Atribuyen a Velázquez una Inmaculada que custodia una parroquia sevillana - Alfa y Omega

Atribuyen a Velázquez una Inmaculada que custodia una parroquia sevillana

La obra fue donada por Soledad de Rojas, que la había recibido como parte del patrimonio familiar

Redacción
Presentación de la investigación
Gabriel Ferreras Romero (historiador), Eva Claver de Sardi (conservadora-restauradora) y Cristina García Garrido (química) presentan la investigación. Foto: Juan José Úbeda.

Los técnicos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico confirmaron esta semana que la pintura de la Inmaculada con el Niño de la parroquia de Santa Magdalena es obra de Diego de Velázquez.

Según informó la citada parroquia a través de su página web, se trata de una obra que fue donada a la parroquia por Soledad de Rojas, que la había recibido como parte del patrimonio familiar, al que llegó a inicios del siglo XIX.

La pintura se adscribe a la representación de una joven Virgen María que lleva en brazos al Niño Jesús, ambos inertes e ingrávidos, como flotando en medio de las escena, ella con una hermosa mirada y él observando al espectador.

La escena sigue la descripción de san Juan en el Apocalipsis: una mujer vestida de sol, con la luna a sus pies y doce estrellas sobre su cabeza. El pintor añadió, además, otras referencias como la torre de David, caracterizada como la torre del Oro, distintos árboles, el huerto que alude a la virginidad y la fuente de la salud.

Los distintos procesos que se han llevado a cabo en todo el curso de la restauración, se puede leer en el texto publicado por la parroquia, han permitido hacer un acercamiento mucho más adecuado a la realidad original de la obra, donde destacaríamos que el verde empleado era muy habitual en Francisco Pacheco, pero no en Velázquez, de ahí que nos sitúe ante una obra de la primerísima producción del maestro sevillano. Se enmarca en su plena juventud, cuando contaba con unos 15 años, lo que la convertiría en la creación más precoz que se le conozca.

«En concreto, traslada a un Velázquez en su etapa formativa dentro del taller de Pacheco, antes de alcanzar el rango de maestro y de tener taller propio, pero eso sí, con rasgos y personalidad propia, visibles en la manera de pintar a base de trazos verticales que deja un mayor empaste en los rebordes generando mayor volumen, o en el blanco tan característico que siluetea sus figuras», continúa la explicación.

En la comparación con otras obras, detalla, el naturalismo de ambas imágenes se aleja de las formas propias de Pacheco, o incluso el tratamiento de los ropajes, en sus volúmenes y en sus pliegues remiten a Velázquez.