Axel Munthe: médico de la misericordia - Alfa y Omega

Axel Munthe: médico de la misericordia

En él, la confianza y la piedad eran inseparables. Como escribió en La historia de San Michele, «no hay que dar nada a los hombres que no sea darse a uno mismo». Así se salvó de ser un doctor de moda

Antonio R. Rubio Plo
El escritor y médico sueco en un retrato de Feodora Gleichen. A la derecha: Axel Munthe en Villa San Michele con un mono y un perro
El escritor y médico sueco en un retrato de Feodora Gleichen. Foto: Feodora Gleichen. A la derecha: Axel Munthe en Villa San Michele con un mono y un perro. Foto: Reina Victoria.

El 11 de febrero de 1949 falleció en Estocolmo el médico y escritor sueco Axel Munthe. 20 años atrás había publicado La historia de San Michele, uno de los libros más vendidos en el siglo pasado, traducido a más de 40 idiomas y con 30 ediciones. Un libro difícilmente clasificable, porque es mucho más que las memorias de un médico que ejerció su profesión a finales del siglo XIX y principios del XX, sobre todo en París y Roma. Además, atendió a las víctimas del terremoto de Mesina (1908) y del cólera de Nápoles (1910), o a los heridos de las trincheras en la Primera Guerra Mundial. Munthe fue médico de las clases acomodadas en Francia e Italia, de personas de la realeza y del cuerpo diplomático, aunque también dirigió su mirada, tiempo y energías a los otros habitantes de las grandes ciudades: los pobres y los inmigrantes, enfermos del cuerpo y del espíritu, abandonados a su suerte en la época de un progreso científico no siempre asequible a todos.

Hay una cita al inicio de La historia de San Michele que es muy significativa: «No hay que dar nada a los hombres que no sea darse a uno mismo». La cita nos recuerda que el médico sueco es un hombre singular, alguien que ama su profesión, pero no la concibe al margen de una cuidada atención a sus pacientes. En el inicio del libro, en su primera visita a la isla de Capri, cuando aún es un joven estudiante, Munthe señala que ha pedido al espíritu de aquel lugar, cargado de historias y leyendas, no perder nunca la piedad: «No puedo vivir sin misericordia si quiero ser médico».

Peristilo en la Villa San Michele de Capri
Peristilo en la Villa San Michele de Capri. Foto: Erin Taylor.

A lo largo de su vida, Axel Munthe adquirirá prestigio y ganará mucho dinero, acompañado de un sinfín de dolores y decepciones, entremezclados con pequeñas y grandes alegrías. Pese a todo, quiso refugiarse de los sinsabores de la vida en un pequeño refugio en Capri, la Villa San Michele. Tardó cinco años en edificarla y la llenó de restos arqueológicos de tumbas romanas, sarcófagos, bustos, mosaicos, mármoles y columnas. Quizás la obra más llamativa es una esfinge egipcia, que se remonta al año 1700 antes de Cristo. Esta obra de granito preside una espectacular vista a la bahía de Nápoles. El conjunto se completa con un viñedo, árboles frutales, palmeras, cipreses y flores. Un escenario de ensueño que da título al libro de Munthe. Hizo caso al escritor Henry James, uno de los visitantes de la villa, que le aconsejó redactar esta obra en la que se mezclan lo real y lo fantástico. Un libro para leer con el corazón y al que se le perdonan fácilmente sus inverosímiles ensoñaciones, porque están cargadas de humanidad y de poesía.

Axel Munthe no pretendió contar en el libro su vida y silenció muchas cosas, entre ellas su agitada vida sentimental. No hay alusiones ni a sus esposas ni a sus hijos. Se diría que es un hombre que amaba la soledad, aunque no fue en absoluto un misántropo. Por el contrario, le gustaba rodearse de la gente sencilla del pueblo de Anacapri y, pese a ser protestante, participaba en la procesión del patrono, san Antonio, en un cortejo en el que se mezclaba la música religiosa con las arias de Verdi y las canciones napolitanas. Aseguraba que el santo le había curado del insomnio que tenía en París y el descanso le había estimulado para acometer su proyecto de la Villa San Michele, edificada sobre las ruinas de una antigua capilla del siglo X, en unos terrenos en los que debió de residir el emperador Tiberio en los últimos años de su vida.

Esfinge egipcia del año 1700 a. C.
Esfinge egipcia del año 1700 a. C. Foto: Elliot Brown.

Los años de estudiante de Munthe en París, con ilustres médicos como Pasteur y Charcot, que le convirtieron en el médico más joven de Francia, sirvieron para hacerle descubrir en qué consiste el secreto del éxito. Lo puso en práctica en su prestigiosa consulta de la Avenue de Villiers. Ese secreto consiste en inspirar confianza. Lo descubrió dentro de sí mismo, no en los libros ni en el ejercicio de su profesión. Descubrirlo le salvó de ser un simple médico de moda, con el riesgo de mostrarse indiferente e insensible a los padecimientos ajenos. En Munthe la confianza y la piedad siempre fueron inseparables. Su piedad se hizo extensible a los animales. En La historia de San Michele hay ejemplos de la atención dedicada a los perros, a un mono o a una leona, sin olvidar a los pájaros de Capri, presa fácil de los lugareños. El amor a los animales explica también la devoción de Munthe por san Francisco de Asís, que, en el libro, es el único santo que puede abrirle las puertas del cielo gracias al amor que el médico ha demostrado por los animales y los niños. San Francisco, en el que Munthe querría reposar su cabeza, pues le considera un hermano del Cristo misericordioso, parece ser el único capaz de abrir para Munthe un paraíso digno de los cuadros de Fra Angelico, con olivos de un gris plateado, cipreses y un cielo crepuscular en el que se oye el canto de los pájaros.