Asoma la espiritualidad ignaciana en el Papa Francisco: «Con el demonio no se dialoga» - Alfa y Omega

Asoma la espiritualidad ignaciana en el Papa Francisco: «Con el demonio no se dialoga»

«Con el príncipe de este mundo no se puede dialogar»; es imposible el entendimiento con quien sólo busca nuestra perdición, advirtió, el sábado, el Papa Francisco, que en sus primeras semanas de pontificado, no ha dejado de predicar sobre las insidias del demonio, y la necesidad de estar siempre despiertos, en alerta y tensión espiritual

Ricardo Benjumea
El pecado original (detalle de la serpiente: el demonio). Mosaico de Marko I. Rupnik, en la sacristía de la catedral de la Almudena.

«El príncipe del mundo no quiere que seamos salvados», y por eso «hace nacer la persecución que, desde los primeros tiempos de Jesús, continúa hasta hoy. Muchas comunidades cristianas son perseguidas en el mundo. En este tiempo más que en los primeros tiempos; ¡eh! Hoy, ahora, en este día, en esta hora. ¿Por qué? Porque el espíritu del mundo nos odia».

El demonio apareció una vez más en la predicación del Papa Francisco, durante la Misa que celebró, el sábado, en la capilla de la residencia de Santa Marta. Las referencias al padre de la mentira han sido continuas en sus homilías matinales de las últimas semanas, según los extractos difundidos por Radio Vaticano, pero, en esta ocasión, el Papa improvisó toda una catequesis sobre el modo de actuar de Satán y sobre cuál es la respuesta que deben dar los cristianos.

Antes de la persecución abierta –advirtió–, vienen las tentaciones, las insidias… «Pensemos en cómo el príncipe de este mundo quiso engañar a Jesús cuando estaba en el desierto: ¡Venga, valiente! ¿Tienes hambre? Come… Tú has venido para salvar a la gente. Ahorra tiempo, ve al templo, tírate y toda la gente verá el milagro y se acabó: tendrás autoridad. Pero pensemos en esto: ¡Jesús nunca respondió a este príncipe con sus palabras! Nunca», sino que «respondió con la Palabra de Dios». Y ése es también un mensaje para nosotros hoy: «Con el príncipe de este mundo no se puede dialogar. Que quede claro». El diálogo «es necesario entre nosotros, es necesario para la paz», porque «nace de la caridad, del amor». Sin embargo, «con aquel príncipe no se puede dialogar; se puede sólo responder con la Palabra de Dios que nos defiende». Porque el príncipe del mundo nos odia, y busca siempre nuestra perdición: «Pero mira, haz esto…, es una pequeña estafa…, no es nada…, es pequeña, y así empieza a llevarnos por una vía un poquito injusta» y «nos reblandece», hasta que «caemos en la trampa».

No debemos desalentarnos. Jesús nos ha dicho que no tengamos miedo, a pesar de anunciar que el mundo nos perseguiría, como le persiguió a Él, y de enviarnos como ovejas en medio de lobos. Lo que no hay que hacer es caer en la trampa y contestar a los lobos haciéndonos lobos nosotros mismos, porque, entonces, los lobos –los de verdad– nos «comerán vivos». Esa vía no funciona, «porque si dejas de ser oveja, no tienes un pastor que te defienda y caes en las manos de estos lobos».

Las armas contra el demonio

«Padre, pero ¿cual es el arma para defenderse de estas seducciones, de estos fuegos artificiales que hace el príncipe de este mundo, de las lisonjas?», se preguntó el Papa. «El arma es la misma de Jesús: la Palabra de Dios, y la humildad y la mansedumbre. Pensemos en Jesús cuando le dan una bofetada… Pensemos en su pasión… Humildad y mansedumbre: éstas son las armas que el príncipe del mundo, el espíritu del mundo no tolera, porque sus propuestas son de poder mundano, propuestas de vanidad, propuestas de riquezas. La humildad y la mansedumbre no las tolera». Por eso, «sigamos siendo ovejitas, así tendremos un pastor que nos defienda».

No ceder al pesimismo

El Papa ha sorprendido, desde el primer momento, con sus reiteradas referencias al diablo. «Quien no reza al Señor, reza al diablo», advertía en la capilla Sixtina, el 14 de marzo, citando a Léon Bloy, ante los cardenales que lo habían elegido el día anterior en el Cónclave. «No cedamos nunca al pesimismo ni a la amargura que el diablo nos ofrece cada día», les volvió a insistir al día siguiente.

Quienes después se acercaron a la biografía y escritos de Jorge Bergoglio, descubrieron que éste ha sido siempre un elemento central de su espiritualidad. «Creo que el demonio existe. Quizá su mayor éxito en estos tiempos fue hacernos creer que no existe, que todo se arregla en un plano puramente humano», afirmaba el entonces arzobispo de Buenos Aires, en sus conversaciones con el rabino Abraham Skorka, recogidas en Sobre el cielo y la tierra (ed. Debate). «La vida del hombre sobre la tierra es una milicia –añadía–, lo dice Job en el sentido de que las personas son constantemente puestas a prueba; es decir, una lucha por superar situaciones y superarse».

Asoma el jesuita. «El énfasis es, ante todo, en la lucha espiritual», escribe el cardenal Barbarin, arzobispo de Burdeos, al prologar la edición francesa de los Ejercicios espirituales predicados por Jorge Bergoglio a los obispos españoles, con título Amour, service & humilité (en español, En Él solo la esperanza). «Nadie va a poner en duda, después de leer este libro, que el Papa Francisco es, ante todo, un jesuita radicado en la tradición ignaciana», añade el Primado de las Galias.

Otra constante en las homilías y audiencias del Papa son las referencias a la perseverancia, al coraje, a la tensión espiritual… Pero todas esas virtudes hay que entenderlas desde una perspectiva cristiana, no la del superhombre. El hombre, por sus propias fuerzas –explica el arzobispo de Lyon–, es incapaz de vencer al pecado. Debe tener la humildad y la valentía de confesarlo, para poder «ser liberado» por Cristo; en definitiva, «dejarse invadir por la misericordia» de Dios, un Padre de ternura, que nos espera siempre con los brazos abiertos, dispuesto siempre a perdonarnos.

En este mensaje insiste una y otra vez el Papa Francisco: confianza plena en Dios, cultivar la amistad con Él. «Jesús nos desafía a la oración y dice así: Todo lo que pidan en mi nombre lo haré para que el Padre sea glorificado en el Hijo… ¡Esto es fuerte!», explicaba el viernes en Santa Marta. «¿Nos atrevemos a ir donde Jesús y pedirle así: Pero tú has dicho esto, ¡hazlo! Haz que la fe crezca, haz que la evangelización siga adelante, haz que este problema que tengo se resuelva…? ¿Tenemos este valor en la oración?».