Asesor jurídico de los obispos de la UE: «Un país puede no admitir a alguien. Pero la Iglesia pide generosidad» - Alfa y Omega

Asesor jurídico de los obispos de la UE: «Un país puede no admitir a alguien. Pero la Iglesia pide generosidad»

José Luis Bazán atribuye las políticas antiinmigración en parte a la crisis del estado de bienestar

María Martínez López
Bazán lleva las cuestiones relacionadas con migración y asilo en el seno de COMECE
Bazán lleva las cuestiones relacionadas con migración y asilo en el seno de COMECE. Foto cedida por José luis Bazán.

Muchos países de la UE tienen medidas antiinmigración propias: obstáculos para la reunificación en Austria o que los migrantes legales estén cinco años sin recibir ayudas en Francia.
—Aplican estas políticas con dos objetivos. Uno es reducir el gasto; no solamente para los migrantes. El estado de bienestar no es sostenible. Y las cuentas van a estar mucho más maltrechas con el rearme. El segundo motivo es que responden a la preocupación por la percepción de un aumento de la criminalidad asociado a la inmigración irregular. Los ciudadanos creen que no se hace suficiente. Es complejo, porque necesitamos migrantes.

¿Cómo ve la Iglesia esta tendencia, también en la normativa europea?
—Los Estados siempre van a los mínimos. La Iglesia, a lo óptimo; dice: «haz todo lo que puedas». Por un lado, se deben aplicar siempre unos parámetros básicos: ver al migrante como persona, la protección incondicional de su dignidad, el respeto a su derecho a buscar protección, a la unidad familiar y a la protección de los vulnerables. Puedes devolver a alguien, pero respetando ciertas condiciones. Pero la fraternidad va más allá. La Iglesia defiende que un país tiene derecho a no admitir a alguien. Pero pide una política para acoger lo más generosa posible sin perjudicar su bien común. Lo primero es ayudar en los países de origen. También se pueden revisar las prioridades: ¿invertimos en armamento para que haya más guerra? Hay que hacer una reflexión general sobre muchos aspectos.

Este tema se abordó en el reciente encuentro de COMECE con León XIV, al igual que el debilitamiento de la UE.
—Se habló del papel de la UE en la promoción de la paz. Ahora su protagonismo es nulo, no está en ninguna mesa sobre Ucrania. Para ello, tendría que tener en cuenta a las dos partes y ha decidido romper con Rusia en todo. Creo que es un error. La Santa Sede va por otra vía: quiere una salida lo más justa posible y pone sus medios. Es cierto que la UE ha perdido peso. Primero, demográfico. También ímpetu. Parte del desafío es recuperar esa energía y creatividad que hicieron que avanzara la civilización. No es fácil: hablamos de reindustrialización, de que las políticas no sean solo para regular sino para incentivar la creatividad empresarial, para cuidar a la pequeña y mediana empresa. En geopolítica, cada vez hay más conciencia de la necesidad de coordinar esfuerzos, incluso de integrarlos. 

¿Qué más temas se trataron?
—La preservación de la integridad de la democracia. Se observa con preocupación un deterioro y un desacompasamiento entre la percepción de los ciudadanos y las políticas. Hay una clara conciencia de que las leyes tienen que estar al servicio de los ciudadanos y resolver sus problemas. Pero se está precarizando la realidad social mientras los líderes se enzarzan en cuestiones partidistas o que no entran en el bien común. Por no hablar de la polarización, táctica habitual de las ideologías. 

La semana pasada una delegación de la Conferencia Episcopal Española visitó la UE y COMECE. ¿Son habituales citas así o se están reforzando?
—No son obligadas, pero tampoco infrecuentes. Se trata de que haya un contacto con la realidad de las instituciones europeas y con nuestra labor. La UE muchas veces parece lejana, opaca. Hay que mostrar que no se trata solamente de una institución de burócratas que no entienden la realidad social. Son personas en contacto con la sociedad y algunas son católicas y trabajan desde una visión del bien común y la creencia de que la UE puede ser un proyecto en beneficio de las personas. Además, sirve para tener idea del impacto de las decisiones adoptadas aquí; también en la ayuda al desarrollo o la protección de minorías perseguidas.