Barracones, cimientos de la Iglesia diocesana - Alfa y Omega

Barracones, cimientos de la Iglesia diocesana

La construcción del templo y los aspectos económicos «no son nuestra prioridad», aseguran desde el barracón de San Rafael Arnaiz. Lo primero es «crecer como comunidad»

José Calderero de Aldecoa
San Rafael Arnaiz aspira a ser reconocible como parroquia desde fuera y por eso destaca la torre
San Rafael Arnaiz aspira a ser reconocible como parroquia desde fuera y por eso destaca la torre. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Somos lo que tú nos ayudas a ser. Somos una gran familia contigo. No solo es el lema de la campaña del Día de la Iglesia Diocesana, que se celebra este domingo, sino también lo que se vive a diario en la parroquia San Rafael Arnaiz, del madrileño barrio de Sanchinarro, que todavía no es más que un barracón demasiado pequeño para la intensa actividad que se anuncia en el corcho. De hecho, «el futuro templo se está costeando gracias a la generosidad de los feligreses», explica Borja Pérez, encargado de orientar a los arquitectos para diseñar la iglesia de la que es párroco. «Quería una torre para que por fuera se viera que es una parroquia; un gran atrio donde la gente se pueda reunir, y un templo de estilo basilical con el sagrario en el centro para que todos adoren a Cristo». Sin embargo los aspectos económicos, incluso la construcción del templo, «no son la prioridad», confiesa el sacerdote. Lo primero ha sido «crecer como comunidad de fe». Y esto lo han hecho desde cero. Cuando en 2016 fue nombrado párroco, «ya estaba el prefabricado, pero eso era todo. No había más», asegura. Así que, en primer lugar, celebró Misa y se puso a confesar. Después, «comencé a hablar con los que se acercaban y me di cuenta de que en la zona vivían muchos matrimonios jóvenes». Por ello, el siguiente paso fue montar un grupo de matrimonios y «se apuntaron 90», subraya Pérez. Desde entonces, «no he montado nada más. Han sido los feligreses los que me han ido pidiendo todo». «“No entendemos la Biblia”, e hicimos un grupo de Biblia. “Queremos algo para nuestros hijos”, y montamos grupos juveniles. “Ya somos muchos grupos, pero no nos conocemos entre nosotros”; pues fiesta de la parroquia todos juntos».

Después de todo esto llegó la pandemia, que sirvió para aumentar la comunidad y «estrechar lazos con la asociación de vecinos del barrio». Al principio «había reticencias», pero se superaron y «nos juntamos, por ejemplo, para fabricar EPI con bolsas de basura para los médicos del hospital de Sanitas de La Moraleja». Ahora la relación es cordial, incluso «han venido a visitarnos».

La fiesta de la parroquia se tiene que celebrar en el descampado donde se construirá el templo. Foto: Parroquia de San Rafael Arnaiz.

Un trabajo en equipo

Tras 17 años viviendo el barrio, con la tarea de ir de un lado a otro para poder asistir a Misa o para llevar a sus hijos a catequesis, el desembarco de Borja y Alberto —el otro sacerdote que llegó a la parroquia—, en el barracón de San Rafael Arnaiz «lo supuso todo para nosotros», asegura Cristina Ezquerra, una de las feligresas más antiguas. «Sanchinarro pasó de ser el barrio en el que hasta entonces solo vivía a ser algo mucho más profundo», explica. «El primer día que llegaron me presenté y me puse a su disposición», recuerda la feligresa. Ahora es la responsable de la catequesis para los niños de Primera Comunión y pertenece a los grupos de Cáritas, de liturgia y a uno en el que se trabaja sobre la Eucaristía. A pesar de toda esta labor, a Ezquerra no le gusta que la destaquen. «Sobre todo, porque esto no es un labor de una sola persona. Ni mucho menos. Aquí colaboramos todos y yo soy una más», asevera, al mismo tiempo que pone de ejemplo colaborativo el desastre ocasionado en Madrid por la tormenta de nieve Filomena. «La nevada tiró parte del techo y bloqueó la entrada del barracón. Fue impresionante ver cómo no hizo falta pedir ayuda porque todos bajamos a colaborar», concluye.

Un proceso similar al de san Rafael Arnaiz lo van a vivir ahora en la recién erigida parroquia San Juan Pablo II de Alcorcón —diócesis de Getafe—, en cuyo terreno se va a colocar un prefabricado. Su instalación responde «a una preocupación en la diócesis por llegar a los barrios nuevos», porque «la experiencia es que, allí donde se pone una parroquia, mucha gente que no tenía participación en la vida de la Iglesia empieza a tenerla», explica Javier Mairata, vicario general de la diócesis. «Una parroquia es la casa de Dios en medio de los hogares de los hombres, y es una posibilidad real para muchos de acercarse a Él».

Las colectas caen un tercio

En el Día de la Iglesia Diocesana se invita a colaborar con la parroquia con la oración, las cualidades, el tiempo o económicamente. En este último ámbito, más accesible que nunca a través del portal donoamiiglesia.es, destaca un año más el compromiso de los fieles de Madrid. Si bien es cierto que en 2020 se recaudaron dos millones menos en concepto de colectas parroquiales por el confinamiento, aumentaron significativamente las suscripciones, que pasaron de 11,6 millones de euros en 2019 a más de 15 millones en 2020. En total, la archidiócesis de Madrid ingresó más de 106 millones de euros , de los que la mayoría, el 44,56 %, fueron aportaciones voluntarias de los fieles.

Al igual que en Madrid, la Conferencia Episcopal ha detectado una bajada generalizada de las colectas como consecuencia de la pandemia. En concreto, han caído un tercio de media.

El dato positivo se encuentra en la publicación en todas las diócesis de la revista Nuestra Iglesia –en la que se recogen las principales cifras económicas y pastorales de cada Iglesia local–, un buen síntoma de la apuesta por la transparencia de la Iglesia.

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