Bautismo de deseo: «No os olvidéis de vuestros hijos, os llaman desde el cielo»
Dos parroquias madrileñas celebraron la Presentación del Niño Jesús en el templo inscribiendo a 92 bebés que no llegaron a nacer en un libro, no sacramental, de Bautismo de deseo
En casa de Lourdes y José María había fiesta el viernes pasado. «¡Vamos a ponernos guapos, que tenemos lo de Catalina!». «Lo de Catalina» era que inscribían a la cuarta de sus cinco hijos en el libro de Bautismo de deseo que se abría ese mismo día en la parroquia Santos Juan y Pablo, de San Fernando de Henares. Catalina nació para el cielo el 15 de marzo del año pasado. En realidad, no dio tiempo a saber si era niño o niña, pero los síntomas de Lourdes eran los mismos que con las niñas. Así que Catalina. Se habían enterado de esta celebración por el Instagram de la parroquia y fue como una corazonada, «la niña nos estaba reclamando atención». De hecho, el párroco, Eduardo Pozo, animó en la homilía: «No os olvidéis de vuestros hijos, que os están llamando desde el cielo». Cuenta Lourdes que todo esto los ha ayudado mucho, como familia y como matrimonio. «Al principio hablamos, pero ahora llevábamos todo este tiempo sin saber cómo lo habíamos vivido cada uno». Han entendido que su dolor «es salvífico» y que no lo llevan solos, porque Dios «lo carga y va por delante».
Así lo han vivido también Belén y Dale, ellos de la parroquia Nuestra Señora del Buen Suceso. También allí, el 2 de febrero, inscribieron a su hijo único, Cosme, que no llegó a nacer en 2009. Belén tenía 43 años cuando se quedó embarazada. Estaba preparada para una malformación o un síndrome de Down, «pero no para que falleciese». Fue la que organizó la ceremonia. Después, «muchos padres hablaron de reparación y transformación. Fue un dolor que se convirtió en paz. No sé si en alegría, aunque quizá sí sientes que tienes un hijo santo en el cielo». De esto les habló precisamente el párroco, Enrique González, en la homilía: de cómo «estos niños no pudieron recibir el Bautismo sacramental, pero sí la gracia de este mismo Bautismo por vuestro deseo, en la fe de la Iglesia». Ambas parroquias suman 92 bebés inscritos.
Si Lucía hubiera nacido con vida, habría cumplido el 2 de febrero 18 años. Por eso, sus padres, Cristina y Pedro, a pesar de que el duelo fue complicado y ella se enfadó con Dios —fue un embarazo a término y además la madre de Cristina había muerto dos meses antes—, se preguntan «¿cómo íbamos a decir que no?». Los años habían pasado. «Tengo una fe muy débil», pero ya no hay rabia y sí un camino hacia la Iglesia que abrió su segunda hija, Julia, cuando quiso hacer la Primera Comunión. Entonces, bautizaron también al tercero y al cuarto.
A la celebración de la inscripción invitaron a familiares y amigos, «porque al final pasa una cosa así y se queda como algo pendiente. Ahora queríamos celebrarlo, celebrar su vida». «Fue un regalo de cumpleaños para ella» y un consuelo para los padres. «Estos niños siempre han estado tapados. En el registro, mi hija fue “feto mujer”; es la primera vez que veo su nombre en un papel». La Misa, continúa, preparada con tanto «esmero y amor», fue «una fiesta para estos niños. La Iglesia les ha abierto los brazos y esto es maravilloso». Al terminar, una amiga le citó a Isaías, «mira, te llevo tatuada en mis palmas». «Sentí que el nombre de Lucía estaba en las palmas de Dios; no solo escrito en la vela» que les dieron.
—¿Fuisteis a celebrarlo después?
—Sí, a cenar.
La sonrisa grande se nota a través del teléfono.
En la parroquia de Buen Suceso se inscribieron 70 niños de 49 familias; algunas de ellas con varios hijos. El más mayor, un bebé no nacido en 1966; otros, de noviembre de 2023. Muchos padres aún no habían pasado el duelo. En la parroquia de San Fernando de Henares, por su parte, se inscribieron 22 niños de 13 familias. La celebración se enmarcó en la Eucaristía propia del día. En el momento del ofertorio, cada familia se acercó al altar con una vela con el nombre de su bebé impreso y el año en que falleció. Fueron momentos «muy conmovedores» para los padres, pero también para los sacerdotes. Como explica el párroco de San Fernando, él mismo con dos hermanos gemelos fallecidos antes de nacer, «como sacerdote disfruté muchísimo; esto ha sido una dulzura en mi ministerio». Además, ha visto cómo la preparación, con dos reuniones en diciembre y enero y una oración para cada día de la Octava de Navidad, ha ayudado a los padres a «compartir algo sobre lo que habían corrido un velo», a «unirse más» y a ser conscientes de que «sus hijos los necesitan desde el cielo».