Arte y belleza - Alfa y Omega

Habita en nuestra conciencia la idea de que la Edad Media fue una época de barbarie, un paréntesis entre la esplendorosa cultura griega clásica y la modernidad, resucitando esta la razón y el progreso. La propia barbarie moderna fue el detonante de una cierta revisión de esta ideología; por ello se habla hoy de posmodernidad. Esto ha permitido rescatar temas y motivos medievales (la obra de Tolkien, Harry Potter, El nombre de la rosa…) y que algunos filósofos repiensen la cuestión.

Basta, no obstante, considerar el inmenso legado artístico y cultural de la Edad Media para sospechar de su mala prensa. La estética es la disciplina filosófica que investiga la naturaleza de la belleza y del arte. Cuando uno se sumerge en las ciudades medievales que se nos conservan o entra en una iglesia románica o gótica y contempla sus arcadas, sus pinturas, sus vidrieras con los extraordinarios colores a través de los cuales la luz del sol nos narra la historia sagrada, ve que la belleza y el arte constituían un elemento fundamental de la vida de esos hombres. Pero no solo la vida ordinaria estaba impregnada de lo estético, sino que ello era objeto primordial de la reflexión filosófica. La convicción cristiana, ya vivida a su manera por Platón, de que la belleza de este mundo es un reflejo de una Belleza superior a la que estamos llamados, no impedía su admiración y deleite ante la extraordinaria belleza del mundo, de la naturaleza y de las creaciones humanas. El peculiar modo en que Nietzsche entiende el «ideal ascético» como rechazo del mundo volvió a contribuir a la mala prensa del Medioevo. No sé si Nietzsche leyó a alguno de estos autores (Suger, Grosseteste, H. de San Víctor, san Alberto Magno…), pero sus escritos, a más de ofrecer teorías estéticas muy interesantes, son un canto a la belleza de este mundo.

Hoy el arte y la estética se centran en la inmanencia del mundo, en lo visible, y dentro de ello en el hombre mismo. El arte y el hombre se han hecho un tanto autorreferenciales. Los readymade Duchamp son un ejemplo. Se trata de que la obra de arte nos permita conocernos mejor, entonces la belleza pierde importancia, es como de otra época («hasta la fecha —nos dice Heidegger— tenía que ver el arte con lo bello…»). Pero, ¿puede el arte prescindir de la belleza?, ¿de la apertura a la trascendencia? ¿No se haría entonces plano, superficial, y por lo tanto aburrido?