Si usted es de los que sigue identificando animación con público menudo, tiene que adentrarse en el relato apocalíptico de Arcane para que olvide de una vez la idea. La serie de Netflix tiene, además, el riesgo de que algún menor acabe delante de la pantalla, no solo por lo de los dibujos, sino por lo de los videojuegos. Arcane extiende el universo del clásico League of Legends (un videojuego de éxito, capaz de poner a jugar a más de 120 millones de personas al mes, o a más de diez millones de personas al día, de forma simultánea). La serie extiende el universo conocido y lo articula en un relato audiovisual de tres bloques, con tres capítulos en cada uno de ellos. Es mucho más que un videojuego, sin desmerecer al padre de la criatura y, poniendo a los menores a buen recaudo, merece la pena explorar el infierno que nos propone, en fondo y forma, porque a unos dibujos tremendamente atractivos se les une una fina disección del alma humana en personajes inolvidables.
Arcane es un producto de animación para adultos, una historia compleja que gira en torno al choque de dos mundos. De un lado, Piltover, una ciudad próspera; del otro, Zan, un lugar sombrío que es todo un antagonista geográfico, y, en medio, situaciones verdaderamente humanas, dramáticas, de las que te ponen contra la espada y la pared y no te toman por tonto.
Con una estética reconocible para los que vienen del videojuego, la serie puede seguirse sin saber nada de su origen. Cuenta con una banda sonora muy potente, que viene de la mano del grupo Imagine Dragons. No es para todos los gustos, pero, si se atreven con la guerra, puede que disfruten de una batalla inevitable, de un infierno real al que no se le vence precisamente cantando la otra Imagine, la de los Beatles.