La respuesta de la Iglesia ante los abusos: ¿aprobado o suspenso? - Alfa y Omega

No es fácil hacer una evaluación general de la respuesta de la Iglesia ante los abusos sexuales. Los tiempos no son los mismos. Los países anglosajones llevan abordando el tema desde hace 40 años; en Europa algo más de diez, y en muchos contextos de América Latina, Asia o África están aún por empezar. Tampoco los esfuerzos son los mismos. Hay familias religiosas y diócesis sumamente comprometidas, mientras que otras echan balones fuera con sorprendentes actitudes negacionistas. Incluso entre los más comprometidos existen discrepancias, puntos de vista diversos que, si bien son importantes para enriquecer la perspectiva, de cara al mundo, especialmente a las personas de Iglesia, resultan chocantes, generan confusión y desaliento. A ello se añade el descubrimiento de que el abuso no solo ha sido cometido contra menores, sino también con adultos en situaciones de vulnerabilidad, no solo sexual, sino también de conciencia. Y tampoco contribuye a una evaluación positiva el escándalo que generan las acusaciones contra personajes eclesiales de referencia. Es una situación de crisis eclesial, una herida aún muy abierta que necesitará de mucho cuidado.

En agosto de 2018 el Papa Francisco decía: «Nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse». Esas palabras han sido una guía para estos últimos años de muchos avances, en los que se constatan y valoran los esfuerzos por generar una cultura del cuidado, no solo desde políticas o normas, no solo con reformas organizativas o estructurales, no solo con palabras, sino con hechos, cambios de actitud y verdadera conversión. Ha habido reformas canónicas, se han habilitado canales y espacios para la escucha y atención de víctimas, se han multiplicado los esfuerzos formativos y mejorado los protocolos y entornos seguros. Pero, ¿es suficiente?

Podríamos hablar de muchos aprobados (algunos por los pelos), significativos suspensos (muy dolorosos) y algunos notables. Estamos en camino, hay muchas más luces que sombras. Cada vez son más los que se unen al compromiso y, a nivel institucional, pese a los posibles errores, la Iglesia está aportando mucho a la sociedad. Si buscamos el sobresaliente, este compromiso no puede quedar solo en una acción, debe convertirse en un aspecto intrínseco a la misión.

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