Se estrena en Movistar+ este magnífico documental sobre una de las estrellas de cine más carismáticas de todos los tiempos: Audrey Hepburn. Ella fue una de las últimas estrellas de la edad de oro de Hollywood, que se convirtió en un icono de la moda, modelo de feminidad y ejemplo de elegancia y buenas maneras. Como dice el director Peter Bogdanovich en el documental, en aquella época las estrellas atraían por lo que eran en realidad, y no solo por lo que se veía de ellas en la gran pantalla. ¿Y cómo era Audrey Hepburn en realidad? Esa pregunta es a la que, modestamente, trata de responder este documental. Para intentar conseguirlo, la película cuenta con los testimonios de su hijo Sean, nacido de su matrimonio con el actor Mel Ferrer; de su nieta Emma Hepburn; de amigos de Audrey, como su biógrafa o directores de cine, y, sobre todo, cuenta con la voz en off de la propia actriz.
Uno de los nudos gordianos de la película es la cuestión del abandono de su padre, justo un día antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Dejó a su familia sin más explicaciones. Audrey pasó la guerra con un nombre falso en Holanda, sufriendo privaciones y pasando miedo. Este abandono de su padre, al que estaba muy unida, fue una experiencia traumática que marcó toda su vida. El segundo elemento decisivo fue su dedicación al ballet. Ella era bailarina. Nunca se le pasó por la cabeza ser actriz. Y la férrea disciplina y la autoexigencia que implica la danza marcaron su personalidad y su control.
Luego vino el cine, casi por casualidad, y conquistó el mundo —y el Óscar— con Vacaciones en Roma. Se convirtió en una amada estrella de la gran pantalla de la noche a la mañana y en un referente de la moda, gracias a su colaboración con el modisto que la vestía: Hubert de Givenchy. Unos años después, cuando lo tenía todo —películas formidables, reconocimientos, premios y un marido fiel—, se retiró para lo que consideraba que le haría feliz: cuidar de su familia y de sus hijos. Desgraciadamente el matrimonio con Mel Ferrer acabó en divorcio, experiencia que ella reconoce como de las peores que puede pasar un ser humano. Después de su segundo divorcio —del médico italiano Andrea Dotti, con quien tuvo a su segundo hijo, Luca, divorcio inevitable tras las más de 200 mujeres con la que alternó Andrea— Audrey se retiró a Suiza y se entregó a las llamadas causas humanitarias: trabajó para UNICEF, de la que fue embajadora, y otras instituciones sociales.
La película consigue la misma elegancia de su personaje, y pasa por los asuntos más complejos y escabrosos con discreción y ausencia total de morbo. Nada es abordado de forma enfática o sensacionalista, y, como resultado, la cinta se disfruta como si de una película de Audrey Hepburn se tratara. La directora, Helena Coan, introduce durante todo el filme bailes de Francesca Hayward, como metáfora de la bailarina que nunca soñó con ser actriz. Espléndida propuesta.
Helena Coan
Reino Unido
2020
Documental
Todos los públicos