmigrantes o huyendo de la catástrofe que se produjo al final del Imperio otomano para las minorías que habían vivido en esos territorios durante siglos. En los años 1960, pasó a depender de la nueva metrópolis de Francia, que incluía un exarcado de la península Ibérica: un territorio que todavía no está lo suficientemente organizado para ser una metrópolis. Había solo una parroquia y unas pocas comunidades. El metropolita de Francia decidió crear algo más estable y ofreció a un joven laico griego, Demetrio, formarse como sacerdote y encargarse de esta zona.
Se asentó en Madrid y empezó a organizar la comunidad, un desafío en esa época. En 1971 el alcalde de Madrid les ofreció un terreno a buen precio para construir su iglesia. Eran poca gente pero muy activa. Entre ellos estaba Simeón II, el último rey de Bulgaria, que fue un gran benefactor. En 1973 se consagró la iglesia de los Santos Andrés y Demetrio —hoy catedral— y empezó una nueva etapa de la parroquia, que floreció bajo el trabajo del padre Demetrio. Siempre han estado cerca miembros de la antigua familia real griega: el rey Constantino, que vino muchas veces; la princesa Irene, que estuvo aquí por última vez en Semana Santa, y la reina Sofía.
¿Cómo se pasa de una sola parroquia a ser una metrópolis?
Tras la disolución de la URSS, una cantidad enorme de habitantes de la región llegó a Europa. En España la mayoría eran rumanos y ucranianos. En 2003, el patriarca Bartolomé decidió crear la metrópolis de España y Portugal para atenderlos. También aparecieron bastantes sacerdotes ucranianos que pertenecían a dos estructuras eclesiales que se habían separado del Patriarcado de Moscú y no estaban aceptadas por el mundo ortodoxo, y pretendían ejercer pastoralmente de forma no canónica. Los dos primeros metropolitas empezaron a trabajar y a hablar con ellos, y consiguieron que volvieran a una situación canónica aceptándolos en nuestra metrópolis. Siempre ha sido, es y será un problema que la gente no tenga una comprensión clara de qué es la Iglesia. Hubo que trabajar mucho con esta gente, que venía de una Iglesia nacional y aunque eran ortodoxos nunca se habían sentido parte de la gran familia de la Iglesia ortodoxa.
Ahora tenemos más de 40 comunidades, sobre todo en la costa; pero apenas iglesias. Gracias a Dios las parroquias católicas nos ofrecen lugares para la Divina Liturgia; pero eso solo cubre los domingos.
Su metrópolis incluye a fieles y sacerdotes ucranianos, pero los rumanos y rusos tienen sus propios obispos y estructuras en nuestro país. ¿Por qué?
El segundo mayor problema que tenemos, y que afecta a toda la Iglesia ortodoxa, es el de la diáspora. Canónicamente, las Iglesias ortodoxas locales —rusa, griega, rumana…— cubren un territorio concreto. Si alguien viaja de uno a otro pasa a pertenecer a esa Iglesia, como yo cuando estudié en Rusia. Todos los ortodoxos fuera de esos territorios están vinculados al Patriarcado ecuménico. Es un sistema sabio y sencillo. Pero en la diáspora la gente, según su origen étnico, quería sus propias comunidades. Eso es normal. El problema empieza cuando las Iglesias de las que proceden envían sacerdotes suyos a modo de representantes diplomáticos. Y cuando en las nuevas Iglesias ortodoxas, que a diferencia de los antiguos patriarcados —Constantinopla, Alejandría, Jerusalén— llevan el nombre de un país, existe una visión que vincula Iglesia y Estado. Esto es inaceptable en la eclesiología ortodoxa.
¿Cómo afrontan este problema?
El Patriarcado de Constantinopla no puede fingir que no lo ve. Gracias al patriarca Bartolomé se empezaron a convocar encuentros de todos los prelados ortodoxos. uno de los temas principales de estos encuentros era la diáspora. Se decidió crear en cada país una Asamblea Episcopal Ortodoxa con los obispos presentes, presidida de iure por el representante del Patriarcado ecuménico. Fue un muy buen comienzo, porque mostraba la presencia ortodoxa con una voz.
Día 15. A las 10:00 horas, Divina Liturgia en la catedral del Patriarcado (Nicaragua, 12). A las 19:00 horas, oración ecuménica en la catedral de la Almudena (Bailén, 10).
Día 16. Encuentro con el rey Felipe VI.
Día 17. Recibe el doctorado honoris causa en la Universidad Pontificia de Salamanca a las 11:00 horas.
Día 18. A las 11:00 horas, encuentro con la Conferencia Episcopal Española.
¿Sigue funcionando, después de que el Patriarcado de Moscú rompiera la comunión con el de Constantinopla en 2018 por reconocer la independencia de la Iglesia ortodoxa de Ucrania?
Desgraciadamente, Moscú está utilizando lo más sagrado, la Eucaristía, para chantajear a otros hermanos. Luego rompieron la comunión con otras Iglesias, como las de Grecia, Chipre y el Patriarcado de Alejandría; e incluso han invadido el territorio de este creando su propio exarcado en África. Tenemos un problema espiritual grave. En todo el mundo, los obispos de la Iglesia rusa no pueden estar en ningún evento o entidad en la que haya un representante de Constantinopla.
En España, se dejó de convocar la Asamblea Episcopal Ortodoxa y el metropolita ruso y el rumano han creado su propio consejo ortodoxo. Personalmente tenemos buena relación y a veces hemos intentado reunirnos con uno y otro. Pero oficialmente no podemos estar juntos. Esto es paradójico porque para que la Iglesia esté unida deberíamos dejar de lado nuestras visiones políticas. Al final, esto lleva a que nuestros hermanos cristianos y la sociedad nos pregunten «¿qué tipo de amor tenéis entre vosotros?». Sobre todo ahora que la Iglesia católica está en un proceso sinodal y el Papa dice que la sinodalidad es un don de las Iglesias orientales. ¡Y nosotros hemos perdido esta comprensión!
¿Cómo vive esta realidad como obispo?
No culpo a estos hermanos, pero siento un profundo dolor. Los tres somos jóvenes, tendríamos que dejar atrás estas cuestiones anticuadas que nos impiden ofrecer la luz de la Iglesia ortodoxa. También es un gran dolor que no haya personas valientes que resuelvan estos problemas. Muchos de los sacerdotes del Patriarcado de Moscú fuera de Rusia y algunos en Rusia se han opuesto con valentía a lo que está ocurriendo en Ucrania y todos han sido sancionados y perseguidos; incluido el padre Andrey, que está aquí en Madrid y lleva meses en una situación difícil. Conozco personalmente varios casos. En cierto modo, son mártires.
¿Qué significará la visita del patriarca Bartolomé en este contexto?
Solo puede traer luz y un amor ilimitado. Es un acontecimiento histórico, y espero que sea el comienzo de una peregrinación y que en un próximo viaje llegue a Portugal y Santiago, para que el sucesor del apóstol san Andrés visite el apóstol Santiago. Creo que dará impulso y motivación a la presencia y al testimonio (relacionado en griego con la palabra «martirio») ortodoxos. Le esperamos con mucha alegría. Para la mayor parte de nuestros fieles, que son ucranianos, es una figura heroica porque fue quien otorgó la independencia espiritual a Ucrania. Será encontrarse con su padre espiritual. Creo que están preparando algo muy alegre para él en los jardines de la catedral después de la Divina Liturgia del domingo.
¿Cómo se está viviendo la guerra de Ucrania entre los fieles de la metrópolis?
Logramos hacer una declaración común con los rusos y los rumanos. Desde el principio empezamos a recoger ayuda humanitaria, especialmente los dos primeros meses. Y han ucranianos nuevos a las comunidades, especialmente a Barcelona, Valencia y Oporto. También dos sacerdotes.
Aludía antes al Sínodo en la Iglesia católica. ¿Cómo se vive la sinodalidad en la Iglesia ortodoxa?
La sinodalidad es muy sencilla, somos nosotros los que la complicamos. Los encuentros de obispos y establecer relaciones personales entre ellos es el mejor instrumento, porque tienen una relación diaria con sus sacerdotes y sus parroquias. La Iglesia ortodoxa es muy vital (aunque pueda parecer extraña por la forma de vestir y las barbas) y su núcleo son las parroquias. En línea directa, los sacerdotes que trabajan con su gente se reúnen con su obispo, y este lleva estas experiencias (y también los problemas) como un don al Sínodo.
En el Patriarcado ecuménico todos los obispos forman parte del Santo Sínodo durante un año de forma rotatoria, así que cada tres o cuatro años todos han pasado por él. En la Iglesia griega y en la rusa es distinto: todos los obispos se reúnen dos veces al año, por ejemplo para elegir nuevos obispos, y los problemas candentes se resuelven en un órgano más pequeño. En el Sínodo también hay comisiones, con frecuencia con miembros laicos. Además, en algunas Iglesias ortodoxas muchas diócesis tienen un organismo de clérigos y laicos.
Hasta finales de agosto, participó por primera vez en el Santo Sínodo del Patriarcado. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Asombrosa, porque ha coincidido con el final de la pandemia y con todos estos desafíos con Rusia. Durante tres años trabajé en el archivo del Patriarcado con los documentos que salían del Sínodo, pero ahora ha sido sorprendente ver cómo funciona y cómo el patriarca se relaciona con él. Por ejemplo, nos reuníamos en una pequeña sala, todos alrededor de una mesa, sin que nada señalara a una diferencia entre nosotros. Cuando estamos en un sitio de forma oficial todos los obispos ortodoxos llevamos un medallón con la Virgen, la Panagia; y allí no lo llevábamos. La sede del Patriarcado es como un monasterio donde impera la simplicidad y todos somos iguales. El patriarca es nuestro padre espiritual, un punto de referencia para coordinarnos; pero a la vez es un obispo como nosotros. Y me chocó mucho cuando, teniendo yo solo 48 años, se dirigía a mí con un «querido hermano, ¿tienes algo que decir?». Este sentimiento de igualdad pero al mismo tiempo de respeto a nuestro primus inter pares es muy importante.
¿Cómo es que su Iglesia se relaciona con la Administración a través de la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas?
Es algo muy sui generis que llevaron a cabo mis predecesores para estar bajo un paraguas jurídico, precisamente porque los ortodoxos no tuvimos la seriedad de presentarnos unidos ante las autoridades civiles. Estaré aquí el resto de mi vida y tengo mucho por hacer. Tendré que trabajar en esta cuestión de nuestra presencia y testimonio, que tienen que ser serios, sin excusas. Si no se entiende que la Iglesia no tiene límites étnicos, no cambiará nada. Primero somos ortodoxos y luego griegos, rumanos o rusos.
Pero, ¿la relación con las autoridades es buena?
Fiscalmente no tenemos problemas por el acuerdo de abril [para ampliar a los ortodoxos y otras minorías los beneficios fiscales de evangélicos, judíos y musulmanes, N. d. R.]. Otra cuestión es que las autoridades civiles no nos toman en serio. Cuando llegué a España el Ministerio de Interior nos convocó a una reunión a los tres obispos ortodoxos. Nos pidieron fecha y nos pusimos de acuerdo en una. Pero en el último momento la retrasaron desde el ministerio. Ocurrió otras seis veces en un año, hasta que les dije «somos obispos, tenemos nuestras agendas y estamos 24 horas al servicio de la gente. No nos están respetando». Desde entonces no hemos recibido más mensajes.