Benedicto XVI, peregrino de la Virgen de la Caridad del Cobre: «Cuba, reaviva en ti la fe de tus mayores» - Alfa y Omega

Benedicto XVI, peregrino de la Virgen de la Caridad del Cobre: «Cuba, reaviva en ti la fe de tus mayores»

Benedicto XVI viajó a Cuba en una hora decisiva de su historia, aunque llena de incertidumbres. En un histórico viaje de tres días —del 26 al 28 de marzo—, el Papa mostró a los cubanos que, en sus raíces cristianas, pueden encontrar la «fuerza para edificar un porvenir mejor», y «Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos»

Ricardo Benjumea
El Papa reza ante la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, el pasado 27 de marzo.

En tiempos de Cristo, muchos judíos «esperaban a un Mesías que liberase a Israel del dominio de los romanos. Pero Jesús decepcionó estas expectativas…». Así comentaba, hace unas semanas, el Papa, durante el rezo dominical del ángelus, el pasaje evangélico de la expulsión de los mercaderes del templo. Esos mismos comentarios podrían aplicarse ahora a quienes han querido medir el éxito o el fracaso del viaje del Papa a Cuba en términos estrictamente políticos y con carácter inmediato, o a quienes se rasgan las vestiduras porque Benedicto XVI se haya entrevistado con Fidel Castro, y no haya podido hacerlo, en cambio, con la disidencia.

La visita del Papa ha generado importantes movimientos, pero de fondo. «El Papa conquistó el corazón de los cubanos», subraya, en una entrevista a L’Osservatore Romano, el arzobispo Angelo Becciu, sustituto en la Secretaría de Estado y, hasta hace un año, nuncio en Cuba. «Lo demostraron sobre todo en el momento en que salieron en masa a las calles para saludarlo mientras partía. Vi a gente, por fin, desinhibida, que inundó las calles recorridas por el cortejo papal para mostrar un afecto sincero. Fue una hermosa sorpresa.., un signo evidente de cómo la persona y las palabras de Benedicto XVI han tocado sus corazones. No hay que olvidar que muchos de ellos han crecido sin saber nada del Papa», ni de la Iglesia.

La Virgen, Madre de todos

Hubo un antes y un después en la visita de Juan Pablo II. Las primeras palabras de Benedicto XVI, tras pisar suelo cubano, fueron para él: «Su paso por la isla fue como una suave brisa de aire fresco que dio nuevo vigor a la Iglesia en Cuba, despertando en muchos una renovada conciencia de la importancia de la fe, alentando a abrir los corazones a Cristo». Ahí se inició un proceso que ha terminado por eclosionar, a la vista de todos, en la peregrinación por toda la isla de la Virgen de la Caridad del Cobre, en el 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la patrona de Cuba. Fue un gran despertar espiritual para muchos, que, a pesar de haber olvidado la fe de sus padres, siguen reconociendo sus raíces y su identidad en esta imagen de la Virgen. «Me ha llenado de emoción conocer el fervor con el que María ha sido saludada e invocada, en su peregrinación por todos los rincones y lugares de la isla», recoció el Papa.

A todos esos cubanos se unió Benedicto XVI, que llegó a Cuba como peregrino al santuario de la Virgen de la Caridad Cobre, consciente de que el país, «en este momento importante de su historia, está mirando ya al mañana».

A los pies de la Virgen, el Papa puso «las necesidades de los que sufren, de los que están privados de libertad [disidentes], separados de sus seres queridos [las familias divididas por el exilio] o pasan por graves momentos de dificultad», como les sucede a la inmensa mayoría de los cubanos, instalados en una crisis económica permanente. También aludió a los descendientes de los esclavos africanos. Y a «tantos campesinos y a sus familias, que desean vivir intensamente el Evangelio, y ofrecen también sus casas como centros de misión para la celebración de la Eucaristía», porque la Iglesia no dispone de otros lugares, en un régimen que quiso extirpar la fe de sus súbditos. A todos ellos, les ampara el largo manto de la Virgen: unidos bajo su maternidad; enfrentados, tal vez, en todo lo demás…

Tiempos de esperanza

Antes de visitar el santuario, Benedicto XVI celebró la Eucaristía en la plaza Antonio Maceo, de Santiago de Cuba. Allí —destacó en su saludo el arzobispo, monseñor Dionisio García—, estaban representados tanto los cubanos de la isla como del exilio, llegados desde Florida.

El Papa se refirió a la misión de la Iglesia, en circunstancias a menudo muy difíciles. «Sé con cuánto esfuerzo, audacia y abnegación trabajan cada día para que, en las circunstancias concretas de su país, y en este tiempo de la Historia, la Iglesia refleje cada vez más su verdadero rostro como lugar en el que Dios se acerca y encuentra con los hombres». Y añadió: «La Iglesia tiene la misión de prolongar en la tierra la presencia salvífica de Dios, de abrir el mundo a algo más grande que sí mismo, al amor y la luz de Dios».

Son tiempos duros, pero también de esperanza para la Iglesia. A pesar de las heridas de 50 años de ateísmo de Estado, la Cuba oficialista y la disidencia miran ahora hacia ella como referente sólido, el único creíble, en un tiempo de grandes incertidumbres en el futuro.

En su despedida, Benedicto XVI pidió especialmente a los católicos que ayuden «a estrechar la concordia, y a hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada». Y pidió: «Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales».

El Papa ponía así el broche de oro a tres días para la historia de esa nación: «Concluyo aquí mi peregrinación, pero continuaré rezando fervientemente para que ustedes sigan adelante y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad», dijo. «Cuba, reaviva en ti la fe de tus mayores, saca de ella la fuerza para edificar un porvenir mejor, confía en las promesas del Señor, abre tu corazón a su Evangelio para renovar auténticamente la vida personal y social».

«¡Hasta siempre, Cuba, tierra embellecida por la presencia materna de María!».

Una Palabra viva para Cuba

Dios no se olvida de Cuba. Él ha estado y sigue estando entre sus hijos. Benedicto XVI recordó que la luz de Cristo brilla «de la forma más clara, precisamente allí donde, según el juicio humano, todo parece sombrío y sin esperanza». Lo saben bien quienes se han opuesto pacíficamente a la pérdida de libertad y se han mantenido firmes, sin perder la esperanza. Tímidamente, empiezan a ver resultados.

Hubo un momento en los actos del Santo Padre en Cuba, en el que la Palabra de Dios se encarnó de forma especialmente contundente para los cubanos. Fue en la multitudinaria Misa que el Santo Padre celebró el 28 de marzo en la plaza de la Revolución José Martí, de La Habana. El Evangelio del día afirmaba: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres». El Papa no necesitó más ayuda que la de la Palabra de Dios para alentar al pueblo de Cuba a mantenerse fiel en la búsqueda de dos alimentos que han escaseado de modo especial en la isla: verdad y libertad.

¡Qué oportuna es la Palabra! Cuba necesita edificar su nueva sociedad abrazándose a la verdad, que no hiere ni se venga; y viviendo en una libertad que debe llegar a todas las dimensiones del ser humano, fundamentalmente la religiosa. El Papa, apoyándose en la actitud de Pilato, que dudó acerca de la posibilidad de conocer la verdad, recordó a los cubanos que instalarse en la duda «produce un cambio en el corazón», que hace a los hombres «fríos, vacilantes, distantes y encerrados en sí mismos; personas que se lavan las manos y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse».

Con un tacto exquisito, el Santo Padre anunció a Cuba que es hora de comprometerse con el Evangelio, la auténtica revolución que traerá a la isla el tiempo nuevo que los cubanos están esperando. Los creyentes tienen un especial compromiso; a ellos, particularmente, el Papa les animó «a ofrecer a sus contemporáneos, como lo hizo el Señor, incluso ante el sombrío presagio del rechazo y de la cruz», la invitación que el mismo Cristo hace «a conocer la verdad que hace libres». A nosotros, nos queda acompañar con la oración a nuestros hermanos cubanos.

Dora Rivas