Ascensión acogió a las mujeres del bando que asesinó a sus hermanos - Alfa y Omega

Ascensión acogió a las mujeres del bando que asesinó a sus hermanos

Francisco ha reconocido las virtudes heroicas de Ascensión Sánchez, una toledana que abrió en Madrid un albergue para las republicanas recién salidas de la cárcel de Ventas

Rodrigo Moreno Quicios
Ascensión Sánchez con varias niñas de su familia. A la derecha: Doroteo en la exhumación de los restos de Ascensión. Fotos cedidas por Maria Sowa.

«Algunos de sus vecinos en Villacañas no querían hablar con Ascensión porque tenía mucho poder de convicción. Decían: “Me va a pedir que perdone y yo no voy a ser capaz de decirle que no, pero no quiero perdonar”». Lo cuenta a Alfa y Omega la polaca Maria Sowa, postuladora de la causa de beatificación de Ascensión Sánchez, una laica consagrada miembro del instituto secular Cruzada Evangélica que murió en 1946 y que el Papa Francisco reconoció la semana pasada como venerable.

Nacida en 1911 en el pueblo toledano de Sonseca, aunque criada en Villacañas, la «autoridad» de Ascensión para «empujar a la gente para que perdonase» después de las atrocidades de la Guerra Civil Española se debe a que perdió en ella a dos hermanos. Salvó la vida por desplazarse, por casualidad, de vacaciones a Santander en junio de 1936, justo antes del estallido del conflicto. Allí conoció a Doroteo Hernández, un sacerdote que dio con sus huesos en la cárcel durante la persecución religiosa en la ciudad y que en agosto de 1937 acabó siendo liberado. De forma casi accidental acabó creando la Cruzada Evangélica, definida en 1937 como «una obra para gloria de Dios», y formada por mujeres devotas a las que había atendido en tiempos de clandestinidad.

Apenas terminó la contienda, Ascensión Sánchez fundó en 1941 en Madrid por indicación de don Doroteo el Albergue de la Merced. Fue la primera casa de apostolado en la capital de la Cruzada Evangélica y allí vivió Ascensión como directora hasta su muerte en 1946. Aquellos años se dedicó a visitar en la cárcel de mujeres de Ventas a las prisioneras vinculadas al bando republicano — que se cobró la vida de sus hermanos— y que en ese momento sufrían la represión. «Ella aprovechó ese dolor para ayudar a los demás», considera su postuladora. Maria Sowa define aquel impulso como «verdaderamente heroico» y considera que, aunque «lo que hizo no suponía una cosa tan grande, la forma de hacerlo sí».

La venerable falleció de fiebre tifoidea con 35 años. Foto cedida por Maria Sowa.

Apenas salían del penal, las madres encarceladas y sus hijos encontraban un techo en el albergue de la Cruzada Evangélica. Allí, como explica Sowa, «lo más importante era la recuperación espiritual». Se proponía sin prisas ni presiones para que las cruzadas no sustituyeran una dinámica represiva por otra. «Por ejemplo, estaba prohibido que las mujeres que llegaban nuevas fueran a confesarse al día siguiente. Solo lo hacían más tarde si les nacía del corazón». La polaca reivindica una manera de hacer apostolado «que tiene que ser dignificante, más aún en el caso de la mujer».

Esta obra de caridad en un «tiempo horrible» de pobreza y represión llevó a que «algunas autoridades del patronato no coincidieran con Ascensión». Aunque la futura venerable «venía de una familia bien posicionada» y había sufrido la persecución, lo que hacía «en aquellos momentos se veía como algo revolucionario», en el peor y en el mejor de los sentidos. Aun así, ella «seguía adelante» con una máxima que puede encontrarse en sus escritos: «Me urge ser santa».

Maria Sowa, laica consagrada de la Cruzada Evangélica desde hace 24 años —a pesar de que este instituto secular no tiene presencia en su país natal—, reivindica que «Ascensión Sánchez tuvo una vida muy sencilla» en comparación con esos «santos tan heroicos que asustan cuando ves sus vidas». Cree que el reciente reconocimiento de sus virtudes heroicas, lo que la convierte en venerable en un paso más cerca de ser beatificada, «tiene que animar a la gente sencilla» a ser santa en la línea de esta toledana, «que se santificó sin darse cuenta». De momento no se le conoce ningún milagro, aunque Sowa matiza que «ya ha hecho muchos favores a mamás y niños con problemas». «Cuando alguno está enfermo y necesita curarse, nos echa una mano», asegura.

Aunque empezaron en las cárceles, las 96 laicas de la Cruzada Evangélica que hoy se reparten por el mundo se dedican a «cualquier necesidad que surja dentro de la sociedad civil» y tienen un «cuarto voto de apostolado». Cuentan con «hospitales, centros de FP, residencias de mayores, mamás y niños, colegios y escuelas infantiles», y no solo en España, donde tienen 30 vocaciones, sino también en Bolivia, Perú, República Democrática del Congo y Zambia.

Otros héroes

En el mismo día que Ascensión era reconocida como venerable, el Papa aprobaba también las virtudes heroicas de la burgalesa Vincenza Guilarte, una Hija de Jesús nacida en 1879 que «se dedicó a personas en situación de debilidad, pobreza y enfermedad». Fue enviada con cinco hermanas, a Brasil para fundar una comunidad en Pirenópolis y luego en Leopoldina, en el estado de Minas Gerais. Francisco reconoció asimismo las virtudes heroicas de los mártires italianos Luigi Palić y Giovanni Gazulli, asesinados en Albania, y del franciscano Isaías Colón y María Constanza Zauli, fundadora de las Siervas Adoratrices del Santísimo Sacramento, también italianos los dos.