Ayudan todo el año, pero guardan lo mejor para Navidad
Las instituciones caritativas vinculadas a la Iglesia en Madrid lanzan iniciativas específicas para este tiempo litúrgico. No es puntual, pues sus usuarios reciben apoyo durante todo el curso
«Toma una croqueta porque, si no, te vas a quedar sin ella», nos insiste Inmaculada. No es para nosotros, pero —sin quitársela a nadie y ya en el último turno de reparto— nos la comemos. Todo sucede en el comedor Ave María, una iniciativa caritativa con tres siglos ininterrumpidos de historia en el mismo edificio en pleno centro de Madrid y en la que esta mujer sirve desayunos desde hace 16 años junto a otros voluntarios de parroquias vinculadas a los trinitarios. La croqueta en cuestión es uno de los gestos navideños que ha querido tener con sus 360 comensales otra voluntaria. No es el único. «Siempre hacemos un desayuno especial el día 24. Para nosotros, celebrar es muy importante», añade Inmaculada.
Paulino Alonso, sacerdote trinitario y coordinador de la iniciativa desde 1992, revela que el día de Nochebuena por la mañana, aparte del «café con leche de casi medio litro», las magdalenas, sándwiches, frutas y yogures que sirven a diario, las personas que se acerquen a este recurso —en el que se atiende a todo el mundo sin cita previa— recibirán «un bocadillo de pechuga de pollo con queso, un paquete grande de galletas y un litro de zumo». Y el día 25, una bolsa con turrones y otros dulces típicos. «Lo importante es que disfruten; quizá no puedan celebrar la Navidad como nosotros y no queremos dar solo comida, sino también calor humano», reivindica.
Navidades sin alcohol
También tendrán una atención especial quienes acuden al Centro de Tratamiento de Adicciones de Cáritas Madrid. Su responsable, Paula Alonso, explica que en torno al 75 % de sus usuarios están allí por un problema con el alcohol, aunque también los hay por otras sustancias o adicciones comportamentales como el juego, las compras compulsivas, las pantallas o ser clientes de prostitución. «Es muy complicada la Navidad para las personas con adicciones porque han tenido muchas pérdidas», explica. Muchas veces «sus familias las han dejado de lado, se han separado, no tienen relación con sus hijos y han sido despedidas del trabajo». Un elemento más que amenaza al grueso de estos perfiles es que «la Navidad, que es motivo de celebración, está casi siempre ligada al alcohol».
Paula Alonso alerta de que, incluso aquellos con una recuperación avanzada e incorporados al mundo laboral, se enfrentan a problemas cuando van a una cena de empresa, pues reciben presiones de sus compañeros para beber. Como una sola gota causa una recaída, suelen tener dos opciones: «O te desvinculas por completo de la relación social, con lo que te conviertes en “el raro” y la gente no lo entiende, o le vas contando a todo el mundo algo tan íntimo como que tienes una adicción y eres alcohólico». Después vienen las represalias, pues «sin duda influye en tu rendimiento y, ante cualquier conflicto, saberlo pone en bandeja que te puedan despedir».
Como alternativa, este centro de Cáritas organiza para los usuarios con los que más estrechamente trabaja un almuerzo de Nochebuena en el que no hay ni siquiera vinagre de vino ni manzanilla con anís por todas las asociaciones que pueda despertar. Aparte de una celebración de la Palabra abierta también a personas no católicas —los usuarios proceden de todo tipo de contextos— y en la que se subraya el agradecimiento, «tomamos un patateo» en el que los productos que llegan a la mesa están muy bien pensados para que no le hagan mal a nadie. «Los días 24 y 31 hay una comida que sirve Carifood, nuestra empresa de inserción, y hace un menú muy especial, muy navideño y muy rico», detalla Alonso. Debido a que muchos tienen parientes conflictivos o que reniegan de ellos, «nosotros somos un poco su familia», añade la responsable.
En medio del mercadillo con artesanía que los usuarios del centro elaboran durante todo el año como terapia y que venden en esta época del año para destinar lo recaudado a actividades de ocio productivo, David nos muestra uno de los belenes que él mismo ha tallado en madera. Nos confiesa que «este es el único sitio que realmente me ha quitado de beber». Lo cuenta sin vergüenza porque está orgulloso de los pasos que ha dado hasta llegar donde está. «Aquí se ponen en tu piel y te enseñan a cambiar los hábitos», explica. Si antes salía por las noches hasta muy tarde, ahora le gusta «ir a andar al campo». Y nos confía que «desde niño, Navidad es la única época del año que disfruto al 100 %». Tras mucho trabajo para recomponer la relación con su madre y un grupo de amigos que le hacía bien, explica que «el que yo no pueda beber no me quita vida social: sigo celebrando y disfruto sanamente».
Alba Martín, educadora del centro, revela que en Navidad «animamos a llamar a alguna persona con la que tenían relación hace años y no le hiciera mal», aunque matiza que solo es aconsejable para los itinerarios muy avanzados y quienes tengan un buen lugar de referencia al que volver. «La celebración es importante, se puede aprender a disfrutar sin sustancias y volver a conectar con las personas», señala. Considera crucial la organización del mercadillo con obras de David y sus compañeros, porque «la adicción lo que hace es jorobar los circuitos de las personas y las cosas que las motivan». Crear belleza con sus propias manos supone para ellos un gran salto adelante para cambiar su vida.
Tienen derecho a celebrar
Durante la visita a las oficinas centrales de Cáritas Madrid, reparamos en su colorida decoración navideña. Procede del Proyecto Nazaria Baja a la Calle, una iniciativa coordinada entre la entidad y las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Covadonga Fernández, su responsable, nos cuenta que consiste en «un recurso residencial de carácter tutelado» donde nueve chicas de entre 18 y 24 años se apoyan entre sí para escapar de la vulnerabilidad. Sus perfiles son muy específicos: no tienen hijos a su cargo ni problemas con el consumo, pero sí «provienen de problemáticas familiares o muy graves o están sufriendo un abuso por el que acabarían en la calle». Allí permanecen, por lo general, no más de dos años. Aunque algunas situaciones pueden prolongarse más y otras han llegado a solucionarse en tan solo diez meses.
Según Fernández, este proyecto preventivo persigue «que las jóvenes sean autónomas en el menor tiempo posible». Para ello reciben seguimiento de una trabajadora social, apoyo psicológico, orientación laboral y jurídica. También adquieren habilidades organizativas y de limpieza, pero pensadas principalmente para que sean capaces de llevar su propia casa, no para dedicarse al servicio doméstico. «Insistimos mucho en que todos los trabajos son dignos, pero nos centramos sobre todo en que estudien formación profesional porque es lo más rápido de acabar y salen adelante», explica la responsable. De hecho, aunque provengan de contextos difíciles, una de las chicas que vive en el Proyecto Nazaria Baja a la Calle «acaba de ser contratada en una empresa de drones». Y otra que acaba de concluir su estancia en la casa «trabaja en la Policía como traductora porque habla cuatro idiomas».
Inmaculada. Comedor Ave María.
«Aquí me encuentro útil, ayudar a otros me da satisfacción y me ha sacado de algunos problemas muy grandes que me sucedieron cuando mi marido falleció».
Paula Alonso. Cáritas Madrid.
«La idea es que las personas que vienen aborden no solo su consumo actual, sino también las causas que lo produjeron, para evitar una recaída en el futuro».
Paulino Alonso. Comedor Ave María.
«No tenemos ninguna persona contratada ni subvención de ninguna institución. Gracias a Dios, la gente en Madrid es solidaria y colabora mucho».
David.
Usuario de Cáritas.
«Las técnicos de Cáritas Madrid me abrieron la mente y hoy día ya pienso de otra manera. Se ponen en tu piel y eso es muy importante para lograr el cambio».
De cara a la Navidad, aparte de diseñar la decoración de Cáritas Madrid, Fernández revela que «este mismo jueves tendremos nuestra cena particular, donde vamos a celebrar el amigo secreto». Con un presupuesto simbólico, «cada una sabe quién le ha tocado y hará una manualidad desde el corazón que le pueda gustar a la otra persona». Y una semana después, en la propia Nochebuena, «como la mayoría de estas jóvenes no tiene familia o no deben volver a ella», se prepara «una comida muy especial», aparte de una discoteca de andar por casa y diferentes juegos, porque ellas también tienen derecho a celebrar.
Otro centro que también aloja a chicas con retos por delante, esta vez 18 y mucho más jóvenes —de 3 a 12 años—, es el Centro Hogar María Inmaculada. Fundado en 1928 y antaño dedicado a las niñas huérfanas, hoy atiende a hijas de trabajadoras del hogar internas. «La mayoría son africanas y las hay de Nigeria, Guinea Ecuatorial y Senegal», explica sor Marleny, colombiana y madre superiora de las Hermanas Franciscanas de la Purísima Concepción. Las niñas viven todo el año en esta casa de lunes a viernes mientras sus madres no las pueden atender; juegan, estudian juntas y adquieren habilidades para imponerse a las dificultades que puedan encontrar en la vida. Para la Navidad que está por venir «ya están haciendo teatrillos y ensayando villancicos para cantarles» a los voluntarios de entidades «que vienen a visitarlas». Y con ayuda de la asociación Regala Sonrisas en Navidad, los Reyes Magos les dejarán el regalo que hayan pedido en una carta escrita con antelación. Es la gran ilusión para muchas de ellas, pues «nunca han podido recibir un regalo como ese en sus casas».